Te duele todo el cuerpo, estás tiritando y con un tremendo dolor de cabeza y la fiebre alcanza los 39,5º. El médico, también amigo, no se lo piensa dos veces cuando te anuncia con toda naturalidad un sencillo diagnóstico: tienes la gripe A. A curarla en la cama tomando paracetamol cada 6 horas, bebiendo mucho líquido y dándote periódicos baños de agua templada para bajar la temperatura; eso sí, aislamiento total con ventilación para evitar el contagio de los más próximos.
Como la cosa iba para 7/10 días, lo comunico a mi grupo parlamentario por dos motivos, primero por pura razón de aritmética parlamentaria, y, segundo, por motivos sanitarios. Es la comunicación propia de cualquier trabajador a su centro de trabajo. Lo que vino después parecía inevitable pero no dejó de sorprenderme: la primicia periodística de que la gripe A llega al Congreso a través mía y de otro diputado de mi grupo ocupó portadas en los medios y se extendió como la pólvora, con la consiguiente alarma entre familiares, amigos y compañeros. Y mientras yo en mi cama combatiendo una gripe corriente “con algo más de síntomas que la corriente” que la hacían distinta hasta apellidarla distinta... Y es que en el inconsciente colectivo se ha acabado asociando gripe A a enfermedad grave con riesgo para la propia vida.
Para esa actitud mía de tratar al H1N1 como merece quizá me ha servido, y mucho, el conocer de antemano a través del mundo sanitario, al que estoy estrechamente ligado, que la gripe A para una persona que no está dentro de ningún grupo de riesgo –y yo no lo estoy- puede ser un poco más fastidiosa que la común pero ya está.
Lo cierto y verdad es que he tratado de principio a fin a la gripe como gripe y me ha ido francamente bien. Tan es así que, a una semana de dar los primeros síntomas y tras emplear los remedios caseros que me aconsejó el médico, puedo decir que me resta poco para volver a estar sano como un roble sano. Me queda un poco de debilidad corporal y fatiga que son secuelas propias durante un tiempo de cualquier proceso gripal.
Y eso sí, durante todo este tiempo de escalofríos, fiebre, sudores y decaimientos musculares, he vuelto a recordar esas gripes de la infancia eterna que te hacían enroscarte en ti mismo debajo de las sábanas mientras el mundo giraba y graba a tu alrededor ajeno a ti. No hay mal que por bien no venga…
Juan Luis Rascón
Diputado del PSOE por Córdoba