Lola Lemos ha muerto a los 96 años. Es la última de seis hermanos que desaparece. Carlos, el más famoso de la familia, falleció en 1988. Pertenecieron a una familia de cómicos de la legua, y no es tópico, sus abuelos recorrían España en los transportes rudimentarios de final del XIX y principio del XX. Uno de sus tíos, Gaspar Campos, fue primer actor y empresario del teatro Lara durante décadas e intervino decisivamente en la promoción de sus sobrinos. Ya en los años treinta, Carlos, Lola, Trinidad y Herminia Lemos lograron situarse en los teatros de la Capital.
Lola Lemos nació en 1913 en Brea de Aragón, durante una gira de sus padres. Como sus hermanos apareció en los escenarios desde niña, aunque se hizo un hueco destacado en los teatros de Madrid antes de la Guerra Civil. Fue habitual en los repartos del teatro Español, María Guerrero, Infanta Beatriz o Goya, donde actuó en la compañía de Lola Membrives. Pero también compartió cartel con leyendas como Irene López Heredia, Mary Carrillo, Hortensia Gelabert o María Bassó.
Estrenó títulos nacionales y extranjeros de gran interés: “La carta”, de Somerset Maugham (1944); “El sexo débil hace gimnasia”, de Jardiel Poncela (1946); “El largo viaje del día hacia la noche” (1960) o “La llegada de los dioses”, de Buero Vallejo (1971)
Con ochenta años aún se subió al escenario en la producción veraniega de “El cianuro ¿solo o con leche?” para la Muralla Árabe. Después volvió a la televisión, donde ya había conseguido destacar en series tan recordadas como “Historias para no dormir”, “Cañas y barro” o “Anillos de oro”. Y fue la madre de “Curro Jiménez”.
Sus últimos años le dieron una popularidad que no había conseguido en teatro, donde sí era una actriz reconocida y querida. Hasta hace poco más de un año seguía interviniendo en todas las series que necesitaban una anciana. Como Aurora Redondo, ha trabajado hasta los noventa y cinco años. Sus restos serán incinerados en el Cementerio de La Almudena.