Esta última madrugada, del 19 al 20 de marzo, se ha cumplido cinco años de la orden que el presidente de Estados Unidos dio de bombardear la capital de Irak, Bagdad, como paso previo para la invasión del país con sus propias tropas y fuerzas británicas, y con el apoyo que también brindó al gobierno norteamericano el presidente del gobierno español, José María Aznar. Para celebrar tan fausto acontecimiento, el ex presidente Aznar ha hecho unas "vibrantes" declaraciones a la BBC, que es improbable que "perpetraran" los otros dos sonrientes fotografiados en Azores, Bush y Blair. Dice Aznar, con notable desparpajo -en su inglés atemorizado- que ahora mismo, y tras esos cinco años de guerra sangrienta, "la situación en Irak no es idílica, pero sí muy buena". Y no muestra el menor arrepentimiento o duda sobre lo que volvería a hacer: Actuaría de igual modo, fue la decisión correcta, sostiene con aplomo. Explica que "hay libertad en el país y existe la posibilidad de establecer una democracia. Y que "el mundo está mejor sin Sadam Hussein y sin los talibanes", aunque nunca pudo demostrarse que existieran las armas de disuasión que los tres de las islas portuguesas sostuvieron que existían de manera cierta y comprobada. Sigue diciendo Aznar que aquella reunión de las Azores fue un momento importante para el mundo, y que la recuerda con especial intensidad. Era un momento de gran trascendencia para el mundo y para nosotros, insiste el ex presidente, que en este lustro ha aprovechado el tiempo para chapucear en inglés.
Aznar, con aquella intervención insólita y condenable, consiguió que multitud de españoles salieran a las calles para condenar la guerra, y logró la derrota en las elecciones de hace cuatro años. Posiblemente también ha continuando teniendo peso en las urnas del pasado día 9. No se olvida fácilmente que un Gobierno, por el protagonismo personalísimo de su presidente, conduzca a su país a una guerra indeseada e indeseable. Incluso sin haber escuchado a su vicepresidente, Rodrigo Rato, "expulsado" por esa oposición de la posibilidad de ser el candidato elegido para sucederle en la presidencia del PP y del Gobierno. A Rajoy no le pasó nada parecido, aunque ahora, en esta campaña electoral reciente, haya admitido que inmiscuirse en aquella guerra, fue un asombroso error de su antecesor y designante jefe. No hay duda de que el deseo de Aznar era llevar a España a una posición preeminente en la escena internacional. Quiso "codearse" con los grandes, Bush y Blair, suponiendo que eso significaría petróleo muchísimo más barato -así lo anunció su ministra Ana Del Palacio- y negocios a raudales, para centenares de empresas españolas que participarían en la reconstrucción del país invadido contra cualquier parte del Derecho Internacional.
De entre las frases de este día, nos parecen frontalmente despreciables todas y cada una de las de Aznar. Y, en cambio, son especialmente dignas de aprecio y elogio las de la canciller alemana, Angel Merkel, en el Parlamento israelí: Alemania siente vergüenza por el holocausto. Nos avergüenza el holocausto. La shoah llena de vergüenza a todos los alemanes.