La sesión parlamentaria del martes, que cerraba el debate sobre el Estado de la Nación, nos ha dejado al personal con la boca abierta, o sea, que si ya no la teníamos bastante, se nos ha puesto más cara de tontos. Tiene razón
Rosa Díez cuando califica lo sucedido de
“espectáculo bochornoso” porque eso es lo que fue semejante ceremonia de la confusión.
Ya sabemos (ya lo sabíamos) que nadie está aquí por la labor de alcanzar un gran pacto de Estado para salir de la crisis, pero el presidente
Zapatero habló en el debate de ir hacia un nuevo “
modelo productivo” y seguimos sin saber de qué demonios habla. Más aún, de las medidas concretas que anunció, casi
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nada queda después de pasar por el trámite de la negociación con los partidos de la oposición. Volvemos a poner el carro delante del caballo y a confundir el huevo con el fuero. ¿Qué es lo que aplaudía el martes la bancada socialista?
Ahora la supresión de la deducción por la compra de vivienda, las ayudas para adquisición de automóviles, la reducción del impuesto de sociedades o la dotación de ordenadores a los alumnos de primaria, han quedado en poco más que declaraciones de intenciones y a resultas de futuras negociaciones en el proceso legislativo, si lo hay. Y todo porque Zapatero quería a toda costa no dar la sensación de que está más solo que la una:
“Quien tiene capacidad de diálogo, de sumar y de unir, se ha demostrado que es quien tiene la mayoría”, dijo; como si a estas alturas del partido eso nos importara una higa a la parroquia; como si el ejercicio ramplón de acordar vaguedades sirviera para algo.
Pero no queda ahí lo sucedido el infausto martes. Una vez conocida la sentencia que condena a un general, un comandante y un capitán por las identificaciones erróneas del Yak-42,
Trillo hizo una huida hacia delante y, sin admitir preguntas de los periodistas, aseguró que los militares condenados actuaron de
“buena fe”, añadiendo esa gilipollez tan habitual de
“respeto la sentencia, pero no la comparto”. Y ahí va a seguir don
Federico, sin moverse un centímetro en la poltrona de la portavocía de su grupo en la comisión de justicia, ni de su escaño.
¡Qué gente! Uy, perdón.