¿Estamos locos o qué?
Navidad, lucecitas, alcohol y otras cuantas mentiras
miércoles 09 de diciembre de 2009, 15:39h
Una de las mejores maneras que tengo para reflexionar sobre algo que me preocupe es conducir sin rumbo (en horas de no atasco, claro) por las calles de Madrid y normalmente en silencio. Sin música que me perturbe ni nada que me pueda distraer de lo que quiero pensar en ese momento. Ayer fue uno de esos días y di vueltas cuál peonza por las pocas calles que Madrid no tiene con trincheras (Gallardón, nos estás dejando claro que te gastas nuestros impuestos en algo útil, pero no sabes cómo nos acordamos de tu santa madre cada día!).
Ayer, final de puente y mientras el Madrid jugaba, las calles estaba relativamente vacías ya de noche. Ensimismada con lo mío, enseguida se me fue el santo al cielo, o mejor dicho hacia las luces. Cada año, más de lo mismo. Estéticamente hablando no se puede negar que Madrid está preciosa. Enfilé Cibeles hacia Alcalá y majestuosa se presentó la Puerta de Alcalá. Giré por Velázquez y todo bello, hermoso, lleno de luces, colores y escaparates que nos recuerdan que ya estamos en ¿navidad? No, para nada. Estamos en época de gastar en regalos que probablemente no necesitamos, en fiestas que probablemente no tienen un verdadero significado para muchos y, sobre todo, estamos en época de una falsedad como pocas. Porque, en honor a la verdad. ¿Cuántos de los que felicitamos con una sonrisa y decimos Feliz Navidad somos conscientes de lo que verdaderamente celebramos?
Tranquilos, no me voy a poner más papista que el Papa. No tengo empacho en reconocer que soy católica practicante pero tampoco por ello soy una beata de misa y rosario diario. Pero a veces mi Pepito Grillo particular me recuerda que todo esto está muy bien pero que la Navidad, al menos en origen, tiene un significado bien distinto. Continúo por el puente de Juan bravo, Zurbano o Almagro (siempre las confundo) y ya tiro por los bulevares, que siguen estando perfectamente adornados hasta Princesa. Pero ojo. Todo esto es mentira, tan mentira como la navidad que todos celebramos. Fuera de los barrios “ricos” desaparecen las luces, o al menos las de los diseñadores como Ágata Ruíz de la Prada, David Delfín, Juan Duyos, Ailanto, Alma Aguilar, Devota & Lomba…Todo ideal de la muerte. Todo cual pasarela Cibeles. Y está muy bien. Resulta que ahora ya somos una capital molona a la altura de Nueva York o Londres (al menos en decoración navideña, tampoco se me va tanto la olla) Pero ni una sola mención a la verdadera esencia de por qué se celebra la Navidad. Porque supongo que recordarán el por qué de celebrarla. Claro que mucha gente podría decirme aquí que hay gente que es atea, que es judía, que es musulmana. Y que puestos a adornar, también los hebreos tienen derecho a que se alumbren las calles con menciones a la Hannuca, o cada año deberíamos poner algo para recordar el Ramadán. O los ateos todo el año lucecitas recordando que puedes estar tranquilo porque Dios no existe.
Pero claro, somos, queramos o no, un país de tradición católica. Y eso no se le puede escapar a ningún comerciante que se precie de serlo. Y encima con esta crisis pues tenemos al consistorio madrileño echando una manita a los tenderos, especialmente a los del distrito Salamanca que contentos los tiene que parece aquello Beirut en la mejor de sus intifadas.
Y en estas fiestas todos nos tomaremos muchas copas, todos nos desearemos cosas bonitas, todos cantaremos villancicos o el Asturias patria querida o lo que no salga del Riau. Y viviremos una euforia colectiva dónde ya no nos importará tirar de tarjeta porque Dios proveerá. Pero lo cierto es que aunque todo cambie para muchos de nosotros, al menos durante unos días, todo va a seguir siendo igual. Porque los melancólicos seguirán estándolo después del temporal. Los que no tienen para comer (fuerte esto, eh?) seguirán igual de famélicos. Los que están con enfermedades terminales quizás ni siquiera lleguen a las uvas. Los que sufren por soledad (la peor de las enfermedades decía la Madre Teresa de Calcuta) seguirán estando solos. Los que sufren desconsuelo seguirán sin encontrar a nadie que les lama las heridas. Los que sufren rechazo no hallarán un abrazo fuerte que les reconforte. Los que echan de menos a los que amaban seguirán echándolos de menos. Y nada cambiará. Ni por mucho turrón, ni por mucho anuncio de navidad, ni por mucho deseo de paz y felicidad cambiarán las cosas (que parecemos bobos todo el día como misses venezolanas deseando paz en el mundo).
Y es que nos hemos alejado tanto de los orígenes de estas fiestas que hasta sorprendida me tiene que sigamos llamando a esta época navidad. Ojo, la primera en entonar el mea culpa soy yo. Y quizás en ese pecado ejerzo esta penitencia de escribir cómo me siento cuando pienso en todas estas cosas que hacemos los impresentables que vivimos en el primer mundo y que somos tan terriblemente afortunados.
Me perdonan. Hoy me levanté melancólica. Deben de ser las luces navideñas.