Las políticas del Estado deben ser manejadas con visiones de mediano y largo plazo para hablar de que construimos un país. Nuestro servicio diplomático ha venido en las últimas décadas no solo mejorando sino que ha estado también al margen de los vaivenes políticos, profesionalizándose en todos sus niveles, por lo que no se puede prescindir del personal en áreas tan específicas, para colocar a los partidarios o parientes de los gobernantes.
Los líderes que dirigen nuestros países pretenden refundar sus patrias y algunos creen que antes de ellos todo fue malo y que si prescindimos de sus genialidades, vendrá el diluvio. Las consecuencias se reflejan en crisis innecesarias y en los impasses con el gobierno de Colombia.
Vemos que cancilleres, de ambos países, de diplomacia no tienen la más remota idea y son simples voceros de visiones fanatizadas que entorpecen un verdadero diálogo.
Las diferencias se arreglan intercambiando opiniones, cruzando ideas, negociando hábil y reservadamente y no con declaraciones altisonantes que buscan notoriedad y demuestran inmadurez e inexperiencia. Anhelamos que en la cita nuestros cancilleres no busquen notoriedad personal o exhibicionismo mediático y que acuerden la privacidad necesaria en las reuniones previas entre los mandatarios.
Es de esperar que el retorno de la cordura que han demostrado los dos mandatarios también se haya acogido o impuesto a sus respectivas cancillerías más aún cuando presidiendo Unasur sería trágico convertirnos en sepultureros de la extraordinaria idea de buscar una unión real entre nuestros países.