El favor de Dios

Hugo Chávez se ha hecho tan vanidoso que ha perdido el favor de Dios.

La frase, tomada de algún lado, sin dueño que se sepa, resume la ejecutoria reciente de nuestro gallo pataruco, a partir del momento (cuando más envanecido estaba) en que empezaron los reveses, especialmente a raíz de aquel "por qué no te callas" del rey Juan Carlos (que, de paso, mandó a callar a tirapiedras españoles dedicados al fácil deporte de endiosar a quien no padecen, con un tufillo no muy diferente al del llamado franquismoleninismo de la década de los setenta). La respuesta de micomandante (corte la palabra por donde quiera) ha sido la del desdén: "¡Que ataquen, pues eso quiere decir que estamos en el camino correcto!".

Y, convencido de ello, acusa de infiltrados del imperio a sus más adictos seguidores de siempre, Lina Ron y Luis Tascón, cuando estaban en pleno happening, seguros de agradar. En todo caso, serían traidores, pues formaron parte de la obsesión chavista de camelar a delincuentes, establecer pactos con corruptos de toda laya (especialmente militares) y responder al adversario con el vejamen y el irrespeto (especialidad de Lina).

Pero, bueno, ¿y ahora?... Luego de haber salido de una de las depre que disfraza de amibiasis (cagantina), sin pensar en lo mal parado que deja al chef de Miraflores, encargado de vigilar lo que trague o mastique el inquilino, salvo las hojas (o pasta) de coca, que seguramente lo acercan a otra de sus aspiraciones: su reelección divina..., el hombre se alborota hasta provocar nada menos que una virtual guerra regional, por el hecho de haber puesto los reales en dos de las tres patas de la trama, financió al dueño del sofá y le compró la piyama al inquilino. "Esta es verdadera forma de hacer periodismo", dijo blandiendo un ejemplar del diario oficialista Vea, tan falso como el ministro Ramón Rodríguez Chacín, lúgubre sucesor del payaso Pedro Carreño.

No es de extrañar el poco patriotismo despertado por las trompetas de la guerra cuando quien las acababa de tocar movía los pies y las manos (el cuerpo no porque lo impedía el chaleco antibalas con que está forrado) al ritmo del hip hop "Paren la guerra", a cargo del grupo La Séptima.

Al comandante en jefe se le viene su revolución encima: es acusado en el país de "traición a la patria" por haber revelado una operación militar (10 batallones y aviones Sukhoi) y en Colombia, de financiar a genocidas. Mientras se entienden en la OEA los contendientes, debe conformarse con las felicitaciones que brotan de sus "tarifados" (palabra bien chavista), y especialmente de la botoxbemba colorá de Cristina Kirchner.

Pedro Llorens
Periodista 
pllorens@el-nacional.com