Una vez más como hace diez años, en estos días, se reúne el Foro Social Mundial (FSM), en la ciudad de Porto Alegre. El Foro no nació como un fin en sí mismo, sino como un instrumento, una herramienta de lucha para la construcción de lo que se llamó “otro mundo es posible”, para hacer frente al hegemonismo neoliberal, al pensamiento único, al fin de la historia.
En este encuentro se espera que entre 20.000 y 30.000 personas acudan esta semana a debatir. El mismo estará integrado por militantes de izquierda, sindicalistas, representantes de iglesias, activistas antiglobalización de diversas corrientes que provienen de todo el mundo. Al mismo fueron invitados los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez; de Bolivia, Evo Morales; de Paraguay, Fernando Lugo y el electo mandatario de Uruguay, José “Pepe” Mujica. El Presidente brasilero Luiz Inácio Lula da Silva, estará en una de las actividades del Foro, para luego volar a Suiza a recibir su premio del Foro Económico Mundial.
El recuerdo de estos presidentes, algunos de ellos participantes como ciudadanos de anteriores foros, es la prueba de gobiernos que en diferentes niveles aplican políticas que identificaron al FSM desde su nacimiento, como las de inclusión social, la reglamentación al capital financiero, las campañas por la alfabetización. Y que hoy se traducen, como políticas de estado, en el Banco del Sur, en el Alba, en la solidaridad energética y el gasoducto regional, en el Consejo Sudamericano de Seguridad, en las Facultades de Medicina para pobres, en Unasur: en el SUCRE, en la moneda única regional, en la construcción del posneoliberalismo.
Este año se debatirá, sobre temáticas diversas, como el modelo de desarrollo capitalista, la crisis ideológica de la izquierda y el medio ambiente. Pero lo más importante será definir el camino futuro del Foro Social, pues, hay críticas por lo no logrado y la necesidad de pasar de la fase de protestas y críticas, a una etapa constructiva y de articulación con los gobiernos populares.
Muchos de sus participantes creen que el fin del FSM es el intercambio de experiencias, pero, hay otros que llegan con la necesidad de respuestas urgentes a los grandes problemas que enfrenta el mundo. El debate, hoy, es como superar el estancamiento, del actual formato del Foro. La sensación es que de aquí en adelante, si el FSM no quiere diluirse en la intrascendencia debe cambiar de formato y debe dar otra dirección al rol de los movimientos sociales.
Hay acuerdos, a partir de los debates previos, de que el neoliberalismo fracasó, que dejó un mundo no sólo globalizado sino también terminal. Que la crisis global puede ser una oportunidad para encauzar las luchas de los pueblos. Que América Latina no tiene como único destino ser dependiente del imperio y que somos nosotros, los latinoamericanos los protagonistas de nuestra historia.
Y especialmente, debe surgir de este encuentro el rol de las organizaciones sociales en este momento de avance de la derecha latinoamericana, que puede traer un retroceso en los avances de las políticas sociales y de integración regional que fueron tan caras para nuestros pueblos. Ahí está uno de los grandes desafíos que se abren: ser capaces de subordinar algunos criterios y metas en pos de los grandes consensos que permitan a la región continuar con el objetivo de soberanía.
Sólo hombres y mujeres convencidos de lo que defienden, deberán actuar en consecuencia a sus ideas y deberán ser capaces de sostener a gobiernos que se animaron y se siguen animando a profundizar cambios estructurales.
Por el Embajador Oscar Laborde, Representante Especial para la Integración y la Participación Social de la Cancillería Argentina