Como dije en anteriores artículos, me he propuesto no hablar de esencias ni de conceptos abstractos, si es posible, al referirme a Cataluña y a España.
Los lectores de periódicos catalanes tenemos ahora una nueva especialidad. No sólo entendemos de lenguas románicas y de lo que se vincula con ellas. No sólo entendemos de Estatutos, Constituciones y competencias exclusivas o compartidas. Ahora vamos camino de convertirnos en expertos sobre aeropuertos, enlaces intercontinentales y las implicaciones económicas que esos términos tienen. Creo que en otras partes de España estos temas interesan menos.
Lo cierto es que desde que la antigua compañía aérea de bandera, que no significa que sea muy linda si no que tiene que ver con el concepto trillesco de enseña, Iberia, abrió el baile hace casi un año anunciando que pensaba retirar los vuelos intercontinentales desde Barcelona y substituirlos por vuelos de medio alcance que protagonizaría su filial Clickair. Lejos de estar contentos, en diversos ámbitos catalanes se levantaron quejas al considerar negativo convertir el Aeropuerto del Prat, que tiene en marcha una ampliación importante en forma de nueva Terminal, en un destino turístico de medio alcalce, un punto de arribada de vuelos baratos, de low cost, dicen los cursis.
La propuesta de Iberia, una firma que ahora es una filial de British Airlines, no gustó en círculos gubernamentales catalanes ni tampoco en lo que se llama sociedad civil, básicamente empresarios y asociaciones económicas como la Cámara de Comercio de Barcelona. El problema quedó enmascarado por los debates sobre el Estatuto catalán, ahora en serio peligro de ser decapitado. En aquel tiempo el tripartito pedía la transferencia de la competencia sobre el aeropuerto mientras que el gobierno del PSOE dijo nones. Curiosamente no hubo problema en ceder los aeropuertos de Girona y Reus, por otra parte deficitarios.
Aprobado el nuevo estatuto y apaciguadas las aguas se puso sobre la mesa una propuesta nueva. La alianza internacional Star Aliance, que en España representa Hispanair, filial de Lufthansa, pedía ser adjudicataria de la nueva Terminal que pensaba destinar a base de vuelos intercontinentales, hacia Asia, África y América. A partir de aquí todo es confusión, que dijo el clásico.
Con una unanimidad chocante la prensa catalana ha ido desgranando opiniones favorables a la propuesta de Terminal intercontinental en el Prat y por tanto contraria a la idea que tenía Iberia y su filial. Opiniones empresariales, desde la patronal Fomento a las asociaciones de industrias turísticas; opiniones políticas, con los miembros del tripartito y CiU, y una potente artillería científica, con estudios de catedráticos se han mostrado en contra de convertir el aeropuerto de Barcelona en un destino de bajo coste y a favor de situar en el mapa la ciudad como capital de una importante región económica que supera el ámbito autonómico. Como colofón, el 24 de marzo está previsto un acto en el que las “fuerzas vivas” catalanas escenificarán dicha unanimidad.
En pocos meses el ministerio de Fomento ha de decidir. Es un gobierno socialista, como el partido que controla la Generalitat o el Ayuntamiento de Barcelona. Parece que el actor concreto será AENA, un organismo público que, indirectamente está en el punto de mira. Un estudio universitario indica que en Europa ni Francia, prodigio de centralismo, los aeropuertos se gobiernan desde la capital. Bueno, en Rumania si que son públicos y centralizados.
Como ciudadano me extraña que no se publiquen en la prensa argumentos que expliquen otras propuestas que no sean la favorable a la alianza encabezada por Lufthansa. Me gustaría tener datos que abonen otras tesis, por ejemplo la de los vuelos que apadrina Clikair, o una posición apenas insinuada de utilización conjunta de las dos alianzas de las instalaciones de la ampliación del aeropuerto barcelonés.
También me gustaría saber que piensan los conservadores del PP, sean de Barcelona o de Madrid, sobre dicho problema que, en Cataluña, se toma como un asunto de gran importancia, o también quisiera saber lo que Ciutadans opina. Así me formaría una opinión argumentada.
Me parece que he conseguido llegar al final del artículo sin citas identitaria o comparaciones en las que subyazcan agravios. Simplemente me parece deseable que la opinión pública tenga todos los argumentos racionales que fundamentaran la decisión oficial. Así nos evitaríamos utilizaciones interesadas de los sentimientos.
Otro debate sería plantearse si los aeropuertos deben o no estar regidos de manera estatal y centralista y porqué en España tienen este sistema unificado mientras que los puertos son, por el contrario, autónomos (aquí admito adivinanzas).