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Un país loco, loco, loco...

viernes 13 de marzo de 2009, 10:08h
Los diarios de este viernes, al fin y al cabo limitados en su espacio, no ofrecen, entendemos, una panorámica lo suficientemente completa de lo que Diariocrítico titulaba esta mañana Un país políticamente desquiciado’. Y, si no fuese porque también nosotros estamos y somos, como los demás, limitados, podríamos haber añadido: ‘...y económicamente arruinado’.

La lista, a botepronto, es impresionante. Casos de presunta corrupción que se destapan y partidos que denuncian a los jueces; la vicepresidenta, a cuyo cargo parece que aspiran otros, abronca a los subsecretarios ante la crisis económica; la Asamblea de Madrid, en llamas, se queda vacía como protesta ante la fantasmal ‘comisión de investigación del espionaje’ cortocircuitada por una Esperanza Aguirre obviamente preocupada ante lo que pasa en su Comunidad y en su partido; los socialistas madrileños se enfrentan a su ejecutiva federal boicoteando los actos de homenaje a las víctimas del 11-M porque los organizó Aguirre; el PNV amenaza con ‘echarse al monte’ ante la inminencia de perder Ajuria Enea; los medios -algunos medios- publican dossieres con intencionalidad política (o sea, poner y deponer gobiernos); IU y CCOO plantean una posible huelga general, mientras la patronal rompe el diálogo social; los inmigrantes denuncian redadas racistas, y los estudiantes se lanzan a la calle contra el ‘plan Bolonia’.

Pero seguimos. Muchas tiendas se venden o traspasan; los autónomos se quedan sin autonomía y sin trabajo; la guerra ‘política’ en las cajas llega a los titulares. ¿Cuántos parados más habrá en las estadísticas de marzo?

Y lo de Baltasar Garzón, y la huelga de jueces, y el atasco de casos pendientes, pesando sobre la credibilidad de los españoles en la justicia.

Nunca hemos querido pintar escenarios catastrofistas, como tantas veces ha hecho -no ahora, es la verdad- la oposición a Rodríguez Zapatero. Pero la situación en el Ejecutivo -y en la oposición, claro- es verdaderamente preocupante; el Parlamento sigue como de vacaciones, sin proyectos de ley que llevarse a la boca, sin debates interesantes o importantes a la vista; el judicial ya se sabe, y el ‘cuarto poder’...¡ay, el cuarto poder, que ahora es el menos poderoso, el más sumiso, el más frágil de los poderes!

La pelota está, nos parece, más en el alero del Ejecutivo que en otros prados. Si Zapatero cree que así podemos llegar hasta después de las elecciones europeas de junio, para entonces organizar un aseado debate sobre el estado de la nación, cambiar un par de ministros y tender una mano al Partido Popular-que, se supone, para entonces habrá salido del marasmo interno en el que incluso algunos militantes ‘disidentes’ de la línea Rajoy, y la propia corrupción de algunos, lo quieren sumir- en cuestiones puntuales, se equivoca. Un mes más a razón de ciento cincuenta mil parados -aunque dicen que esa cifra disminuirá ‘algo’, quiéralo Dios- lo descabalaría todo. Así, ni a las esperadísimas vacaciones de Semana Santa, ni el paraíso de Doñana, van a conceder un respiro a un Zapatero cuyas ojeras muestran su grado de preocupación, lógico, pero que no evidencia signos de grandes arrancadas ni de ideas verdaderamente revolucionarias.

Este periódico ha hablado mucho de la necesidad de un pacto nacional en el terreno laboral, en el económico y en el político. Es decir, algo que sea lo más cercano posible a esa gran coalición de la que hablábamos ya hace un año, cuando las elecciones, que afronte los enormes retos y peligros por los que hemos de surcar y que ya vemos que un gobierno en solitario no puede ya afrontar, y posiblemente no por su culpa.

Con parches no se curan las grandes heridas ni las aspirinas sirven para el cáncer. Claro que ‘esto’, todo lo enumerado -y lo que nos hemos dejado en el tintero...-tiene cura, a nivel internacional y en el nacional. Pero hace falta un equipo completo, no solamente sanitarios de urgencia improvisando los diagnósticos y las soluciones. Ha llegado el momento de las grandes soluciones y eso exige un coraje que al presidente le suponemos, un sentido común que al jefe de la oposición le adivinamos, una experiencia que a los equipos de los partidos, de la patronal, de los sindicatos, de los bancos, de la Universidad, les deseamos.

Es la hora de los mejores y de las soluciones de alto vuelo, no de paso rasante y alicorto. Si, como dice un diario esta mañana, la propia Fernández de la Vega, que es quien tiene la manguera para apagar tantos fuegos, les dijo a los subsecretarios algo así como “¡No sois conscientes de la situación que atravesamos!” (lo desmentirá en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros, seguro), la cosa está clara. Los españoles empobrecidos, atemorizados, desconcertados, esperamos iniciativas decisivas, trascendentes. Esperamos mucho de aquellos que nos representan. ¿Nos lo darán?
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