El trabajo de ministro es efímero y en muchos casos ni siquiera deja huella. Porque, ¿quién se acuerda de la mitad de los integrantes de los sucesivos Gobiernos de Rodríguez Zapatero? La mayoría del personal ignora, incluso, el nombre de Elena Espinosa y eso que es, junto a Fernández de la Vega y Miguel Ángel Moratinos, uno de los tres únicos supervivientes de aquel primer Gabinete de 2004. Sic transit gloria mundi, que decía el clásico.
La prueba de que no hay que hacer nada útil para ser ministro la tenemos en el mantenimiento en sus respectivas carteras de las inanes Beatriz Corredor, Cristina Garmendia y Bibiana Aído, que sólo han descollado por los lapsos
verbales de esta última. El que en pleno deterioro de la economía no se hayan recortado ministerios prescindibles, con competencias transferidas en su mayor parte a las comunidades autónomas, como son los de Sanidad, Cultura y Educación, demuestra que el Consejo de Ministros sirve más bien para apaños personales de su presidente de turno que para otras cosas.
En esa clave de jugadas más complejas hay que entender la incorporación de un hombre de partido como José Blanco, para equilibrar con él tanto amateurismo de cuota y darle además una plataforma mediática desde la que asaltar la Xunta de Santiago dentro de cuatro años, una vez descubierto que Pepiño es capaz de hablar gallego en público. Porque la reciente crisis ministerial, no nos engañemos, no se deriva del desgaste de éste o de aquel ministro, sino de la descomposición del esquema de poder político en nuestro país, agravada en gran medida por la crisis económica.
Tras el cambio del Gobierno de España vienen en cascada el de Galicia, con el relevo de Pérez Touriño por Núñez Feijóo. Después, el del País Vasco, con la entronización en la lehendekaritza de Patxi López, de la mano de Antonio Basagoiti. Pero tampoco será manca la inmediata remodelación del Gobierno andaluz, al marcharse el incombustible Manuel Chaves y llevarse con él a Madrid a su hombre fuerte, Gaspar Zarrías, auténtico poder de facto en Sevilla durante todos estos años.
Probablemente, éstos no serán los únicos cambios provocados por el creciente desgaste político de las diferentes administraciones. En Castilla-La Mancha, José María Barreda tiene abiertos los frentes de la intervención de la caja de ahorros regional, la caducidad o no del trasvase Tajo-Segura y el nuevo estatuto de autonomía. Pero crisis la hay también en el Gobierno de coalición de Baleares y hasta en la Comunidad Valenciana, donde Paco Camps habrá de enfrentarse al caso Gürtelcon consejeros más capaces que bastantes de los actuales.
Está visto, pues, que los aspirantes a ministro en muchas Comunidades aún van a tener más oportunidades de las que se merecen.