El debate estrella sobre economía vino a confirmar lo sabido. Habrá subida de impuestos. No se sabe cuáles, ni en qué cuantía, pero la subida es segura. A partir de ahí, incertidumbre calculada. Y es calculada porque la cuantía de la subida y los impuestos que se vayan a "tocar" están en función de la negociación que el Gobierno haya decidido con los grupos de izquierda.
Con eso de que la política fiscal es instrumental, se habla de subidas y de bajadas con demasiada alegría y es que no sólo los mercados, las grandes empresas, las exportaciones necesitan de certezas. Esas certezas las necesitan, las necesitamos, sobre todo los ciudadanos a la hora de planificar nuestro
futuro más o menos inmediato. Si lo que se va a gravar son las rentas de capital, que con esfuerzo son fruto del ahorro de muchos españoles, no pocos, en función de esa política fiscal, podrían modificar sus previsiones, sus planes económicos. Instrumental, sí, pero necesidad de certezas, también. ¿Qué política, qué ley no es instrumental?.
Pero más allá del debate estrictamente económico, el debate dejó traslucir una situación política. Personalmente, me llamó la atención, me sorprendió, que el Presidente del Gobierno, de manera bien deliberada, rehuyera el cuerpo a cuerpo con
Rajoy. En un repaso a lo que han sido debates anteriores, hemos visto cómo el Presidente se crecía ante el líder de la Oposición, cómo buscaba la polémica directa. En esta ocasión, el Presidente, salvo alguna gracieta, huyó del cara a cara. Sostienen algunos que esto se debe a que no hay presión electoral inmediata. Sin embargo, más bien pienso es que por primera vez el presidente del Gobierno va siendo consciente de que su magia ya no tiene los efectos de antaño y si de algo sabe es de la medición de tiempos, de cuándo y cómo debe bailar en el alambre. Un poquito de ocaso de la figura del Presidente se detectó el miércoles en el Congreso.
Desde luego, no ha habido debate en el que se produjera tanta unanimidad a la hora de criticar al Ejecutivo. Ni uno solo de los portavoces fue capaz de esgrimir un argumento favorable al Gobierno y a su política ante la crisis. Pero también en esto hay que huir del trazo grueso y tomar la distancia suficiente para saber que la política, además de discurso, es actitud y en este campo se vio con nitidez cómo la estrategia ultima está ya trazada. Los partidos de la izquierda, cómo ERC, ICV, BNG y Nafarroa Bai, destilaron un ánimo de acuerdo. Y el Presidente lo sabe y además es lo que quiere, por eso excluyó a priori un pacto económico con el PP. Y no está mal. No está mal saber que hay dos modelos, dos fórmulas para afrontar la crisis y no está mal saber por cual ha optado el Presidente. Y de esta opción tendrá que rendir cuentas y los españoles tomar nota de sus resultados, unos los resultados, a efectos de los ciudadanos, que no van a medirse por las cifras macroeconómicas, sino por la reducción del paro, o mejor dicho, por la creación de empleo.
Parece que de nada de esto van a hablar el jefe del Ejecutivo y el líder de la Oposición, empeñado en reducir no tanto el gasto público como el gasto corriente del cúmulo de Administraciones que tenemos en España. No se trata de restar dinero a la Sanidad, ni a la Seguridad, ni a las coberturas sociales. Se trata, en todo caso, de un repaso sincero, arriesgado y solidario en la acción y gestión diaria de todas, absolutamente todas las Administraciones. Es seguro que si analizan con lupa los gastos que hoy se consideran normales, será muy fácil concluir que muchos de ellos pueden ser rebajados sin que se pierda eficiencia.
En este encuentro se hablará de Educación, pero poca efectividad tendrá cualquier acuerdo si no se implican y se hace corresponsables a las autonomías. En ellas reside la competencia. En todo caso, hay que constatar un dato: todas las leyes de Educación que ha habido en España en las últimas décadas han sido aprobadas por Gobiernos socialistas. En los ocho años de Gobierno del PP, se elaboró una ley que no llegó a entrar en vigor. Aquí también hay que hilar fino, porque los cambios efectivos que ha habido, han sido siempre propiciados por los socialistas; el intento de los populares quedó en nada, porque nunca se llegó a aplicar. Y es que para lo malo y para lo bueno conviene no olvidar que de treinta años de democracia, tan sólo ocho han sido gestionados por el PP.