No son buenas noticias

No es una buena noticia que el presidente del Gobierno diga que su Gobierno no va a consentir “que se intimide a los jueces, a los fiscales y a los policías en la  lucha contra los delitos de corrupción” y que pase por encima de los encuentros “casuales” de su ministro de Justicia, el juez Garzón y otros altos cargos judiciales. O que ese ministro no cumpla la misma ley que obliga a todos y, encima, lo califique de “anécdota”. No es una buena noticia que se rompa el secreto del sumario de un caso no una sino cincuenta veces y que nadie actúe o abra una investigación. Los españoles tienen derecho a que el presidente y sus ministros simplemente cumplan la ley y la hagan cumplir. Con  eso nos daríamos por satisfechos.

No es una buena noticia que el ministro del Interior, precisamente él, uno de los pocos que se salvan de la penuria del equipo gubernamental, diga que si hay cargos del PP que han dimitido o han sido cesados es “porque están implicados” en casos de corrupción. Aunque lo parezca, como ministro un poco más que todos los demás, está obligado a respetar el principio constitucional de “presunción de inocencia”. Y además, debería estar más callado aún tras el escándalo de las detenciones irregulares, selectivas y con cupos de inmigrantes irregulares.  Personas como usted y como yo.

No es una buena noticia que el PP no haya creado una comisión de investigación interna para aclarar hasta dónde su partido ha favorecido, permitido o ignorado que se produjeran conductas corruptas o cuando menos, gravemente irregulares. El código deontológico de los partidos, de todos, -¿existe, se cumple?-, debería ser, por lo menos, tan riguroso, concreto y sancionador como es Hacienda con todos los ciudadanos. Y el PSOE debería mirar hacia adentro tanto como mira hacia el PP.

No es una buena noticia que Hillary Clinton vaya a China en visita oficial y se olvide de los derechos humanos, porque “la economía es prioritaria”. No es una buena noticia que existan en Afganistán cárceles como la de Guantánamo y que sus prisioneros no tengan derechos ni esperanzas de salir de allí porque los tribunales norteamericanos las justifican y “bendicen” por estar en zona de guerra. Los derechos humanos son derechos a respetar en todas partes por igual y la desvergüenza y la hipocresía son compañeros de viaje cuando perdemos la dignidad.   

No es una buena noticia que en Ciudad Juárez (México) donde mueren cada año más de 1.500 personas y desaparecen cientos de niñas, adolescentes y mujeres, sin que nadie haga nada, el jefe de Policía haya tenido que dimitir ante la amenaza de los narcos de asesinar un policía cada dos días si no dimitía. Después de los dos primeros asesinatos, se fue. Ahora no hay jefe de Policía y los narcos y todas las mafias siguen campando a sus anchas en una ciudad sin ley. Marisela Ortiz y tantos otros luchadores y luchadoras por los derechos humanos tendrán hoy un poco menos de esperanza en el futuro.