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La reina habla de Doña Sofía

Doña Sofía. La reina habla de su vida
Carmen Enríquez y Emilio Oliva
Ed. Aguilar
2008

lunes 27 de octubre de 2008, 19:09h
Este es uno de esos escasos libros que la Zarzuela consiente publicar sobre sus protagonistas. Y la razón de permitir inmiscuirse a los periodistas Carmen Enríquez y Emilio Oliva -ambos han ejercido como responsables de la información sobre la Casa Real- en la vida privada de Doña Sofía no puede ser otro que el pactado buen trato que la reina recibiría en cada párrafo.
Así se plasma la historia de la vida de la reina a lo largo de las más de 300 páginas que componen ‘Doña Sofía. La reina habla de su vida’: con cierta distancia marcada por el respeto debido y decididos por una redacción sobria y sencilla, Enríquez y Oliva se acercan a la figura de la esposa del rey Don Juan Carlos desde su infancia hasta los casi 70 años que la reina cumplirá el próximo 2 de noviembre.

Más allá de su dedicación a la Corona, doña Sofía, en dos sesiones de entrevistas, se deja interrogar sobre todo lo que atañe a su persona y sus circunstancias: desde sus gustos culinarios, los acontecimientos de la quema de fotos en Cataluña o los cuentos que les lee a sus nietos hasta el sentimiento que le despierta la muerte (respuesta que asombró a los periodistas, quienes temían sacar el tema): “No me da miedo la muerte. Es algo natural, consustancial a la vida (…) Lo que sí me da miedo es el dolor, eso sí. Pero el dolor se puede paliar, hay formas para hacerlo“.

Otro tema peliagudo que recoge el libro, y que pirra a todo hijo de vecino, es el de las distintas hipótesis sobre el amor y el desamor que se profesan los reyes de España y del que da fe la reina: se casó “por amor porque estaba totalmente enamorada de mi marido”. Pero también se expresa con respecto a los matrimonios de sus hijos: de Marichalar dice que “quiero a Don Jaime igual que cuando estaba con mi hija” y de la princesa Letiza, que “es muy, muy inteligente y sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Hablamos mucho y nos ayudamos mutuamente. Yo me beneficio también de sus opiniones porque ofrece un punto de vista diferente, que viene de fuera de nuestro propio círculo”. “Es bueno que nos abramos. Casarse con personas de fuera de este círculo es bueno”.

Los autores no escatiman en alabanzas a la reina, a la que agradecen su consentimiento y colaboración con tal respeto que rozan la extrema condescendencia: se le escapa la risa, es espontánea, desinhibida, también sabe utilizar la ironía y el humor “para quitar hierro”… y todo este conjunto de adulaciones se mezcla con múltiples muestras de gratitudes y reconocimientos a su alteza real.

Leyendo este libro podemos componer el perfil humano de Doña Sofía. Esta radiografía comienza narrando su mayor obsesión: servir de utilidad a los demás y se enerva cuando recuerda que "¡No me dejaron!" cuidar a personas necesitadas cuando contrajo matrimonio con el rey. Un capítulo está dedicado a la cooperación y la solidaridad de la reina y a su Fundación.

Pero más allá de los grandes temas, la rutina de la reina también tiene cabida: los periodistas relatan cuántas horas duerme la reina, cuántos animales tiene y cómo los cuida, qué cuentos lee a sus nietos o lo mucho que le gusta el chocolate.

No sólo la reina es vista por sí misma: varios personajes son invitados a opinar. Los que se han relacionado con ella a lo largo de todos estos años la definen y resumen como “maravillosa”, “muy reservada” y “con capacidad para expresar el dolor”.

El libro también alberga fotos, actuales y de la época del blanco y negro, y de antaño, en el capítulo titulado ‘La hora de la verdad’, hace referencia a la vez que le presentaron a Franco: “me pareció pequeño, tímido y alejado de la imagen típica de un dictador”.
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