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Rómulo Cámpora, Párroco de Villa Mercedes, San Juan

Dar testimonio de una realidad que se transforma por el efecto de la minería

Dar testimonio de una realidad que se transforma por el efecto de la minería

jueves 17 de diciembre de 2009, 15:23h

El sacerdote católico Rómulo Cámpora, es el cura Párroco de Villa Mercedes, una localidad que está ubicada 15 km. al norte de Jáchal, provincia de San Juan, que congrega a los fieles de treinta comunidades, que suman alrededor de 12 mil personas. Como tantos otros jachalleros, se anima a hablar de la evolución que vive su pueblo a partir de la llegada de la minería, más precisamente de la puesta en marcha del proyecto Gualcamayo de la empresa minera Yamana Gold.

La tarea del Padre Rómulo no es sencilla, ya que tiene que atender necesidades muy distintas, dada la magnitud de su congregación y las distancias que existen entre las disímiles comunidades. Sin embargo, él se entrega diariamente a la misma con fervor y dedicación. Todas las mañanas, a bordo de su camioneta, la que, según cuenta fue adquirida con mucho esfuerzo, recorre largos caminos de tierra para asistir a las diferentes realidades. “Tenemos focalizadas las comunidades en torno a diferentes capillitas. Algunos son templos grandes, como San Isidro, que se vino abajo por un temporal y fue restaurado con el sacrificio de esta gente”. Destacando que “como sucede en distintas localidades de nuestra patria, hay hermanos con necesidades, nosotros trabajamos para acompañar y mejorar esta realidad”. En este diálogo no hace más que relatar su experiencia de vida. Nosotros intentamos retrasmitir con la mayor fidelidad estas valiosas y concretas apreciaciones que detalló al portal http://www.verdadminera.com

No esquiva un dato de la realidad de esta zona. La inserción de la minería como eje económico en la vida cotidiana de los habitantes de Villa Mercedes, Jáchal y Huaco, no es un hecho menor para ellos, según lo considera el padre: “Hoy en día Jáchal está teniendo un cambio interior, muy lerdo porque también nos debemos a una realidad del país, a idiosincrasias distintas, pero encauzados a una actitud de trabajo, de progreso. Como sacerdote veo como ha cambiado la realidad de las familias con respecto al trabajo. El minero que llega a su casa va trayendo pequeños adelantos: mejoramiento de la calidad de vida, educación para sus hijos, adquisición de elementos para la casa que hoy en día no son lujo sino una necesidad; cultivo del conocimiento, cosa que se había olvidado muchísimo

Rómulo Cámpora reconoce que estos adelantos modificaron la concepción que la gente tenía respecto de la minería. “Se ha ido dando una maduración en el tiempo de lo que es el quehacer minero, porque se ha valorado mucho las cosas por las cuales se ataca a la minería”, explica. “Primero, se ha valorado a la cultura del trabajo, que estos pueblos lo han ido perdiendo debido al desaliento por las políticas erróneas que se han tenido a lo largo de estos últimos años y han llevado a un empobrecimiento de la zona.”

A pesar de haber vivido años de olvido, hoy la ciudad de Jáchal transita un nuevo camino hacia su desarrollo económico, pero por sobre todas las cosas, su desarrollo social. Cámpora responsabiliza a la minería por este cambio de rumbo. “Este nuevo horizonte de la minería ha podido recuperar la cultura del trabajo, la valoración de la mano de obra y la profesión, los pequeños o grandes conocimientos de albañilería, de trabajo de campos. Se ha incentivado en la juventud el entusiasmo por estudiar”, destaca. Además, agrega: “Incluso los pequeños comerciantes, las personas que se dedican al quehacer docente han sido respaldados y se han visto fortalecidos por esta realidad”.

Cuando se le pregunta por los aspectos negativos de los que es acusada en otras latitudes del país la actividad minera, el sacerdote responde: “También han surgido planteos en sentido negativo, creo que todos ante una cosa nueva, tienen sus temores, tienen sus cuidados… Pero el peor daño que se le puede haber hecho a Jáchal no ha sido la minería. Ha sido el engaño psicológico e ideológico que lo ha hecho ser un pueblo con muchas potencialidades de progreso, y que muchas actitudes mezquinas y egoístas lo han llevado al empobrecimiento”. Y sentencia: “No se ha comido, ni se ha dejado comer”.

Por eso, contrapone los viejos modelos con el desarrollo que la minería trajo aparejado. “Las mineras se han insertado en el medio ambiente, con una actitud no solo de proteccionismo, sino de propuestas de crecimiento, que es muy distinto”, afirma el religioso. Y comenta cómo él mismo vive en carne propia las consecuencias positivas de estas propuestas. “En nuestra propia parroquia, gracias a la realidad minera, tenemos un centro informático, donde se están capacitando 68 jóvenes en todo lo que hace al uso de Internet y la computación. Eso era impensable hace tres años”, asegura orgulloso.

Educar para el progreso
En su discurso Cámpora no se centra solamente en el desarrollo económico y social de la región, se refiere especialmente en su crecimiento personal y espiritual, y especialmente de los empleados de la minera. “Acá se cuida la persona, hablando del hombre en su cuerpo y en su espíritu. Por eso el apoyo espiritual, psicológico; la preocupación por que el minero se reencuentre con su familia.”

En este punto, el Padre hace hincapié en la educación, en la valorización y el respeto por la cultura de la gente. Actitudes que “Son necesarias”, afirma y agrega que “para que toda esa riqueza que podamos tener, todo ese bienestar… siempre vaya en beneficio del hombre. No vaya a pasar que cuando tengamos mucho, nos olvidemos de lo que somos. Por eso, son importantes los desafíos que este tipo de proyectos planta. Primero, que no se pierda el sentido solidario, que no se pierda el sentido de comunidad; no se pierda la cultura, las raíces; que los jóvenes no se vayan, y si se va, que regresen. También que no se pierda el sentido de la dignidad, es decir, que se valorice la vida. Para esto, asegura que “es necesario apuntar a una estabilidad de la familia, a una estabilidad de todas las organizaciones: uniones vecinales, clubes deportivos, las escuelas, la misma parroquia también.”

“Se nota un cambio”, asegura el Párroco. “Hay gente que ha recuperado a su familia, el respeto por su esposa. La gente se volvió a sentir útil, cuando un ser humano no se siente útil no le podemos hablar ni siquiera de Dios. Entonces, este trabajo le da dignidad a las personas, y no solo eso, sino también acompañamiento, porque la vida aquí puede resultar muy difícil”, reconoce.

Pero no todo es color de rosa frente a las oportunidades que la minería ofrece. Cámpora analiza las opciones que se le presentan a Jáchal sin perder el sentido crítico. “Una realidad positiva es el progreso material de las personas, de la comunidad… Pero, ¿qué es lo negativo de esto? Que no sepamos utilizarlo. Por ejemplo, algo muy sencillo: se pavimenta una calle. Antes, íbamos despacio porque era de ripio, ahora vamos rápido. Ese progreso cambia el estilo de vida, pero en este caso, lo cambia para mal”.

La mirada del Padre Rómulo no es para nada complaciente, sino que desde su posición dentro de la sociedad jachallera opina acerca de la realidad que se vive en sus comunidades de una forma objetiva. Así, afirma: “Todo tiene cosas positivas y negativas. El progreso siempre ha traído cosas buenas. La electricidad no es mala, pero si no la se usar me voy a electrocutar… El Papa Benedicto en eso ha sido muy claro: tenemos que aprender a usar y compartir la riqueza que Dios les ha dado a los pueblo, pero en el sentido de compartir y no de destruir.”

Por eso, Cámpora sostiene que se debe educar a las comunidades para que puedan vivir el progreso de la mejor manera posible y en esa tarea le otorga a la institución que representa un rol primordial. “Como sacerdote he tratado de encauzar todo este intento de crecimiento en un sentido de compromiso solidario. Esto de ninguna manera significa asistencialismo, sino significa asistencia; es decir, dar la caña y empezar a pescar”.

Es por esta razón que el Párroco no cree que las mineras deban llevar su cooperación al punto de reemplazar al Estado en la sociedad. “Las mineras no tienen que hacer el trabajo del Estado. Tiene que haber un equilibrio. Acompañamos el proceso de desarrollo, pero no tomamos el lugar que le corresponde a otro. Ellos ponen las herramientas y todos nos unimos y trabajamos. Ese es el engranaje que tenemos que mantener y por el que tenemos que luchar”, plantea.

Antes de subirse a su camioneta y recorrer los senderos de su parroquia, el Padre Rómulo Cámpora se despide con una reflexión: “Ha sido todo un camino, se ha logrado un diálogo entre instituciones, entre la familia. Se ha logrado también un entendimiento que ayuda también a que esa riqueza vaya llegando a todos, porque se ha ido potencializando el trabajo de los agricultores, de los artesanos, de los docentes… es como un sostén para que esa actividad minera quede también como un beneficio para que a las comunidades que van a permanecer siempre, a través de esto que es de paso, les quede en el tiempo cosas muy valiosas”.

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