Pensar el mundo periodístico desde una sola categoría es negarse a ver sus entrañas. La realidad de un periodista que ha llegado a la silla de la dirección de un diario de prestigio no es la misma que la de un “obrero” de la información cotidiana en una radio nacional. Es sano y sobre todo justo con los trabajadores rayar fronteras y comprender contextos. Podemos hacerlo desde cifras concretas. En un reciente estudio de la publicación Medios a la vista del Observatorio Nacional de Medios, Álvaro Hurtado pone en evidencia la fragilidad de la situación laboral de este gremio (resultado de una encuesta realizada a 764 periodistas en La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz en el año 2007). Vale la pena partir de evaluaciones generales para luego plantear interrogantes sobre la particularidad de los grupos.
Comencemos la rápida radiografía con el tema de la plata: el promedio salarial es de 3.000 bolivianos. Ahora separemos en función del soporte del medio:
Bs 3.000 en medios escritos,
Bs 4.500 en medios televisivos y Bs 2.500 en medios radiales. No queda otra que apuntar a las diferencias enormes entre el salario de un presentador estrella de la televisión, el del editor de seguridad de un periódico o el de la periodista de economía de una radio local. Es altamente probable que la estrella cobre en miles de dólares, el editor ronde el promedio y la periodista radial se conforme con mucho menos de los Bs 2.500.
Horas trabajadas: alrededor de 12 y con frecuencia se incorporan turnos de noche, en fin de semana y en días feriados sin remuneración extra. El 32% no tiene una computadora propia, al 40% no le dan material de escritorio y sólo una cuarta parte tiene provisión de libreta y bolígrafo. El 63% afirma tener acceso a teléfono fijo y un porcentaje similar tiene acceso a un teléfono celular proporcionado por la empresa. Otra vez impera recordar que estas cifras son determinadas por una mayoría de hacedores de la información que quedaron fuera del mundo privilegiado del periodismo. Son los constructores día a día y sin feriado de las informaciones que recibimos sin descanso, porque sin descanso, y con sus propias libretas y grabadoras, las tejen ellas y ellos desde todos los rincones del país.
Concluyamos con la tensión en el ambiente de trabajo que revela, otra vez, cifras inquietantes. El 28% denuncia maltrato verbal en las relaciones con sus fuentes informativas, el 18% amenazas y el mismo porcentaje discriminación. El 12% ha sufrido agresión física y el 6% admite algún tipo de acoso. ¿Qué tipo de presiones? El 22% de los encuestados dijo que su jefe le pedía cambiar el contenido de la noticia o el enfoque. Modificar un enfoque, está claro, no es censurar el trabajo de un periodista per se. Se necesitaría una observación más fina para ver cuándo piden los jefes cambiar en función de criterios estrictamente periodísticos y cuándo piden cambiar en función de posiciones políticas contrarias a la visión de quien originalmente construye la información. Un dato más: el 17% afirmó que por lo menos una vez le habían pedido no consultar determinada fuente. Grave. Por eso estamos invitados a discutir las condiciones de producción de este campo trazando las duras fronteras entre periodista y periodista.
* Doctora en comunicación
lapinbenavente@hotmail.com