A yer, de acuerdo con las agencias de noticias, al ministro de Seguridad de Ecuador, Gustavo Larrea, no le quedó otra alternativa que aceptar sus contactos con las FARC, al reconocer que se reunió con Raúl Reyes, a quien ahora los escritores vinculados a la propaganda de la guerrilla llaman "canciller de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia". ¿Canciller de qué? ¿Del secuestro de personas inocentes, de la extorsión a productores y campesinos, de la red de protección al tráfico de drogas y al lavado de dinero? Pero cuando el ministro de Seguridad de Ecuador (valga decir, el Rodríguez Chacín de Venezuela) admite que estuvo dándose de abrazos con el finado Reyes, conviene preguntarse si ese ministro fue a verlo sin que lo supiera su jefe máximo, el presidente del Ecuador. Ya sabemos que los líderes políticos son embusteros, pero cuando esas mentiras comprometen el ejercicio del poder lo más lógico es interrogarse hasta dónde llega el caudal de embustes y engaños. Y es en este momento cuando se descubre todo y se inicia la tragedia.
A un embustero, como reza el dicho español, se le agarra más rápido que a un cojo. Y en Venezuela nos estamos acercando a esa tragedia que significa desenmascarar a un Presidente por la vía de la presión popular. La gran mayoría de los venezolanos y de los colombianos residentes en el país estamos cansados de las truculencias del Gobierno, de su deslealtad con los sectores populares y de su fracaso en mantener una nación en calma interior, bien abastecida y gozando de la seguridad que el Estado debe proveer a sus ciudadanos.
Nada de eso existe: lo que percibimos y descubrimos poco a poco es a un Presidente embustero, que hace tratos con gente de poco fiar y que encima quiere que lo respaldemos en sus operaciones clandestinas de apoyo a la guerrilla colombiana.
Eso no nos gusta, como tampoco nos gusta que ahora, luego de utilizar a los colombianos para su estrategia electoral de reelección, se quiera criminalizarlos llamándolos paramilitares cuando, en verdad, son gente buena, que vive y trabaja con nosotros, y que vamos a defender contra los círculos bolivarianos extremistas que quieren atacarlos sólo porque no son nacidos aquí.
Pobre de El Libertador Simón Bolívar: haber aterrizado en la cabeza de un mandatario que, en vez de realizar su sueño de unidad e integración, sólo le interesa ir a la guerra contra nuestros hermanos y vecinos. Y lo peor: usa su poder con el fin de conseguir aliados para un proyecto político militar basado en el comercio ilegal de las drogas, el secuestro de personas y el cobro de vacunas a los productores del agro venezolano.
Ayer, cuando el general Oscar Naranjo, director de la policía colombiana, "vinculó al Gobierno venezolano con la guerrilla de las FARC, a partir de información obtenida de las tres computadoras decomisadas a Raúl Reyes", los venezolanos comenzamos a preguntarnos si nuestro Presidente está consciente de cuál es la posición de su pueblo.