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El Evo de entonces ya no es el mismo

El Evo de entonces ya no es el mismo

viernes 29 de febrero de 2008, 16:15h

Coherente con su ya compulsiva costumbre, el Presidente ha decidido subirse al avión en un intento de emular la travesía internacional que hace dos años precedió su histórico ascenso al poder como Jefe de Estado. Sin embargo, el mundo constatará que el Evo de entonces ya no es el mismo, como tampoco lo son el país ni la sociedad boliviana. La corriente democratizadora e incluyente que anunciaba mejores días se desvaneció en la estridencia del discurso y anécdotas que suman resentimientos. Más dividida, Bolivia vive conflictos lastimosamente sobredimensionados al carecer del estadista y conductor del mencionado cambio.

El Presidente inició su periplo no sin antes arengar a sus más fieles a tensionar al país en contra de las regiones que apuestan por un Estado autonómico, que intentan neutralizar la torpeza del Gobierno central. Olvidando la premisa leninista de que a las “masas se las conduce, no se las obedece”, y para sellar su lealtad con la lógica del conflicto desde las calles, terminó formalizando la conminatoria al Parlamento para acelerar el llamado a los referendos, dirimitorio y ratificatorio, de una propuesta constitucional cada vez más cuestionada. Lo curioso es que los movimientos del “cerco” son apenas una fracción minoritaria (cada vez menos efectiva) de los bolivianos que le confiaron su voto, siendo probable que el apoyo a la propuesta del MAS sea débil y derrotado o, en el mejor de los casos, para él, un trofeo con pedestal de barro.

En política, como en el cacho, se anota lo que se ve. El Presidente se fue dejando al Parlamento y a su Vicepresidente en mal pie para arrancar con un diálogo presionado gracias a su doble discurso y al impacto de las urgencias naturales. El escenario congresal y político es, hoy por hoy, el último para construir un pacto que demanda la mayoría y eluden los extremos minoritarios. El Presidente deja a un país angustiado por una escalada de precios que anuncian un año inflacionario. Los otrora discursos encendidos de la “guerra del y por el gas” encuentran a una Bolivia desgasificada e incapaz de honrar compromisos internacionales y darle el gas requerido a sus propios ciudadanos. La “guerra del agua”, en su versión paceña, demuestra la incapacidad de las empresas públicas cuando de prestación de servicios básicos se trata y cuando el eslogan del agua para todos naufraga.

La Asamblea Constituyente dio por resultado una propuesta inaplicable, contradictoria y publicitada como panacea. Tras el entusiasmo suscitado por un frondoso catálogo de derechos, más parece que consolidará la constitucionalización de una nueva forma de segregación y exclusiones étnico culturales. La acusación persistente y guerra anunciada contra los empresarios “especuladores y conspiradores” termina en el lamentable estancamiento e inviabilización de la política de seguridad alimentaria y del aparato productivo. A excepción de los cocales que crecen sin obstáculos ni estigmatización oficial, no hay sector productivo que invierta y crezca como debiera.

¿Cómo explicará el Presidente ante el mundo este desbarajuste en el mejor momento para la economía nacional? ¿Continuará con el guión de víctima de una oligarquía de 500 años, que reivindica para redimir las culpas y alimentar el exotismo de sus amigos en el exterior? ¿Qué buenas noticias le dará al mundo? La moda y el nuevo look presidencial? O que, pese a todo, siguen siendo la coca y las remesas del exterior los únicos ingresos sostenibles y predecibles en una Bolivia que prometió cambios para vivir bien.

*Socióloga y politóloga

erikabrockmann@yahoo.com.mx

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