En el PSOE ya casi no se ofertan disimulos. La salida de
Pedro Solbes del Congreso de los Diputados
"no tiene importancia" -en palabras de
Leire Pajín- porque "ya se sabía" que se iba a ir. Al igual que
Jordi Sevilla y el ínclito
Cesar Antonio Molina. En la lista están el ex ministro de Justicia
Mariano Fernández Bermejo y otros exministros independientes. Nacieron para ser ministros y la vida como simple parlamentarios no les depara satisfacción personal y económica. Sólo hay que recordar que
Miguel Sebastián, cuando se dio el batacazo en el ayuntamiento de Madrid salió despavorido a su cátedra en la universidad de donde no salió hasta que tuvo encerado el despacho del ministerio.
La soledad de
Zapatero está acompañada de sus incondicionales que lo son hasta el día en que los despide. No despacha con nadie, toma decisiones personales amparadas en un colectivo de amigos con intereses empresariales y cada día el papel de la Comisión Ejecutiva y del Consejo de Ministros es más simbólico.
Ahora con un Partido Popular otra vez echado al monte, las defensas del socialismo se topan con una impopular subida de impuestos después de años de afirmar que bajar impuestos era progresista.
La OCDE y la Unión Europea anuncian demoras en la salida de España de la crisis mientras las cifras de parados amenazan con crecer. Sería época de juntar voluntades y de evitar la diáspora. Si el hallazgo de los independientes fue una fórmula magistral, ¿cómo se explica ahora su huída? Zapatero está demasiado acostumbrado a hacer una cosa y la contraria y no sería malo que centrara un plan estratégico para lo que puede ser el último tramo de poder de su vida.