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José Tomás y Perea, los dioses táuricos de 2008

José Tomás y Perea, los dioses táuricos de 2008

jueves 06 de noviembre de 2008, 17:28h
Concluida la temporada 2008, la cambiante religión laica que es la Fiesta ha subido al Olimpo compartiendo la gloria a sus dioses: José Tomás, Miguel Ángel Perera; Miguel Ángel Perera, José Tomás, que tanto monta, monta tanto. Ellos, con sus hazañas y milagros táuricos, han destronado a los anteriores ocupantes de este lugar sagrado: El Juli y El Cid. No es que la campaña de estos dos, que junto a Enrique Ponce y los propios Tomás y Perera, conforman el reducido grupo de las auténticas figuras/figuras actuales, hayan realizado un año desastroso. Quia. Pero se han visto superados por el nuevo ‘Dúo Dinámico’ que constituyen los dos citados ocupantes del altar de la Fiesta.

Y es que, más allá de estadísticas de actuaciones y orejas, siempre tan discutibles e interpretables, hay dos realidades que mandan y marcan las diferencias. Por un lado, la cátedra del toreo –léase el coso de Las Ventas-, y por otro las expectativas que despiertan los coletudos y su fuerza taquillera. Ya se sabe, respecto a lo primero, que para ser figura/figura o figurón -el resto son figuritas- es imprescindible conquistar a la exigente, sesuda y analítica afición de la Monumental madrileña, donde, para completar el círculo de la autenticidad, sale el toro/toro, íntegro de trapío y pitones –dos aspectos cada vez más bochornosamente perdidos en la mayoría del resto de cosos-.

Y los dos momentos cumbres de la campaña en este lugar del sanedrín sabio venteño los marcaron José Tomás y Perera. El de Galapagar, cortando 7 orejas, 7, en su doblete de reaparición en Madrid. El de Puebla del Prior, obteniendo cinco en sus dos últimas actuaciones ante este duro tribunal examinador. Y ambos sólo pudiendo salir a hombros una de esas dos respectivas tardes, porque la otra la que abrieron fue la de la enfermería con los graves percances que sufrieron. Y es que esas cornadas responden a su forma épica de interpretar el toreo, de intentar la máxima pureza, de quedarse más quietos que el resto, sin descartar por ello la lírica  y la calidad, que también derrochan enormemente casi tanto como su testosterona.

Ya se sabe, respecto a lo segundo, que la atracción entre aficionados y público en general, también entre medios de comunicación taurinos y generalistas, es fundamental para poder subirse al trono. Y en tal sentido, José Tomás abrió una brecha -quizás excesiva a veces por algunos gestos de sus forofos-, a la que después se subió Perera. Ellos, cual corresponde a su máxima categoría ganada a pulso, mandan en lo económico, y los empresarios tendrán que rendirse a sus exigencias a la hora de negociar los contratos en 2009 si quieren poner sus atractivos nombres en los carteles. Aunque mucho me temo que José Tomás continúe con su calendario al margen de las grandes ferias y eligiendo a sus compañeros. Es decir sin competir realmente con el resto de figuras, como sí hizo en 2008 y hará en 2009 Perera, quien, además, las pocas veces que coincidió con el de Galapagar, le superó, al menos en trofeos.

Y, una última cuestión, pero no baladí, ¿se imaginan un mano a mano entre ambos para que la cabeza del toreo no fuera dual, para que sólo hubiese un dios verdadero y úinico? ¿Se la imaginan? Pues dejen de hacerlo porque ese cartel no se verá en 2009, y quizás nunca. Y no por culpa de Perera...
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