Cada vez que un equipo de fútbol tiene una mala racha al primero al que echan es al entrenador, pero en política ocurre al revés porque es el entrenador el que echa a los jugadores de su equipo si cree que algo va mal. Las crisis de gobierno consisten en eso: en echarle la culpa de los fracasos gubernamentales a los ministros cesados, mientras que el Presidente o director del equipo se va de rositas como si no tuviese ninguna responsabilidad en el fracaso.
El problema de
Zapatero está en que apenas le queda gente a la que echarle la culpa de su incompetencia. Se le están yendo los mejores y en el banquillo sólo le quedan los que saben que para sobrevivir en la mamandurria hay que decir que sí a todo.
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El PSOE es un partido centenario y con una fortaleza política y social a prueba de cualquier embate. Ha sido capaz de sobrevivir incluso a los peores momentos de los peores gobiernos de
Felipe González, donde sus compañeros de viaje eran gente realmente solvente, aunque fuesen cómplices silentes de algunos de sus excesos.
Lo que no tiene un pase es el proyecto de Zapatero.
Al presidente del gobierno – que se rodeó de simples e inventarió a los complicados – se le ha acabado el fuelle.
La fase de propaganda se ha agotado en sí misma. Los proyectos ideológicos ya no dan más de sí, y la política de buenismo es como un embarazo psicológico, que pasados nueve meses no hay nada que se dé a luz.
A Zapatero ya no se lo creen ni los que le apoyaban desde fuera, pero algunos de sus propios compañeros de filas empiezan a declarar su desafección en voz alta.
La discreta huida de algunos de sus ex ministros es sólo una señal que tiene tintes de alarma porque algunos de los suyos ya empiezan a ponerle el cartel de “
liquidación por derribo” al proyecto de ZP.
No sé si ZP piensa lo mismo o si se consuela diciendo “aun me queda la Pajín”
Si (
No(
