A Giordani, genio de la economía chavista, le parece maravillosa la devaluación
Esto no tiene arreglo, y no lo tiene porque el caos lo produce un militarote ineficaz y engreído que tomó a Venezuela como su conuco y con la ayuda de los tiranos Castro nos conduce a la misma terrible ruina de Cuba.
Rodeado de adulantes, con sus risitas nerviosas, listos para aplaudirle chistes malos y exabruptos de todo tipo, es patético. Pero aun así pareciera que aquí no hay quien ponga punto final a este desastre. El que encadena radios y televisoras hasta para notificarnos de sus flatulencias producto de un hartazgo, no lo hizo para anunciar algo tan grave como la devaluación del 100% del signo monetario. Su cacareado bolívar fuerte se quitó ese mote y aparece como lo que es: la monedita de un pobre país arrasado y en manos de un déspota militar que se despacha y se da el vuelto&
Y vemos que la respuesta de mucha gente fue lanzarse a la calle, no a Miraflores a exigirle cuentas al manirroto con dinero ajeno, sino a los almacenes a cargar con lo que se pueda conseguir aún, antes que -como en Cuba- sea una Fiesta Nacional que Chávez anuncie arroceras chinas para las infelices amas de casa.
A Giordani, rencoroso y mediocre genio de la economía chavista, le parece maravillosa la devaluación, y piensa que así, como en La Habana, los extranjeros vendrán en masa a comprar jineteras y a saciar instintos pedófilos a precio de gallina flaca& Y todo arrancó hace mucho o se les olvida cuando hace años, en un viaje a Nueva York el militarote le dijo a los empresarios gringos: "Vengan, inviertan, aquí les traigo esta muchachita de 15 años llamada Venezuela".
Convencido de que aquí no pasa nada, deja la devaluación de lado y le ordena a Chalbaud y Britto que se pongan a escribir novelas que incentiven la conversión del ciudadano a esclavo, y ambos sinvergüenzas, con risitas nerviosas hacen el signo de la victoria& También dice que el petróleo "fue una maldición porque nos acostumbramos al dinero fácil". Y más que eso, gracias a él, cubrimos los delirios imperiales de un milico insolente.
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