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Centro y síntesis

Centro y síntesis

viernes 03 de octubre de 2008, 17:43h

Un amable lector o una paciente lectora —con el rostro anónimo del correo electrónico en este curioso espacio público invisible— me envía un comentario sobre mi columna de hace quince días y me reclama la falta de pasión, la frialdad del raciocinio, la mirada impávida frente a los hechos políticos. Terribles hechos de septiembre marcados por la violencia y la sangre de compatriotas.

Me acusa de parecerme a un “Durkheim criollo” (más bien, mestizo, diría para mis adentros) porque mis palabras no exudan bronca ni alientan a los triunfadores. Tiene razón. Pero no me retracto. Empero, en el fondo, el reclamo es otro. Es una exigencia para que todos tomemos partido, que asumamos una posición en este espectro político polarizado, que formemos fila en uno u otro bando. Como acontece en la mayoría de los medios de comunicación televisiva, como en casi todas las columnas en los diarios, como en las reyertas familiares, para dejar en claro que la polarización inunda todos los intersticios de la sociedad. En todo caso si se trata de asumir una postura, mientras pueda y mi físico lo permita, optaré por el centro. Pero no en el sentido de “ni chicha, ni limonada”, sino de chicha con limonada. Es decir, en la lógica dialéctica del poeta vallegrandino Neftalí Morón de los Robles que escribió un verso años ha y que contiene el mensaje más pertinente para este ardiente presente y nuestro incierto futuro: “camba colla superado”.

Esa es una de las síntesis que hay que buscar. Porque las hay por cientos, de todas las mezclas y combinaciones posibles, incluidas las pretensiones reduccionistas de lo indígena y lo regional que contienen sus propias diversidades. Y una de las posibles síntesis está latente en el acuerdo posible (difícil pero posible, y sobre todo deseable) entre el oficialismo y la oposición que está siendo negociado bajo el sol de septiembre radiante. Este acuerdo (posible, deseable, necesario y cada vez más urgente) tiene como base aquella síntesis invocada por el Presidente de la República bajo la fórmula de “compatibilización” entre el proyecto de nueva Constitución Política del Estado y los Estatutos Autonómicos (con mayúsculas para no desatar susceptibilidades). Algunos dirán que estos textos son incompatibles porque corresponden a dos visiones del mundo que se conocen pero no se saludan, pero esa mirada es errónea, simplemente porque piensa el tema desde la polarización y la clausura discursiva, cuando se trata de concebir la posibilidad de una convergencia desde la política. Por eso la invitación presidencial tiene validez. Y es una invitación reiterada, no reciente. Y la respuesta, tardía pero abierta, de los prefectos opositores, refuerza esa validez, al margen de las presiones externas y de los frentes internos, de la beligerancia discursiva y de los malos augurios.

En estas circunstancias es cuando se requiere sangre fría, mirada serena, cautela; a pesar de tener como lema aquella sentencia de un filósofo marxista italiano: “pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad”. Es decir, apostemos al acuerdo para que el 15 de octubre sea día de fiesta y no reinicio de la confrontación. Así no tendremos necesidad de asumir posiciones políticas a partir de las emociones, y dejaremos que las emociones habiten en aquellos ámbitos donde el arte desplaza al poder. Ámbitos como el fútbol, donde los sentimientos duran noventa minutos más descuentos, y nos vemos el próximo partido. Como el que jugará Aurora dentro de diez minutos y que me obliga a buscar unos amuletos porque, la verdad, no creo en la racionalidad.

*Fernando Mayorga
es sociólogo.
Tomado de la Edición de La Razón del 03/10/2008 

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