El COI y sus decisiones
lunes 14 de abril de 2008, 19:48h
El Comité olímpico Internacional atraviesa una crisis. No lo digo yo, lo dice su presidente, Jacques Rogge. No es extraño, con la que está cayendo a medida que se acerca la fecha de inicio de los Juegos de Beijing –ya estamos a apenas 115 días- y crecen las protestas. Pero los hechos están ahí, y hay muchas cuestiones sorprendentes en este asunto.
La primera, la decisión. Lo que ahora ya es un hecho inminente e imparable es que en la capital china van a celebrarse unos Juegos de Verano. Y eso es así no porque hace un mes a alguien se le ocurriera, sino porque hace años, muchos años, casi doscientos señores miembros del COI se pusieron de acuerdo y en mayoría votaron a favor de esta ciudad. Las razones, ellos las conocerán. Lo cierto es que esto no es algo que se improvise: Londres consiguió ser nombrada sede de los de 2012 en el año 2005 –con siete de margen para organizarse-. Unos Juegos Olímpicos requieren de unas inversiones y unos trabajos tan importantes que no se pueden deshechar a última hora.
Los problemas de conciencia: es cierto que China es actualmente un régimen totalitario donde no existen libertades. Y también la situación de Tibet llama a la reflexión. Pero esta humilde periodista, de viaje de trabajo en Pekín, ha podido comprobar con sus propios ojos cómo los habitantes de esta ciudad viven los Juegos, curiosean en torno a las instalaciones y sacan fotos a las obras. Los chinos quieren ser olímpicos, y unos Juegos son no sólo un escaparate extraordinario para la ciudad que los organiza, sino también una puerta que se abre al mundo y por la que entran, lo quieran o no los gobiernos, aires nuevos que llegan hasta los últimos rincones de la casa.
La tercera reflexión me viene a la cabeza por comparación. Cuando Madrid luchaba por ser sede en 2012, se le pusieron pegas por temas como la contaminación; Pekín tiene un cielo permanentemente cubierto de bruma –no es broma: al parecer se mezcla la polución con polvo venido del desierto-, y el tráfico es, sin exagerar ni un poco, infernal. Pero eso no parece ser obstáculo; no lo ha sido y a estas horas, es evidente que no lo va a ser.
¿Interesa realmente que las instalaciones estén avanzadas, que el proyecto sea viable, que el legado olímpico esté bien calculado y no se de lugar a instalaciones vacías e inútiles tras acabar los Juegos? A la vista de los hechos, parece ser que hay otros criterios que también pesan, y mucho, en el COI a la hora de tomar la decisión.