Paradójico
viernes 30 de marzo de 2007, 13:47h
El ser humano lo es. La pasada semana impartía un Experto en Ciencias Forenses y Criminológicas en la Universidad Autónoma de Madrid, unas estudiantes en grupo pedían unas raciones de paella y un mini de cerveza, la respuesta que recibieron es no, no se les podía administrar alcohol, sin embargo unos metros más allá, más de mil quinientos jóvenes celebraban la fiesta denominada de “San Canuto”, la mayoría de estos “emporrados de marihuana” no son universitarios, quizás ni son estudiantes.
Solicitamos al padre Estado dureza, agravación de las penas, pero somos ridículamente permisivos. Esta es una sociedad de contradicción, decimos muchas veces a los hijos no seáis competitivos pero presentaros a las oposiciones; nos echamos las manos a la cabeza de que haya acoso escolar mientras machacamos al compañero; nos asustamos de la sombra y nos agarramos al bulto.
Cuando no se educa con el ejemplo, en el momento en que el valor dinero es el becerro de oro no podemos o al menos no debemos sorprendernos de que haya jóvenes consumistas que se planteen como meta de futuro ser ricos. Estamos llenos de incoherencias, de incongruencias, de antinomias. ¡Cuánta gente dice yo no soy racista! y a partir de aquí lanza absolutas proclamas xenófogas. Quizás sea nuestro ser, nuestra contradicción, una característica humana. Nos es difícil expresar lo que sentimos, por eso fantaseamos lo inalcanzable, por ende callamos nuestro yo profundo. Y así seguimos generación tras generación escribiendo la historia según la percibimos, subjetivamente.
No nos conocemos ni a nosotros mismos, cuánto menos a los demás, aunque estén próximos. Somos paradójicos, a veces serios, cansados, en otros momentos esperanzados, infantiles. Precisamos seguridad en nuestro vehículo, en nuestra pareja, en nuestro trabajo, en el futuro, pero nos sorprende la realidad, lo que se nos escapa que es mucho. Hablamos con seguridad, nos ratificamos, pero quizás debiéramos trasladar a nuestros descendientes que no conocemos el lado oscuro de la luna, que la verdad no entendemos como funciona este ordenador, ni por qué esta bombilla da luz, ni tantas y tantas cosas.
Nos acostamos con seguridad de amanecer y sin embargo nos da miedo la anestesia. Nos aburren muchos comentarios y nos sorprendería que nos dijeran que nosotros también aburrimos. A veces un minuto se nos hace eterno y por contra un fin de semana se nos escapa de las manos. No ser predecibles resulta atractivo, pero no se si nos gusta.
Un día, mejor una noche, miramos al universo y nos percatamos que donde estamos es casi invisible y nos inundamos del sentimiento de lo inabarcable de que somos casi nada. Amanecemos y nos sentimos importantes, casi, casi irremplazables.
Tenemos fe en el futuro, en que dejaremos huella, pese a percibir que esta tierra no es otra cosa que el polvo sedimentado de quienes nos han antecedido.
Quizás este artículo busca una trascendencia que se sostiene en la más inocente simplicidad y es que no somos otra cosa que deseo, a veces llegamos a dudar de si existimos.
Paradoja, no más un ir y venir, un decir preciso tiempo para mí y no dar los pasos en esa dirección, un envejecer sintiéndose joven, un ver a los hijos mayores sin apenas darse cuenta, un perder a amigos sin tiempo para despedirse.
Javier Urra es Psicólogo Forense y asesor de UNICEF