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Pilar Massa (actriz, directora de escena y productora): "En este país no hay cultura de la Cultura"

> "Cada vez que tengo que salir a escena se me sale el corazón por la boca"

viernes 03 de enero de 2025, 08:57h
Pilar Massa
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Pilar Massa (Foto: Sofía Moro)
Locuaz, extrovertida, apasionada, reflexiva, presumida y sensible, Pilar Massa -60 años-, no deja de sonreír a la vida vengan las cosas por derecho o del revés. Es una enciclopedia viviente del teatro español de las cuatro últimas décadas, un volcán de energía, de pasión, de amor a su profesión y a sus amigos, un vivero de recuerdos y una factoría de proyectos porque la actriz que descubrió Adolfo Marsillach (El médico de su honra, Los locos de Valencia, Antes que todo es mi dama, Don Gil de las calzas verdes, entre otros), hace ya de eso 40 años de profesión, también como directora de escena y productora, porque no para ni un segundo de maquinar y maquinar nuevos montajes y buscar la forma de seguir dando vida a los que ya tiene soñados.

Su última aventura escénica ha sido Vincent River, estrenada a finales de año en la Sala Mirador de Madrid. Pero, como directora, ha habido muchos otros. Desde la ópera de Mozart La flauta mágica, en el Teatro Real, hasta Es peligroso asomarse al exterior, de Jardiel Poncela, estrenada en el Teatro Español de Madrid. Pero también Aquellas colinas azules, de Dennis Potter; el monólogo La fiebre de Wallace Shawn, con el que abordó el doble trabajo de directora y actriz; Contraacciones de Mike Bartlett en el CDN; El Notario de Nikos Vasiliadis (premio de teatro Denis Rafter 2019), o Alimañas (Brillantes) de Philip Ridley, en los Teatros del Canal.

Nacida en el madrileño barrio de Prosperidad (La Prospe, como dicen los castizos), hija de un sastre, y nieta de Antonio Massa, director de escena, a Pilar le gustaba el teatro desde pequeña. Su padre hubiera querido que fuera maestra, pero ella acudía a la RESAD a escondidas y, paralelamente, cuidaba niños para poder tener alguna independencia económica. Desde entonces hasta hoy ha llovido mucho, pero sigue disfrutando con los retos porque nunca ha querido encasillarse en un tipo específico de teatro o de personaje, sino todo lo contrario, siempre opta por lo más arriesgado y se mete en la piel de personajes muy diferentes.

Lo que soporta difícilmente es que, en las series de televisión, en el cine o en los teatros sólo aparezcan mujeres de veintitantos o treinta y tantos años: “¡Como si en el mundo no hubiera mujeres de 50, 60 o más! No sólo eso, sino que, además, lo interesante es que los personajes tengan la edad de las actrices y las actrices la edad del personaje que interpretan”.

Actriz parte del elenco fundador de la CNTC creada por Adolfo Marsillach, también fue pionera en la creación de la Unión de Actores e intervino en las huelgas de la época para conseguir que los intérpretes pudieran integrarse en la Seguridad Social y tener un convenio propio. “Me he metido siempre en muchos merengues y berenjenales, y ha merecido la pena. Y he intentado seguir siendo fiel a mis ideales a lo largo de toda mi vida”, nos comenta la artista.

En estos momentos no es fácil que te programen con obras si tienen algo de “riesgo”, lenguajes diferentes o dramaturgias interesantes de fuera de nuestras fronteras… “Vincent River, por ejemplo, lo he hecho con lo que gané en el Teatro Español con Es peligroso asomarse al exterior. Me he arruinado, pero me da igual porque siempre he tenido la satisfacción en la recompensa de hacer lo que me ha dado la gana”.

Para montar la comedia de Jardiel en el Teatro Español estuvo un año entero estudiándolo: “Me leí 63 comedias y las cinco novelas del genial dramaturgo y escritor. Por cierto, La tournée de Dios, incluso la releí de tanto como me divertí”.

“Quise hacer esa obra de Jardiel -nos apostilla Pilar-, porque mi vida es ponerme retos. Si montaba, por ejemplo, Cuatro corazones con freno y marcha atrás, tenía ya el éxito asegurado, pero cuando comencé a leer Es peligroso asomarse al exterior, con el personaje de una mujer que se enamoraba de tres hombres a la vez, contextualizado en 1942, claro, y que viajaba por el mundo entero, me dije que yo tenía que montar esa función. Cambié ligerísimamente el final, pero comprometiéndome con Enrique Jardiel Poncela a través de su nieto, Enrique Gallud Jardiel, el mayor experto de la obra de su abuelo, a no poner ni un solo término de mi cosecha y utilizando únicamente palabras del autor, aunque extraídas de otras obras, especialmente de El sexo débil ha hecho gimnasia, cuyo final encajaba perfectamente con el que yo quería incluir. Quise hacer también un homenaje al cine de George Cukor y a esa época en la que Jardiel estuvo trabajando en Hollywood y quedó deslumbrado por lo que vio allí, que tanto contrastaba con la realidad triste y oscura que vivía España en aquellos momentos”.

“…Tenía mucho talento, ¡hostia!”

Pilar Massa (Foto: Nacho Pardo)Le comento a Massa que, a pesar de su extensa labor como directora de escena, a mí me parece que hoy no está situada en el lugar que le corresponde, y que por eso he querido entrevistarla. “Pues yo creo que sí lo estoy -nos replica con gracia la artista madrileña-. Prefiero sentir que no tengo ninguna frustración, ninguna amargura (ríe con ganas…). Me halaga lo que me dices, pero no quiero pensar eso porque me perjudicaría. En todo caso, quizás yo también tengo cierta culpa. Primero, porque soy una mujer muy comprometida política y profesionalmente. Me considero una mujer de izquierdas y sé que estoy en algunas listas negras… Por otro lado -prosigue diciéndonos Pilar-, sé que el éxito no es simplemente hacer una obra de teatro o salir dos días en Netflix. El verdadero éxito es vivir de esto desde hace 40 años. Y aunque las he pasado canutas y he transitado por todas las etapas de la montaña rusa que es esta profesión, siempre he pensado que tuve mucha suerte, pero ahora, con toda la trayectoria que tengo a mis espaldas, pienso que también tenía talento, digo yo… “En 1985, con 20 años recién cumplidos -afirma orgullosa Pilar-, estando en tercero de la RESAD, fui a una prueba (hoy se diría casting), al Teatro de la Comedia. La convocatoria se publicó incluso en El País. Llegué tarde, pero a Marsillach le hice gracia y sin enchufe de ningún tipo, entre 300 aspirantes me eligió a mí, a la hija de un sastre, para entrar como ‘meritoria’ en la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Ni terminé la RESAD porque desde ese mismo momento me incorporé de pleno en la CNTC para trabajar a las órdenes de Adolfo Marsillach y girar por medio mundo con el repertorio de las obras. Para mí eso era un sueño hecho realidad… Te cuento una anécdota, yo canto fatal y había que cantar una canción en El médico de su honra (lo protagonizaban Marisa de Leza, José Luis Pellicena, Ángel de Andrés y María Luisa San José…). Recuerdo que Adolfo nos llevó a una maestra de canto y, en un momento determinado, la maestra dijo: ‘¡Bueno, mejor que canten todos y Pilar que mueva la boca!’” (Más risas incontenibles…).

Evocando tiempos pasados y comparándolos con nuestros días, Massa recuerda que “Un verano estaba rodando una serie, Los ladrones van a la oficina, protagonizada por Fernán Gómez, y la dejé sin dudarlo porque yo tenía un compromiso de gira con Don Gil de las calzas verdes, y eso para mí era prioridad”.

Aunque ha hecho incursiones periódicas en el cine y la televisión -y sigue haciéndolas-, a Pilar el teatro le parece el “arte rey de la interpretación” y lo prefiere a cualquier otro. “Es la base. Ahí no hay trampa ni cartón. Cada representación es una experiencia única de verdad, y en el sentido más amplio de la palabra… Y todavía, cada vez que tengo que salir a escena, lo cierto es que se me sale el corazón por la boca… Y con los años es aún peor porque es mayor la responsabilidad que adquieres contigo misma y con el público”.

“Si no actúas, es un tren que se pierde para siempre…”

Cuando asumió su primera dirección de escena (Aquellas colinas azules, de Dennis Potter), tenía sólo 26 años y, desde hace ya mucho tiempo, sólo dirige, siendo ella misma productora, lo que verdaderamente le interesa: “Prefiero equivocarme yo, a tener que convencer a otro de montar ese texto de una forma determinada… Y por muy arriesgado que sea, si verdaderamente me gusta el texto, me lanzo a por todas para llevarlo al escenario y contar esa historia”. Amante como es del teatro británico contemporáneo, por el que siente gran respeto y admiración, busca nuevos textos o los levanta en escena por encargo, sí, pero ni quiere ni puede dejar de actuar “porque si no actúas, es un tren que se pierde para siempre”.

¿Qué no olvidarás nunca de Adolfo Marsillach? ¿Qué supuso para ti trabajar con él, y qué crees que ha aportado especialmente su figura a la escena española?, preguntamos a Pilar y ella, con una espontaneidad que no abandona nunca a lo largo de nuestra larga conversación, nos responde que “¡es la pregunta más difícil que me han hecho en la vida!, ¡trabajé muchísimas horas a su lado, así es que tengo muchísimos recuerdos…! En estos momentos me viene a la memoria una comida en el Parador de Turismo de Almagro en la que nos reímos como nunca… Verle reír no era fácil. Ese día nos contó que se ponía nerviosísimo cuando sabía que su padre (crítico teatral de profesión), iba a acudir a una de sus funciones. Contó una anécdota de cuando había ido su padre a ver Hamlet y Adriana Ozores, Yolanda Aristegui y yo nos partíamos de risa escuchando la historia y viéndole desplegar todos sus encantos con nosotras… Aquella comida la tengo grabada en mi memoria. En ocasiones era un hombre la mar de divertido, y siempre, siempre, con ese amor inmenso al teatro y un profesional innovador, minucioso, perfeccionista, comprometido e incansable… Ahora sé que a mí también me ponen el sello de exigente, como si eso fuera malo. Por el contrario, me parece un valor que me inculcó precisamente Marsillach”.

Esa sensación aún es mayor cuando, en sus frecuentes viajes a Londres, la artista observa en cada una de las funciones a las que acude que “allí no hay una sola pata negra arrugada, que todo está en su sitio… impecable. A veces, cuando voy como directora a un bolo y me subo al escenario y pido un peso para que la pata esté tensa, por ejemplo, algunos técnicos me miran como si estuviera loca. Eso me duele en el alma porque denota que en este país no hay cultura de la Cultura, no le damos valor a esos detalles… Por eso estamos inmersos en la cultura de la multiprogramación, suenan los móviles en medio de una función, y no hay nunca presupuestos dignos para la cultura con mayúsculas”.

“Siempre he hecho lo que me ha dado la gana”

“Cuando dirijo, lo primero que exijo a los actores y al equipo artístico y técnico es que escuchen mi propuesta. Después vamos probando, y viendo si esa propuesta funciona, si “contamos bien la historia”. Si no es así, no hay unidad de estilo. Seguramente en tus entrevistas a directoras más jóvenes escucharás lo contrario, pero a mí me gusta llevar una propuesta base para poder equivocarme, para poder mandarla a la mierda y probar otra cosa. Pero necesito ver que eso no funciona porque, si no, no tendría claro cómo lo quiero contar y a dónde quiero llegar. Por ejemplo, en mi último montaje, Vincent River, me preparé concienzudamente durante meses, antes de iniciar los ensayos. Una vez que comenzamos, tanto mi compañero protagonista, Eduardo Gallo, como mi ayudante de dirección, David Tortosa, se volcaron desde el primer día, se reían conmigo y me decían que sabían que al día siguiente iba a cambiarlo todo y hacer lo contrario. Pero es que yo necesito probar, aunque sea para concluir que eso no funciona. Pero, a base de equivocarme, pudimos construir un castillo sólido y firme. Esa es mi manera de dirigir”.

“Si se pretende ser actor/actriz, entiendo que hay que tener cierta cultura”

(Foto: Vanessa Rabade)Como dijo Natalia Menéndez al recibir la orden de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, ‘la diferencia es una fuente de fortuna’, y Massa es muy singular: “Yo aprendí mucho de Adolfo, la gente proclama con mucha alegría que ama al teatro, pero no siempre es verdad. ¿Hasta dónde?, ¿con qué consecuencias…? Marsillach lo amaba profundamente y por eso era un hombre exigente. No le valía cualquier pluma. La elegida tenía que estar perfectamente colocada en el sombrero… Y en los ensayos había que darlo todo para que tu compañero pudiera estar también a tope… Si no es así, no puedes sentir, no puedes probar, no puedes recibir del otro”. Y para corroborar su afirmación recurre ahora a un director de escena inglés (coach en la serie Yo, Claudio), que una vez me dijo “Esto es muy fácil, Pilar, se trata de estar siempre preocupado porque al compañero le salga bien. No hay nada más”.

Leí hace algún tiempo una declaración de Pilar en la que afirmaba que a ella casi todas las cosas buenas que le habían pasado comenzaron tomando un café. No me resisto ahora a preguntarle cuál ha sido la última: (Ríe con ganas) “Estar contigo y tomando café… Pero vamos, que, si te refieres a las anteriores, es también verdad. Yo no soy nativa digital y antes, para cualquier cosa, había que verse cara a cara y, de paso, tomar un café o una caña. Por ejemplo, yo hice la película La noche más larga, de José Luis García Sánchez, junto a Carmen Conesa, cuando todavía estaba representando Don Gil de las calzas verdes en La Comedia (entonces estábamos un par de años con la obra en cartel, uno de gira y otro en la sede, hasta que se acababan las representaciones)… Bueno, pues me acuerdo de que Juan Echanove debió decirle a José Luis que tenían que ir a verme al teatro y, al terminar la función, en el ‘Dorín’, que hoy es un ‘Cien Montaditos’ —y lloro cada vez que lo veo—, allí mismo y tomando un café me dijo que me pasase al día siguiente por su oficina para contratarme en la película. Antes se hacían así las cosas, mirándose a los ojos, hablando, contándote la vida …

“Me he arrepentido muchas veces de haber dicho o hecho, o no haber dicho y no haber hecho muchísimas cosas —nos recalca Pilar—. Tengo correa y trayectoria suficiente para estar muy contenta y satisfecha de muchísimas cosas, pero también muy enfadada conmigo por muchas otras. La gente que dice no arrepentirse de nada tiene mucha suerte. El abanico de mi vida pasa por lo uno y por lo otro, los aciertos y las equivocaciones. A veces me gustaría que existiese una máquina del tiempo que nos permitiera echar marcha atrás… Para poder rectificar, claro… Yo pertenezco a una profesión extremadamente vulnerable, inestable y, a veces, pusilánime. Es muy comprensible todo lo que pasa en este tiovivo en el que nunca sabes ni cuándo ni dónde vas a pararte. La profesión me ha puesto en situaciones en las que quizás debiera haber entendido mejor a otras personas. En determinadas ocasiones soy muy poco empática. Lo soy luego, cuando me paro a pensar y ya no tiene remedio… Otras veces es al revés, me digo: Esto no se puede consentir y me comporto como Juana de Arco… ¡En fin, la vida!”.

“Me desmorono y me levanto varias veces al día”

Por su frecuente relación como docente con adolescentes y jóvenes, me gustaría conocer qué piensa Pilar respecto a ellos, si verdaderamente son (como alguien dice), una generación de cristal. Para la artista madrileña, que no disfruta mucho con la docencia, salvo cuando se trata de teatro aficionado, “el teatro contiene multitud de propiedades para la gente que no quiere dedicarse a él profesionalmente. Haces equipo, lo pasas la mar de bien, te ríes a conciencia, sueñas, fomentas las relaciones sociales. Yo tengo un montón de amigos alumnos de estas características. Dar clase a los adolescentes y jóvenes que sólo acuden a clases de teatro como una forma de diversión es muy gratificante. Pero cuando he tenido que dar clases en escuelas de teatro que forman a futuros profesionales he sufrido lo indecible. Ahí sí que me he tenido que morder la lengua. Primero porque nadie lee nada. No puedo entender cómo se puede ser inculto pretendiendo ser actor, por lo menos, hay que leer, leer mucho … Llegar a esas escuelas, en dónde les cobran un pastón, y ver allí a todos los chavales con el móvil encendido en plena clase, y que le tienes que pedir por favor que lo apaguen; o que les pides que preparen unos textos para ensayar al día siguiente y que luego ni los han leído, ni se los han preparado… ¡no puedo! ¡no puedo! Seguramente habrá entre ellos diamantes en bruto, que incluso llegarán muy lejos y a los que yo, a lo mejor, no les llego ni a la altura del tobillo porque cantan y bailan estupendamente, y yo no, pero he sufrido mucho viendo su indolencia, su desinterés incluso por grandes figuras teatrales del pasado… No conocen quién fue José Bódalo, ni José María Rodero, ni Marsillach, ni Agustín González. ¡Eso me hunde…!”.

¿Conoces la envidia? ¿Te mueres por saber que no vas a poder llegar a ser tal o cual cosa, o a interpretar, o a dirigir tal o cual texto?

“Dirigir no, porque yo me lanzo a producir y dirigir o interpretar un texto que me interesa o que me apetece aún a riesgo de perderlo todo. Lo difícil es que luego ese montaje se programe, hay mucho desconocimiento y no siempre la calidad de un espectáculo es sinónimo de la cantidad de funciones o bolos. Hay programadores que desconocen –por ejemplo- la figura de Philip Ridley, uno de los más reputados dramaturgos, guionistas y escritores británicos. Un referente de la dramaturgia universal contemporánea. Sin embargo, yo me he dado el gustazo de montar Vincent River, además de otros textos, no comerciales, pero sociales, comprometidos y arriesgados, de una calidad dramática indiscutible y eso me ha proporcionado, también, la satisfacción de ser la primera directora en acercarlos a nuestros escenarios. De lo que sí tengo envidia (soy humana) es de ver a los protagonistas de los musicales, y valoro su trabajo enormemente. Yo soy absolutamente incapaz de cantar o bailar. (Ríe con ganas…). Claro que sé lo que es la envidia, la sana y la insana, pero los motivos de mis envidias son inconfesables…

Y, después de las preguntas de rigor con las que concluiremos la entrevista con Pilar, vamos a ir concluyendo porque sabemos que esta mujer de izquierdas no sólo es crítica sino autocrítica. De no ser así no disfrutaría como nos ha confesado con una novela de Mijail Bulgákov, que está deseando volver a retomar porque apenas le quedan unas cuantas páginas para terminarla: El maestro y Margarita, una sátira genial sobre la sociedad soviética, con su población hambrienta, sus burócratas estúpidos, sus aterrados funcionarios y sus corruptos artistas, a través de las peripecias trepidantes y disparatadas de un diablo que radiografían las debilidades de la naturaleza humana. Y es que, como la misma Pilar Massa dice, haciendo suya una frase de su admiradísimo Jardiel Poncela, “la mediocridad no perdona la genialidad”, un dardo que el autor dedicó a los críticos malintencionados “que sistemáticamente le combatieron y le hicieron tanto daño”, como terminaba diciendo Pilar en una carta dirigida a Don Enrique que abría el programa de mano de su celebrado Es peligroso asomarse al exterior. Carta que sugiero a los avispados lectores de nuestras entrevistas que busquen en las redes, así como un artículo titulado Mis amigas, el teatro y todo lo demás (Noctivagos.com, 14/06/2024), porque es una verdadera delicia, no sólo escuchar sino leer también a Pilar. Y si tienen dificultades para encontrarlos, ni lo duden, pídanmelo directamente y se los envío.

Cuestionario Final

Pilar Massa¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?

Mil cosas cada día. Me desmorono y me levanto varias veces al día. Ese es el ejercicio que he aprendido a hacer a lo largo de los años. Me fui muy jovencita de casa y he tenido que reinventarme permanentemente, he tenido que luchar mucho sola (y de eso estoy muy orgullosa), y por eso procuro estar alegre ante mis amigos, ante mi gente… Pero sí, esta mañana me he despertado con un ‘no’ a una propuesta que hice hace ya un año, y me ha costado llorar. Luego me he tenido que retocar el rímel para venir a verte y ahora, ya ves, no paro de reír contigo… O veo un indigente en la calle, y no entiendo cómo la humanidad puede construir edificios, artefactos, inventos extraordinarios y, sin embargo, no quiere o no puede acabar con el hambre… No lo entiendo… Un amigo envidioso me hace desmoronarme. Que mi representante me comunique que no me han cogido para un nuevo proyecto, me hace desmoronarme… Para a renglón seguido volver a levantarme. ¡Soy una sentimental incorregible!

¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?

Soy mucho de una cosa y de la otra. ¡Ponme un sobresaliente en las dos cosas! (Ríe de nuevo con ganas…). Eduardo Gallo me decía durante los ensayos que era bruja. En intuitiva tengo matrícula de honor. Mi iluminadora, Olga García, con la que me une ya una gran amistad, se resistía al principio a iluminar Vincent River con una luz sin concesiones, fría, glacial y, finalmente, acabó diciéndome: ‘Pilar, sigue tu instinto porque eres bruja’. Al mismo tiempo, siendo hija teatral de Adolfo, soy metódica hasta la saciedad. No paso por alto ni un detalle: los cordones de las zapatillas de Eduardo en la función, el puñetazo en el ojo… María Luisa Merlo me decía cuando la he dirigido: no dejes tu método del “todo tiene que estar bien” … Es verdad, no pasó nada por alto: desde el programa de mano, la cámara negra sin una sola arruga… Una vez, en el Teatro Real, llevaba unas medias de repuesto por si se hacía alguna carrera en las que llevaba. Me acuerdo que un técnico dijo ‘¡pues si se fijan en eso…!’. Pero claro, si haces una cosa espectacularmente bien y sales con una carrera en la media, los espectadores van a acabar recordando sólo eso. Como digo, soy exageradamente metódica, creo que es mi manera de demostrar el valor que le doy a algo que amo tanto como es la puesta en escena de un espectáculo. Con el tiempo me he vuelto también muy intuitiva y escucho mucho al corazón.

¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?

No soy nada indulgente con los móviles. No lo entiendo. Hay espectadores que acuden al teatro como si fueran a la feria y no es lo mismo. No estamos en casa viendo la tele. Hay que educar a los espectadores… Eso forma parte de lo que he comentado ya antes, la cultura de la Cultura. A veces pienso que mi padre tenía razón y debía haber acabado siendo maestra porque cuando veo esas faltas de respeto en un teatro me pregunto qué hago allí, encima del escenario, dejándome la vida, y hay gente a la que eso no le importa nada… Por eso me encanta ir a Londres, porque allí el valor y el respeto que hay por el teatro es extremo. Hasta la Corona británica nombra Sirs y Damas a ilustres actores y actrices… (Lawrence Olivier, Judi Dench…). Ese es el espejo en el que debiéramos mirarnos. Allí, dramaturgos del momento, como Mike Bartlett o Philip Ridley o históricos como Harold Pinter o William Shakespeare, son respetadísimos, casi venerados. Y con los directores o los actores sucede otro tanto. Es una profesión muy valorada y respetada. Claro que allí, en los colegios, el Teatro es una asignatura al mismo nivel que las Matemáticas o la Historia.

¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?

Se puede ser de izquierdas y respetar a las personas que tienen ideas conservadoras o de derechas. Y espero que se pueda ser de derechas y que se pueda respetar también a la gente progresista o de izquierdas. La izquierda trata de conservar las cosas buenas de otras ideologías o posturas, pero no se puede renunciar a progresar porque, si no, seguiríamos aún con la Inquisición.

¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?

No. La mujer no tiene la misma presencia que el hombre en ningún ámbito de la sociedad. Falta muchísimo. Es como el velo de Penélope, que se hace y se vuelve a deshacer. Falta mucho para alcanzar la paridad. Este tema ya debiéramos haberlo superado y me gustaría que ya no fuera necesario hablar de temas como este más que en los libros de historia. Pero siento mucho decir que en la realidad haya brecha salarial entre actrices y actores en las series, en el cine … Y otra cosa, por ejemplo, hablando de paridad, ahora mismo, otra vez casi todos nuestros teatros públicos están dirigidos por hombres.

¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?

La pregunta es que cuándo, en este país, habrá cultura de la Cultura. Cuándo se valorará el arte como una herramienta maravillosa de educación, para poder seguir creciendo como seres humanos… Y la respuesta es que me moriré sin verlo.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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