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El Plan E, el empleo y los gorrones

lunes 03 de agosto de 2009, 12:11h
El Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero puso sobre la mesa 8.000 millones de euros a disposición de los ayuntamientos españoles para iniciar obras nuevas municipales y crear empleo. Hasta la fecha decenas de miles de personas han sido contratadas, lo que está suponiendo un alivio para el registro de desempleados y para los sin trabajo. En principio, un granito de arena para estimular el crecimiento económico e impulsar nuevas contrataciones. Parece ser que las grandes constructoras se han llevado una buena tajada y que las pymes, a las que fundamentalmente iban dirigidas estas obras del Fondo de Inversión Local del Ejecutivo estatal, son las que ejecutan estos proyectos.

En Madrid, los gigantes del ladrillo (ACS, FCC, Sacyr y Ferrovial, entre otros) se han llevado ya el 35 por ciento de lo adjudicado. En los primeros momentos, debido a la fuerte puja por estas obras públicas municipales, muchos concursaron y, para llevarse el gato al agua, se produjeron rebajas de hasta el 20 por ciento sobre el precio de licitación. Este hecho obligó a muchas pequeñas empresas a establecer cuantías económicas ridículas para hacerse con el contrato, a sabiendas de que el beneficio esperado sería ninguno. Ya con las obras en marcha se detectó por parte de las pequeñas sociedades que el precio al que ellos realizaban los trabajos era casi de saldo.

De muestra un botón: un autónomo que conducía una retroexcavadora por un pueblo del sureste de la Comunidad de Madrid y al que me encontré en un  bar de la misma localidad me expone cómo ha conseguido hacerse con el trabajo. Después de llevar varios meses sin encontrar un trabajo decente, un  subcontratista le llama y le ofrece realizar unas zanjas y 22 euros por hora trabajada. Va en una cuadrilla integrada por él y otros cuatro operarios de la construcción. Durante la comida, ellos en una mesa y yo en otra, descubro que están contentos de tener empleo aunque sea por unas horas y hasta los cojones de sufrir el calor del verano en las espaldas descubiertas para que otros, los subcontratistas, se lo lleven crudo sin mover un músculo de su cuerpo.

Entre risas y palabras altas, el de la máquina que destroza el suelo con su pala recogedora asegura que la obra citada recayó en una empresa, que a su vez la subcontrató con otra más pequeña, y que ésta hizo lo propio. La cadena sigue y pasa por varias manos gorronas más hasta que llega al que suda y realiza lo solicitado. Muchas palabras bonitas de los que mandan referidas al nuevo modelo de desarrollo económico, tras la crisis del capitalismo salvaje de los capitalistas de siempre, pero poca chica de verdad porque los que se arruinaron y sacaron pecho gracias a las ayudas públicas siguen haciendo lo mismo de siempre, es decir, llevárselo crudo y calentito.

Eso dicen los currantes de esta obra del Plan E de Zapatero, quien a lo mejor no ha caído en la cuenta de que es posible impedir a través de una ley tanta subcontrata. A lo que íbamos, que la obra en cuestión fue adjudicada por un precio que permite pagar a 35 euros la hora trabajada,  pero resulta que quien ganó el concurso la cedió a un precio más bajo a una sociedad que repitió la operación. Al final, llega a un trabajador de la construcción dedicado a las excavaciones para otros —que tiene que traer su máquina en otra máquina mayor, lo que le genera gastos— para llevarse 22 euros por hora trabajada. Al final, menos da una piedra, dice el de la retroexcavadora, quien tras observar que les miro y escucho con atención me invita a sentarme con ellos. A la hora de llevarse lo suyo, añade el mismo currito, se lleva un euro menos por hora, si quiere cobrar en efectivo en vez de recibir un recibo o pagaré a no sé cuánto tiempo.

El Plan E está bien, los parados contratados, contentos de pillar algo de curro y los gorrones, lo que  tienen por hábito comer, vivir, regalarse o divertirse a costa ajena, son los grandes beneficiarios. Cuando me despido de ellos, me gritan desde la máquina que cuando el latrocinio es legal es que algo no marcha bien.
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