El Ministerio de Sanidad ha recordado este viernes la importancia de prevenir y mitigar los efectos negativos que de la ola de calor excesivo en la salud de la ciudadanía.
Especialmente hace mención a los grupos de riesgo o más vulnerables, como personas mayores, mujeres gestantes, menores y personas con enfermedades crónicas, así como en aquellos colectivos que desempeñan su trabajo o realizan esfuerzos al aire libre.
Qué provoca el calor extremo
La exposición a temperaturas elevadas puede provocar una respuesta insuficiente del sistema termorregulador humano. El calor excesivo puede alterar nuestras funciones vitales si el cuerpo humano no es capaz de compensar las variaciones de la temperatura corporal.
Una temperatura muy elevada produce pérdida de agua y electrolitos que son necesarios para el normal funcionamiento de los distintos órganos. En algunas personas con determinadas enfermedades crónicas, sometidas a ciertos tratamientos médicos y/o con discapacidades que limitan su autonomía, estos mecanismos de termorregulación pueden verse descompensados más fácilmente.
Desde un enfoque biológico, la exposición a temperaturas excesivas puede provocar problemas de salud como calambres, deshidratación, insolación o golpe de calor (el cual cursa con problemas multiorgánicos que pueden incluir síntomas tales como inestabilidad en la marcha, convulsiones, coma e incluso la muerte).
Medidas y recomendaciones de Sanidad
Por ello, desde el Ministerio de Sanidad se insiste en un decálogo de recomendaciones generales, con el objetivo de minimizar los daños que las personas pueden sufrir a consecuencia del calor, como son:
- Beber agua o líquidos con frecuencia, aunque no se sienta sed y con independencia de la actividad física que se realice.
- Evitar las bebidas con cafeína, alcohol o muy azucaradas, ya que pueden favorecer la deshidratación.
- Aunque cualquier persona puede sufrir un problema relacionado con el calor, prestar especial atención a bebés, menores, mujeres embarazadas o lactantes, así como personas mayores o con enfermedades que puedan agravarse con el calor (como las enfermedades cardíacas, renales, diabetes, hipertensión, obesidad, cáncer, patologías que dificultan la movilidad, demencia y otras enfermedades mentales, así como el abuso de drogas o alcohol).
- Permanecer el mayor tiempo posible en lugares frescos, a la sombra o climatizados, y refrescarse cada vez que lo necesite.
- Procurar reducir la actividad física y evitar practicar deportes al aire libre en las horas centrales del día.
- Usar ropa ligera, holgada y que deje transpirar.
- Nunca dejar a una persona en un vehículo estacionado y cerrado (especialmente a personas menores de edad, mayores o con enfermedades crónicas).
- Consultar a un profesional sanitario ante síntomas que se prolonguen más de una hora y que puedan estar relacionados con las altas temperaturas.
- Mantener las medicinas en un lugar fresco; el calor puede alterar composición y sus efectos.
- Hacer comidas ligeras que ayuden a reponer las sales perdidas por el sudor (ensaladas, frutas, verduras, zumos, etc.).
Cabe destacar que el impacto de la exposición al calor excesivo está influido por el envejecimiento fisiológico y las enfermedades subyacentes del propio individuo.
Normalmente, un individuo sano tolera una variación de su temperatura interna de hasta aproximadamente 37 grados centígrados sin que sus condiciones físicas y mentales se alteren de forma importante. A partir de 37 grados, se produce una reacción fisiológica de defensa. Sin embargo, se ha de tener en cuenta que las personas mayores y los menores son más sensibles a estos cambios de temperatura.
Los factores de riesgo asociados con la exposición a altas temperaturas que se consideran en este Plan Nacional pueden ser de naturaleza personal, ambiental, laboral o social y local.
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