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El tuteo como compadreo político

El tuteo como compadreo político

viernes 30 de marzo de 2007, 18:22h

Ya ven lo que puede dar de sí un café: hasta ser portada de todos los medios de comunicación y hacer famoso, de paso, al autor de la pregunta a Rodríguez Zapatero, un paisano hasta ayer anónimo, Jesús Cerdán. Pero a mí no me perturba que el presidente del Gobierno ignore el precio de cualquier fruslería. Si eligiésemos a nuestros representantes sólo por sus conocimientos enciclopédicos, votaríamos al Espasa, en vez de a simples mortales como nosotros. Si acaso, me fastidia que a los diputados el café les salga a mitad de precio que a los ciudadanos del otro lado de la Carrera de San Jerónimo.

Lo más llamativo, con todo, de la entrevista múltiple a Zapatero en TVE fue que mientras los asistentes le hablaban de usted, él tuteaba a todo el mundo. Se trata de un estilo personal, sin duda, de una actitud no premeditada, seguro, pero que confería al presidente un indeseado tono paternalista, de superioridad, que desvanecía la presunta horizontalidad del encuentro.

Ya sé que nuestro idioma propicia el tuteo y la consiguiente familiaridad que practican hasta gentes que se ven por primera vez en la oficina o en el mercado. Otras lenguas, como el francés, lo utilizan en contadas e íntimas excepciones, y algunas más, como el inglés, al carecer de él imprimen a sus relaciones un carácter eminentemente formal.

En las entrevistas informativas, el tuteo suena inevitablemente a compadreo, a acuerdo previo entre entrevistador y entrevistado y, por eso, lo proscriben todos los libros de estilo periodísticos, que como todo el mundo sabe son los textos más incumplidos junto con el Código de la Circulación.

Siempre hay, sin embargo, quien empieza a tutear a su entrevistado a la primera de cambio, como si eso le otorgara una mayor intimidad con el personaje y un mejor conocimiento de sus interioridades. Recuerdo que en una ocasión, momentos antes de entrar en un directo televisivo con un famoso novelista, un veterano contertulio me preguntó en un aparte: “¿Y éste qué escribe?”. Con los dos datos que le di se lanzó a tumba abierta en cuanto comenzó el programa: “Oye, Fulano —le dijo, como si lo conociese de toda la vida—, tú eres un autor muy leído por mujeres. ¿Se debe a los personajes tan intimistas que describes?”

No creo que nadie justifique tanta desenvoltura. Por eso, prefiero a aquella otra colega que hubo de entrevistar a su pareja sentimental y se dirigió a él todo el rato de usted. Fue como un aviso a quienes conocían su relación: a éste no le doy ninguna ventaja sobre cualquier desconocido, vino a decir.

Por mi parte, seguiré reservando el tuteo para la intimidad y desearía que nuestros políticos hicieran lo mismo cuando su relación no sea la de un partido de fulbito, sino la equilibrada y recíproca que debe existir entre administrador y administrado. 

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