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Plural y complejo

Plural y complejo

domingo 04 de abril de 2010, 19:19h

La mayor parte de nosotros votará esta mañana con muy pocas luces sobre lo que podrán traer los resultados del final del día. En varios departamentos y municipios pueden producirse desenlaces inesperados y frente a ello, si algo queda claro, es que las empresas encuestadoras han fracasado, nuevamente, en aportarnos alguna claridad, por un ya histórico compromiso con la confusión y la oscuridad.

Careciendo de la potencia económica y de recursos que ellas tienen, es posible arriesgar algunas previsiones, basadas en hechos y algunas regularidades de comportamiento de los electores. Las más significativas son: 1) es altamente improbable que las candidaturas pro gubernamentales alcancen los porcentajes de votación observados en diciembre y, pese a ello, 2) es prácticamente seguro que el IPSP (MAS) consolidará y expandirá, con sus votos y los de sus aliados locales, una presencia territorial superior a la que pudo tener en el último medio siglo cualquier otra fuerza política. Se puede añadir que esta elección consagrará el entierro de los partidos manejados por políticos profesionales especializados y, por último, pero no menos importante, que aparte de la oposición regionalizada que ya conocemos, existe la probabilidad de que aparezca una nueva, nacida al amparo de la feroz agresividad con la que el oficialismo ha tratado a ex aliados y amigos, no por discrepancias de programa o proyecto, sino por la detonación del apetito burocrático de sectores de su militancia.

Por encima y más allá de la aritmética electoral, el estreno de gobernaciones y gobiernos municipales, acompañados, cada uno, de cuerpos legislativos, al lado de la presentación de la primera autonomía regional, marcará un salto en la construcción del estado hipercomplejo (superplural) definido en nuestra Constitución. En contraste con lo que parece haber sido una de las campañas más pobres, en cuanto a discusión y oferta, el inicio del desarrollo de la fase autonómica de este nuevo Estado estará abriendo uno de los periodos más intensos y vibrantes de nuestra historia contemporánea; y eso, sin contar con el aporte que le dará, en breve, el nacimiento de autonomías indígenas.

Las poderosas tendencias descentralizadoras propias del proceso constituyente se desinhibirán con una velocidad asombrosa, en todos los espacios, viejos y nuevos (departamentos, municipios, regiones), creando y desarrollando contradicciones en torno a la disputa por excedente y acumulación de poder propio. Reductos intocados previamente se sacudirán en formidables espasmos, porque los nuevos espacios legislativos permitirán que se visibilicen y corporicen fuerzas antes obviadas y desdeñadas, al tiempo que se definirán y aparecerán nuevos centros y periferias. La explosión descentralizadora no respetará vínculos previos ni lealtades corporativas y planteará retos impensados a una administración creyente y partidaria de una fuerte centralización. Ratifico mi hipótesis de que la autonomía abrirá rutas y cauces a tendencias federalizantes, tan ajenas a las expectativas de los impulsores de la Constitución, como a las de quienes trataron de bloquearla con discursos autonomistas.

La nueva fase se abrirá en el momento en que, según múltiples señales, se han acelerado artificialmente las tendencias a decantar y afirmar una fracción dominante, que trata de copar la hegemonía del nuevo bloque en el poder; con el riesgo de que el derroche de agresividad que usa para imponerse pueda traerle más costos que utilidades.

hebdicom@yahoo.com

Profesor universitario

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