Para salir del enredo, Soria ha utilizado una hábil trampa semántica, al afirmar que, con
Manuel Fernández, se cumple la tradición de que, si el presidente del partido es de Gran Canaria, el secretario general es
“de la otra provincia”. No, no es así, porque el inteligente economista
José Manuel Soria sabe que la tradición era que el presidente fuera de una de las dos grandes Islas, en este caso, Gran Canaria, y el secretario general de la otra Isla grande, es decir, Tenerife. En un archipiélago lo sustancial son las Islas, y las provincias son poco o nada más que una organización administrativa. Pero la solución es hábil y salvaguarda los intereses y la unidad del partido, como es obligación de quien lo lidera.
Con buen sentido, Soria no ha querido romper la baraja en defensa de su candidato, que con toda probabilidad era
Ángel Llanos. Al fin y al cabo, Cristina Tavío es presidenta insular, disfruta de algunos buenos amigos en Génova, como
Javier Arenas o
Ana Mato, y por razones familiares –lleva los apellidos Tavío y Ascanio– conserva
“peso” social y económico en la Isla de Tenerife.
Claro que el presidente del PP canario no es precisamente un bobón, por utilizar la muy expresiva palabra local, y como comenta a Diario Crítico un estrecho colaborador suyo
“el que se la hace, se la paga”. Podría incluso suceder, mañana lo sabremos, que la presidenta del PP tinerfeño se quede prácticamente
“lateralizada” en la dirección regional del partido, en tanto ya es un hecho que Ángel Llanos se consolida como “número tres” formal y “número dos” real, al asumir la vicesecretaría de Organización, es decir, que trabajará codo a codo con el presidente regional y estará a los mandos del funcionamiento del partido, a la hora de ejecutar la política de su presidente en los temas nacionales, autonómicos y locales, estos últimos en su doble vertiente insular y municipal.
Este domingo,
Mariano Rajoy, que ha viajado a Canarias con dos dirigentes nacionales de su personal confianza,
Ana Pastor y
Ana Mato, consagrará el nuevo período de Soria al frente del PP de Canarias, volatilizando o suavizando la tan difundida imagen de sus presuntas malas relaciones con el líder popular canario, atribuidas, naturalmente por sus adversarios, a su estrecha relación de amistad personal y sintonía ideológica con la presidenta del gobierno y del PP de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y con el antiguo vicepresidente económico
Rodrigo Rato.
Hay señales de que el respaldo de la dirección nacional del PP a José Manuel Soria va a ser inequívoco y expresivo, cosa que pocos esperaban meses atrás y que da idea, por una parte, del recuperado pragmatismo de Génova, y por otra, de la dureza y habilidad de un político con ya larga experiencia de gestión en ocho años como alcalde de Las Palmas y cuatro como presidente del Cabildo insular de Gran Canaria, antes de acceder a su actuar cargo de vicepresidente del Gobierno regional.
El punto frágil de la fórmula adoptada está en la personalidad del hombre elegido para escapar de la pinza dilemática, es decir, el nuevo secretario general
Manuel Fernández, una biografía política con pocos méritos políticos, lo que fortalece la idea de que ocupa el cargo como simple
“paragolpes”, pero es posible que tenga condiciones para hacerlo con lealtad, o con suficiente grado de lealtad, a todos.
En cualquier caso, el hecho es que José Manuel Soria va a salir del congreso con su autoridad muy consolidada en el PP regional, lo que, sin duda alguna, favorecerá la voluntad del presidente del Gobierno autónomo y de CC, Paulino Rivero, de mantener el pacto de legislatura de centroderecha. Rivero ha sintonizado muy bien en Madrid con el presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, lo que, unido a la recíproca aversión ideológica, moral y personal entre
Rivero y
López Aguilar, hace punto menos que imposible, o muy improbable, el regreso a los oscilantes cambios de alianzas de los años anteriores.