Donald Trump y Vladimir Putin hablaron por teléfono y decidieron iniciar negociaciones para acabar con la guerra de Ucrania y, tras ello, Trump habló con el presidente Volodímir Zelenski y lo encontró predispuesto al diálogo. En este primer intento no se pensó para nada en la Unión Europea ni en la OTAN ni en la ONU. Este formato trilateral desató toda clase de críticas pero es el cumplimiento de lo prometido en su campaña electoral que es un mérito en su forma de hacer política. Trump no engaña a nadie.
Empezaron unas negociaciones militares por un efectivo procedimiento irregular. Si se abren de forma inmediata estas negociaciones será un éxito de Trump digan lo que digan sus adversarios que cacarean sin hacer nada útil. Es su forma de ser, su estilo propagandístico y su apuesta personal. Pero su acierto es que va a hacer posible lo que parecía imposible y que le agradecerán todos quienes aparentan escandalizarse. Porque el deseo, expreso o tácito, de toda la opinión mundial es terminar con una guerra absurda que nadie puede ganar y cuyo desarrollo puede poner en riesgo la seguridad de una Europa que ha demostrado durante cuatro años su incapacidad de terminarla ni militar, ni económica ni diplomáticamente. Solo un incompetente Ministerio de Exteriores de España y los delirios del presidente Pedro Sánchez como líder internacional de un socialismo en decadencia ha hecho posible cierta neutralidad en este asunto de primordial importancia para la estrategia de Occidente. Todos sabemos que en esta contienda ha habido un agredido y un agresor. Pero ni la potencia agresora ni el pueblo resistente están en condiciones de mantener el conflicto con un precio económico y humano indefinido. Eso lo saben igual Trump y Putin como Zelenski. Los tres necesitan la paz y los tres son incapaces de alimentar más tiempo la guerra.
Integrar a Ucrania en la OTAN sería como clavar una lanza en el costado de Rusia. No es realista partir de esta exigencia que debe ser sustituida por una garantía de seguridad controlable en ambos bandos. Tampoco nadie piensa en que Ucrania entre en una organización internacional promovida por Rusia. Sería necesario dotar de músculo militar suficiente para mantener Ucrania con capacidad de resistencia. Lo que está claro es que la intervención de Trump es la solución porque nadie de sus críticos ofrece otra.
Se puede hablar de aranceles, minerales raros y naranjas de la China pero con los demócratas de
Joe Biden y sus sucesores el conflicto no tendría final cuando Ucrania está sin apenas posibilidades de reclutar soldados y sin otro armamento que el que le facilita Estados Unidos. La evidencia es que Trump puede parar la guerra sin merma de su reserva de potencia y la OTAN tendrá que aprovechar las circunstancias para aumentar sus inversiones en defensa de forma homogénea. Lo único que puede hacer Europa es prepararse para la reconstrucción de Ucrania y establecer la estrategia de colaboración con Trump formando parte del bloque de la potencia atlántica.