“Los ecuatorianos estamos gastando el tiempo en discutir lo que nos da miedo”, dice la abogada Patricia Rodríguez, catedrática de Derecho en el Instituto Tecnológico Argos, en Guayaquil.
Para echar abajo esos miedos, ocho estudiantes se dividen en dos grupos de cuatro y debaten intensamente el proyecto de nueva constitución.
Lo hacen titubeando, un poco nerviosos, con algún temor escénico, pero eso no importa: lo esencial, lo que vale, es que los escucha un activo auditorio de más de 100 personas, entre alumnos, profesores y directivos del Instituto.
El público aplaude, se entusiasma, se emociona. Los dos grupos deliberan, interrcambian opiniones, argumentan sobre la base de principios legales y jurídicos, hablan de ética y moral, analizan y comparan la constitución vigente, la del 98, con el proyecto por el que se votará el domingo 28 de septiembre.
Los chicos hablan de derechos humanos, cárceles, soberanía alimentaria, educación gratuita, centralismo, presupuestos estatales, autonomía, vacíos reglamentarios para aplicar ciertos artículos, libertad de expresión, fomento a la agricultura, generación de puestos de trabajo, problemas con el fin de la tercerización, aborto, homosexualismo, familia, meritocracia.
Los estudiantes muestran que cuando existe una actitud responsable con su futuro y el futuro del país no es difícil construir ciudadanía, ser cívicos y recuperar el sentido del manido concepto patriótico: en dos semanas leyeron las dos constituciones, tomaron notas, prestaron atención a capítulos, secciones y artículos que nunca antes habían conocido, los estudiaron, reflexionaron, tomaron una posición, la defendieron ardorosamente pero con tolerancia a la opinión ajena.
El foro fue respetuoso y edificante. No sacó conclusiones ni impuso criterios: defensores y detractores lucharon con ideas y conceptos, refutaron y marcaron contrapuntos, pero dejaron en la conciencia del público la decisión de votar.
No hubo insultos, ofensas o descalificaciones. Nadie fue calificado de ateo, abortista o estatista. Nadie amenazó que si se no vota Sí volverán las oscuras golondrinas, el caos, la banca corrupta o la partidocracia.
El sencillo pero fecundo espacio que se vivió esa noche debiera multiplicarse en barrios, clubes, colegios, universidades, oficinas, familias, vecinos.
Más allá de lo que digan los apocalípticos o los utópicos, se trata de elegir nuestro futuro: por eso hay que informarse, leer las dos constituciones, compararlas, reflexionarlas colectivamente y decidir con responsabilidad.
A una sociedad informada, crítica y deliberante no pueden atemorizarla con la estrategia del miedo.
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