Todos los años el doctor
Jacobs organiza en Maastricht uno de los seminarios más especializados en técnicas cardiovasculares, en los que se dan cita los mejores cirujanos del mundo, entre ellos los titulares del Hospital Primero de Octubre de Madrid y del Vall d´Hebrón de Barcelona. Pero, su proyecto estrella es, sin embargo, la creación de un hospital transfronterizo, que haga realidad los proyectos eurorregionales de la Unión Europea. Es precisamente en ese marco, y a iniciativa de la Asociación de Periodistas Europeos, que el doctor Jacobs accede a ser entrevistado en su despacho del Klinikum de Aachen. Es un ámbito diáfano, limpio de papeles pero pleno de aparatos de tecnología de vanguardia. Dispone de videoconferencia permanente con su equipo de Maastricht, y con conexiones diarias con Chicago, Madrid y Barcelona. Sus operaciones no son transmitidas en directo “
para evitar la posible distracción que significa atender simultáneamente a la cámara, a las preguntas de sus adjuntos y al paciente”, pero son grabadas siempre para analizarse en los numerosos seminarios que imparte a lo largo del año. Cuando él mismo no está en el quirófano, contempla en directo las operaciones que realizan los miembros de sus equipos, imágenes que le llegan en directo a las pantallas de su despacho.
¿Qué diferencias habrán entre el Centro Cardiovascular germano-holandés y el hospital transfronterizo que Francia y España van a construir en Puigcerdá?
La iniciativa franco-catalana es muy importante, porque se trata de un hospital general para dar servicio a un área de 135.000 personas, con 66 camas. No obstante, el edificio estará situado de un lado de la frontera, aunque tengan derecho a ser asistidas las personas que habiten en Francia, conforme a un protocolo que, según mis noticias, se está elaborando ahora mismo. Por nuestra parte, nuestro centro es únicamente especializado en enfermedades cardiovasculares, es decir relacionadas con el corazón. Nuestro proyecto prevé 400 camas, asistidas tanto en el régimen de la Seguridad Social como para clientes de todo el mundo en régimen de atención privada. La densidad de población del área que abarcará el hospital transfronterizo puede cifrarse en tres millones de personas. Pero, la mayor diferencia a mi juicio es que este hospital estará edificado encima mismo de la raya fronteriza, y eso no es un capricho.
¿Es por tener las ventajas de los dos lados de la frontera y evitar los inconvenientes?
Lo que queremos es que se hagan realidad las posibilidades que brinda la eurorregión, es decir el instrumento puesto en pie por la UE para conseguir la integración comunitaria entre los ciudadanos. A día de hoy es evidente que las diferencias entre los Estados son todavía muy amplias, y en el ámbito de la sanidad y la medicina, también. Nuestro hospital tendrá dos entradas, una por Alemania y otra por Holanda, aunque en el interior los pacientes reciban la misma y común atención. Pero con ello se evitará, por ejemplo, que una legislación sanitaria diferente impida que algunos de nuestros pacientes puedan sufrir restricciones en el tratamiento de sus dolencias, o que una determinada compañía aseguradora pueda esgrimir esa legislación diferente para rechazar total o parcialmente un determinado tratamiento.
¿Cómo ven los políticos este proyecto?
Espero que superen sus prejuicios nacionalistas y lo apoyen como lo hacemos los profesionales de ambos lados de la frontera. Es probable que determinadas iniciativas, vistas desde capitales como Berlín o La Haya, despierten reticencias, porque a fin de cuentas el desarrollo de las eurorregiones equivale a dar poder a centros de población periféricos en detrimento de las capitales tradicionales. Pero, en todo caso, tanto las municipalidades de Maastricht y Aachen como los hospitales universitarios de ambas ciudades están entusiasmados con un proyecto que, en nuestro caso, aspira a ser el mejor centro cardiovascular del mundo.
En el caso del hospital franco-español los médicos y enfermeras estarán obligados a saber francés y catalán. ¿Qué requisitos idiomáticos se exigirán en su caso?
Mi teoría es que hay que hablar el idioma del paciente. Tanto mi actual equipo en Aachen (25 personas) como en Maastrtricht (30) hablan holandés, alemán e inglés, pero si tenemos pacientes que hablan otro idioma creo que estamos obligados a facilitarle, mediante intérpretes muy cualificados, el entendimiento de lo que le hacemos y cómo le tratamos. Hace apenas unos días yo mismo he realizado una intervención muy delicada a un turista danés, y naturalmente exigí a la dirección de mi hospital que buscara y pusiera a mi disposición de inmediato a un intérprete que explicara en danés fielmente al paciente la delicadeza de la intervención que iba a sufrir.
¿Considera difícil el reclutamiento de quienes vayan a trabajar en su hospital transfronterizo?
No, en absoluto. Lo más peliagudo será armonizar los requisitos exigibles para cada puesto de trabajo, tanto para los doctores como para las enfermeras, personal auxiliar o administrativo. Para comprender la complejidad, valga mi propio ejemplo: cuando me llamaron para dirigir el Servicio cardiovascular en Aachen, hube de someterme a un examen de idoneidad y homologación, dada mi titulación holandesa y norteamericana pero no alemana. La prueba fue tan exigente como amable, porque lo anecdótico en mi caso fue que los examinadores eran mis propios discípulos.
¿Por qué su empeño en que su hospital esté ligado a Universidades?
Porque creo sinceramente que es el mejor escenario para la investigación e innovación médica y, además, porque es el mejor vivero para encontrar las verdaderas nuevas vocaciones sanitarias. Y, a partir de ese ambiente, es posible rediseñar una nueva arquitectura en la relación con los pacientes.
¿Y en qué consiste esa nueva arquitectura?
Básicamente en admitir por nuestra parte que es el paciente el que dicta los tratamientos y las operaciones. Me explico: nadie sabe mejor que el propio paciente la intensidad del dolor que sufre y de las molestias que le causa. Él no lo expresa de manera científica sino a través de sus gestos, de sus síntomas, de su propio idioma y de su cultura, pidiendo en consecuencia que se le administre lo necesario para su bienestar y para curarse. Es a nosotros que corresponde saber interpretar fielmente lo que quieren decir esas expresiones y concederle lo que precisa, aunque él mismo no sepa decirlo en términos técnicos. Pero, ése es el principio, a partir del cual la relación médico-enfermo debe ser intensa y lo más íntima posible. La complejidad de las operaciones que mis equipos realizan ahora mismo llevan aparejado a menudo riesgo de muerte. Esto es tan serio que exige muchas veces y mucho tiempo de conversación entre médicos y paciente, de forma que éste sea el dueño consciente de sus propias decisiones, tan trascendentales que se juega la propia vida.
¿Qué más habrá de modificarse para hacer posible esa nueva relación paciente-médico?
Pues, entre otras, conseguir que el hospital sea una construcción que rompa con la imagen tradicional. Sí, ya me han dicho muchas veces que este Klinikum de Aachen parece una central nuclear. No sé si al final el nuevo hospital transfronterizo será algo así, pero desde luego no se parecerá a la imagen de punto de encuentro de enfermos dolientes que existe en muchos casos. Queremos que incluso la iluminación aporte calidez para que el paciente se sienta como en su casa. Y, por supuesto, habrá que conseguir agilizar el transporte. Las ambulancias han de poder circular libremente para transportar a quién requiera atención inmediata, sin que trabas administrativas fronterizas hagan perder tiempos que resultan preciosos.
¿La burocracia es un lastre para este tipo de innovaciones?
Cada cosa tiene su lugar. Si el proyecto está bien realizado, atendiendo a todos los detalles y exigencias, si se han diseñado con rigor todos los protocolos y establecido los códigos de actuación, las operaciones y tratamientos se realizarán con todas las garantías. Por supuesto, no solo estamos gestionando toda la necesaria burocracia sino que desde este mismo mes de septiembre ya estamos operando de manera virtual como si el hospital ya estuviera funcionando.
Hablemos finalmente de la madre de todos los proyectos, el dinero…
Nuestra última estimación es que la puesta en marcha del hospital costará 300 millones de euros [38,5 es lo presupuestado para el hospital franco-español de la Cerdaña], que espero obtener principalmente de las instituciones europeas y de los inversores privados. No espero aportaciones financieras por el contrario de los gobiernos de Holanda y Alemania. Me conformo, porque es un pilar decisivo, con que sostengan políticamente el proyecto, una pieza más al fin y al cabo de la construcción europea y de la integración de sus ciudadanos.