Salvo sorpresas de última hora, que tampoco deben descartarse nunca porque hay antecedentes, y contando con que el cierre de la campaña sea tan cinematográfico-televisivo como la propia campaña, la suerte está echada y ya sólo queda reflexionar e ir a votar. Frente a otras elecciones, yo creo que hay muchos más electores que van a aprovechar el sábado de reflexión, incluso el domingo, para meditar su voto. Y que bastantes más de los que la gente piensa o bien van a cambiar la tendencia habitual o bien van a votar tapándose las narices. Dicho de otra forma, si hubiera dos vueltas, los resultados de la primera –y no definitiva- podrían sorprendernos.
La campaña no ha sido más dura que otras anteriores, pero ha tenido algunos detalles diferentes: la batalla se ha dado en la televisión y la radio, y los debates, que no han aclarado nada, han sido el centro de todo. Hubo un antes de los debates, hubo debates y después no hubo nada. Si en próximas campañas se mantienen, aunque cambiando la estructura, la rigidez y las limitaciones, los estrategas de campaña tendrán que cambiar todo el plan. Muchos medios de comunicación han tomado partido de forma descarada por una u otra formación política no en los editoriales, que es muy legítimo y hasta recomendable, sino en las informaciones, en los titulares y en las exclusiones. Nunca ha habido más adjetivos y más valoración y menos hechos. No es una buena señal.
Pero ahora viene lo importante. Si se repiten los resultados y volvemos a enfrentarnos a una legislatura como la anterior, podemos correr serios peligros en la convivencia, en la economía y en la paz social. Si los líderes de los dos principales partidos –sean quienes sean el 10-M- hacen una autocrítica y son capaces de buscar puntos de encuentro, España tiene grandes posibilidades de salir adelante y sortear la recesión, la crisis, la caída o lo que tengamos encima. Zapatero y Rajoy no han dado la talla en los últimos cuatro años. Uno porque estaba verde y y el otro porque tardó en digerir la derrota. Alguien dijo que ni Zapatero estaba preparado para asumir el Gobierno, y ha improvisado casi todo, ni Rajoy para ser el jefe de la oposición. Cuatro años después, uno y otro deberían estar preparados para lo que decidan los electores y los dos para trabajar juntos en asuntos de Estado. No hay otra salida.
Vuelve Rouco, se va Alcaraz, la Unión Europea nos reprende por el tema de Endesa, en Europa pintamos cada vez menos, tenemos un serio problema educativo, una Justicia que no funciona, un desempleo creciente y una inflación desbocada. O se ponen de acuerdo los dos grandes o tendremos nuevas elecciones antes de lo deseable. Así que, en vísperas electorales, mientras medito mi voto, voy a ser optimista. El domingo por la noche espero que el que gane cite en La Moncloa al que pierda, con espíritu de diálogo y de pacto. Y ustedes que lo vean.