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María Prado, actriz, directora de escena y dramaturga: "Ese desconcierto en el que te puede llegar a sumergir el teatro es una sensación única"

> "Vivo permanentemente en las cosas sobre las que albergo más dudas"

viernes 29 de noviembre de 2024, 12:47h
María Prado
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María Prado (Foto: David Sagasta)
Desde que se licenciara en Interpretación en la RESAD (2008) y cursara dos Másteres (Teoría y Crítica de la Cultura -2014- y Creación Teatral -dirigido por Juan Mayorga, 2015- en la Universidad Carlos III de Madrid, María Prado -www.mariaprado.es, 38 años-, ha ejercido intensamente como actriz, como directora escénica, como dramaturga y, en los últimos tiempos también como profesora de Interpretación y de Análisis de Textos Dramáticos (RESAD, Universidad de Nebrija y ESAD Castilla-La Mancha). Atraviesa ahora un momento muy intenso, tanto personal como profesionalmente hablando. Por un lado, hace cuatro años, ha sido madre, y en el curso académico actual tiene que desplazarse varias veces por semana desde Madrid hasta Cuenca, sede de la ESAD de Castilla-La Mancha, en dónde actualmente da clases. Paralelamente, como dramaturga; está también colaborando con varias compañías que le han hecho encargos concretos y, por si todo esto no fuera suficiente, está preparando como buenamente puede la tesis doctoral (esto último con menos intensidad de la que le gustaría), para leerla en la Universidad Carlos III de Madrid.

Le gusta jugar con las palabras, con su grafía y con los signos de puntuación y, por eso, hasta los paréntesis en los títulos de sus obras ha conseguido que acaben siendo sus aliados para ajustar hasta el extremo lo que quiere comunicar -Escriba su nombre aquí, (Des)de los escombros, Un universo (Solo), Impulsos (BPM)-. Quizás porque sabe esconderse detrás de ellos para ver la vida, sin asumir más riesgos de los necesarios, sin más dudas que las propias, que ya son bastantes.

Desde la última vez que pudimos hablar con cierta calma, a María Prado le ha dado un vuelco la existencia porque se ha convertido en madre. Una circunstancia que, por lo general, cambia la óptica de la existencia a cualquiera, y las artistas no van a ser menos: "¡Desde luego! He cambiado yo, han cambiado mis circunstancias, mis relaciones, mi mirada al mundo, y mi percepción frente a todos los horrores que vienen con él. Todo eso te genera un abismo de cara al futuro de tu hija y te hace preguntarte qué tipo de mundo le vamos a dejar a las futuras generaciones. Por eso me preocupa, y mucho, el mundo en el que vivimos y qué tipo de mundo quiero construir...".

Uno de los efectos del teatro es que puede sorprenderte, calarte, atravesarte hasta extremos que ni siquiera imaginas, de formas no racionales y que no puedes expresar con palabras: “Es cierto. A veces una obra te atraviesa desde la emoción y entonces no es tan fácil que puedas poner palabras para explicar qué es exactamente lo que te ha sucedido. ¡Que pasen esas cosas con el teatro, a mí me parece maravilloso! Ese desconcierto en el que te puede llegar a sumergir el teatro es una sensación única. A mí me ha pasado recientemente con La fortaleza de Lucía Carballal. El montaje me impactó muchísimo, me quedé pegada a la butaca y sin poder moverme durante un rato largo. Por todo, por el texto, por cómo está hecha la obra, cómo está construida, por los temas que aborda, por la excelente interpretación de las tres actrices protagonistas… El tema de la herencia, qué se queda de ella, qué vamos a trasmitir nosotros a nuestros descendientes…, son temas que hoy me preocupan sobremanera. Y, claro, es verdad que las obras te pueden tocar más o menos en función del momento vital en el que te encuentres. Pero siempre tienes que estar enfrente de una obra muy bien hecha porque, de otro modo, un estremecimiento tan intenso no te sucede”.

“Al hablar con mis alumnos de Análisis de Textos Dramáticos -continúa diciéndonos María- les digo que cuiden mucho definir bien de qué va la obra, y cómo está hecha, cómo se forma. Porque, al final, la forma habla tanto como el contenido: cómo lo cuentas, con qué lenguaje, con qué estructura... Esto es fundamental porque, al final, temas universales tienes mil, pero hay que ver qué es lo que hace a cada obra algo particular, ya sea Antígona u obras de dramaturgia contemporánea. Al final cada mirada, cada poética de cada dramaturgo, o dramaturga, tiene una forma para cada obra, y eso a mí es de las cosas que ahora mismo más me interesa mirar”.

“Cómo se cuenta una cosa en particular -prosigue María-. No sólo el qué, sino el cómo has elegido contarlo. Estoy en pleno proceso de escritura de una tesis doctoral sobre Dramaturgias de fragmentación en la que hablo también mucho de la sociedad en la que vivimos”. El director de la tesis es Eduardo Pérez Rasilla y, por la velocidad que hoy María puede imprimir al trabajo, le parece que no podrá terminarla con el profesor de la Carlos III porque está a punto de jubilarse.

“Mi percepción sobre los jóvenes alumnos de las escuelas en las que doy clase es que tienen muy diversificados intereses (interpretación teatral, investigación, musicales...), algunos también les interesa más lo audiovisual, y salir, mostrarse en la pantalla, pero hay de todo”, nos comenta María. Y, ya que no sabemos cómo se autodefinen los profesores, vamos a tratar, al menos, de que Prado se retrate aquí, y para ello le preguntamos: ¿Por qué el teatro?, ¿para qué el teatro…? La artista nos confiesa -no sin haberlo pensado después de soltar un largo ¡Uf!-, que “sigo instalada en la duda, la vivo permanentemente. He tenido varias respuestas a esas preguntas a lo largo de mi vida artística. Empecé como actriz y luego me metí en la dramaturgia y en la dirección de escena. Siempre me ha absorbido el teatro. Al principio me negaba a tener que elegir ser una sola cosa. Ser actriz me permitía poder ser muchas a la vez. Podía vivir, pensar, experimentar físicamente y emocionalmente cómo sería estar en tal situación o ser de tal manera y en otras vidas diferentes, en otras posiciones, con otras miradas… Luego también está el juego, un asunto muy importante para mí. Me veo jugando toda mi vida porque desde muy pequeña decía que quería ser actriz. Y me motivaba mucho el hecho de poder jugar a vivir otras vidas, a ser otras personas”.

"En la obra teatral, la forma habla tanto como el contenido"

María Prado (Foto: David Sagasta)

Quizás por eso mismo en casa de María nadie se sorprendió por su elección de profesión y de vida. Sus padres (cinéfilo y coleccionista casi compulsivo él -“en casa hay más de 10 mil películas, todas incluidas en una base de datos”-, y bibliófila su madre…, también tenían muy claros desde siempre cuál iba a ser el camino que emprendería María, y “siempre lo vieron con buenos ojos… Con cierto miedo porque no desconocían la precariedad del sector, pero sin dejar de brindarme nunca su apoyo, cosa que siempre he valorado como se merece”.

Instalada, pues, en la duda permanente, ahora no sólo en la escritura y en la dramaturgia, sino también en la docencia: “Mis alumnos esperan respuestas de mí y, sin embargo, yo me dedico más a sembrar dudas que a proporcionar respuestas. Hay muchas maneras de ver las cosas. Siempre intento que los alumnos reflexionen, elaboren su pensamiento y su discurso propios a base de darle vueltas a las cosas. A mí me sucede otro tanto en el mundo académico”.

¿Y nunca te has arrepentido de la decisión tomada?, le preguntamos: “Arrepentirme no, pero sí agota estar viviendo permanentemente en crisis, con un oficio con tanta incertidumbre, tan inestable y precario, estar siempre pendiente de si vendrá pronto el siguiente proyecto sí que acaba generándote preguntas de por qué diablos estoy yo metida aquí… Esa perspectiva, claro está, ha ido variando con los años, y ahora también lo veo con mis alumnos. Cuando empecé con 18 en la RESAD mis expectativas eran altísimas. Las ilusiones, el empuje, el ímpetu se van atemperando con el paso de los años y, necesariamente, cada vez te vas dando más cuenta de que el entusiasmo y el trabajo, siendo imprescindibles, no te dan certezas tampoco sobre tu futuro”.

“Desde que escribí '(Des)de los escombros' -nos reconoce la artista-, tuve más a flor de piel la crisis generacional"... Es duro descubrir que no siempre hay un ascenso permanente. El éxito momentáneo no es garantía de que después venga otro, y otro. La cosa no es así de lineal ni mucho menos. Unas veces estás aquí, otras allá, y en medio te siguen pasando cosas. Y, además, el hecho de que algo tenga éxito no significa necesariamente que con eso estés más satisfecha artísticamente. Esa imprevisibilidad y ese vértigo son constantes y son difíciles de llevar”.

Y, yendo de lo particular a lo general, preguntamos a Prado cuál es, a su juicio, el gran problema de nuestro tiempo: “¡Son preguntas intensas…! -nos dice entre carcajadas-... "Son varios, pero creo que uno muy importante es que se ha perdido mucho la capacidad de ver a los demás. No podemos meternos en nuestra propia burbuja y no mirar para otro lado por tus propios prejuicios, tus propias concepciones. Y a partir de ahí, todo lo demás… Es decir, todo lo que está sucediendo a nivel político, social, que parece haber derivado en algo tan peligroso como la pérdida de la empatía”.

"Sigo vibrando en la duda, la vivo permanentemente"

María Prado (Foto: David Sagasta)

Lo que hoy llamamos posmodernidad parece haber instalado la idea de que en la realidad no hay hechos sino sólo interpretaciones. A Prado este es uno de los temas que también le preocupan hasta el punto de andar rondándole la cabeza escribir alguna obra al respecto: “Lo digo porque esto tiene que ver mucho con el tema de la desinformación. La opacidad sólo provoca sensación de desubicación… Sí, me parece que tenemos puntos de vista distintos sobre las centralidades de las cuestiones y que no hay verdades dogmáticas, ni una sola verdad. Pero el relativismo en ciertos temas y cuestiones, o el desdibujar los hechos y la realidad también me parece un peligro. Por eso hay que saber diferenciar entre dar puntos de vista, tener diferentes interpretaciones sobre la realidad que sucede, y desinformar o mentir directamente sobre hechos concretos”.

En la Facultad de Ciencias de la Información donde estudié, sin embargo, nos quedó muy bien definido qué son los hechos (noticias), y qué las interpretaciones (crónicas, reportajes, columnas de opinión, editoriales…). Quizás, le sugerimos a Prado, debiéramos hacer entre todos un esfuerzo para volver las aguas del sentido común a su cauce: “Este es un debate fundamental y aún más ahora en la sociedad que vivimos porque los bulos constantes se han adueñado de las redes y, a veces, hasta de los medios de comunicación. Cada vez resulta más difícil discernir entre la verdad y el bulo”.

Acaso sea necesario volver otra vez a la cultura del esfuerzo, a la necesidad de reflexionar y profundizar en las cuestiones como único antídoto contra esta fiebre de la desinformación —respondemos a María—, y ella, a su vez, vuelve a poner los puntos sobre las íes: “Vivimos en una sociedad atravesada por la velocidad. Estamos constantemente saltando de una cosa a otra y apenas si dejamos tiempo para nosotros mismos, para pensar, contrastar…”.

Acaso este sea, precisamente, el quid de la cuestión, que el poder (dicho así, en abstracto…), sea el más interesado en mantener este estado de cosas porque así se extiende que el individuo sea un ser acrítico, un ser al que todo le resbale -contraargumentamos ahora a María-. Para la artista, “desde luego, creo que, a ciertos sectores del poder, y también ideológicos, esto les beneficia. Por ejemplo, a la extrema derecha. Lo hemos visto recientemente en las elecciones norteamericanas con Trump. Pero también, creo, es una consecuencia lógica del tipo de sociedad en el que estamos viviendo. Cuando Bauman habla de la sociedad líquida, de la inestabilidad, del cambio constante, de que nada para, está definiendo esta sociedad de consumo en la que las ofertas y los deseos latentes son constantes y, posiblemente, también una fuente permanente de insatisfacción fomentada por el capitalismo”.

"La posmodernidad es el maoísmo de los ricos". La frase no es nuestras sino del filósofo francés Markuse Gabriel, y nos gustaría conocer en qué grado de acuerdo está María con él: “No lo he leído mucho -nos dice la madrileña-, pero sí, lo conozco. No estoy de acuerdo con esa afirmación. Creo que la posmodernidad ha aportado muchas cosas, aunque, al mismo tiempo, tiene muchos aspectos igualmente criticables. Como les pasa también a las teorías posmodernas, que son muchas y muy plurales, pero no, no estoy de acuerdo con la afirmación que me comentas de Gabriel porque es un tanto reduccionista”.

Le pedimos también que se posicione ante esta otra afirmación del mismo filósofo: “Los 'smartphones' son drogas”. Para Prado, “desde luego, la adicción a las pantallas es uno de los temas serios con los que tenemos que lidiar todos en nuestro tiempo. Sí, podría tener sentido. Hay temas adictivos que van más allá de las drogas comunes y uno de ellos son las pantallas. ¿Cómo lidiar con ellas?, ¿cómo gestionarlas?, ¿cómo hacer que no nos absorban la vida o que no nos generen aún más opacidad? Parece un gran peligro porque con ellas no ves la vida real, no ves ni te relacionas realmente con la gente, sólo estás ahí metida, dentro de ellas… Pero bueno, tampoco las quiero demonizar. Tienen un uso muy interesante y la única precaución está en saber usarlas, en definir muy bien para qué las queremos… De cualquier forma, es verdad, el debate sobre el tema es tan interesante como necesario. Hay que conseguir que no haya manipulación a través de ellas porque -como ya comentábamos antes-, hay intereses de todo tipo (económicos, políticos, etc.), en determinar qué nos llega, cómo nos llega, y hay que ser conscientes de ello y manejarlas críticamente y no engullirlas por engullirlas…”.

Libertad de expresión

Volvemos a lo nuestro, el teatro, y queremos saber cómo se enfrenta María dramaturga y María directora escénica, al montaje teatral como proceso vivo, como proceso en constante transformación, pero al que hay que ponerle límite en algún momento. La creadora nos dice que “es un proceso que participa de las dos cosas a la vez. En algún momento hay que decir que hasta aquí hemos llegado, que ya hay que estrenarlo, pero al mismo tiempo también está en revisión constante. Personalmente, siempre digo que esta es la obra que está estrenada, pero simultáneamente, con las obras que estreno estoy siempre atenta a posibles pequeñas modificaciones porque la obra siempre está viva y cada paso que das, cada nueva representación, hace la obra distinta y va yendo hacia nuevos sitios y la labor de la dirección es también ver si son los adecuados hacia donde se debe caminar y, si hace falta cambiar algo, que pueda hacerse. Un libro siempre tiene un texto fijado, una película queda cerrada cuando ya ha llegado la exhibición, pero una representación, sin embargo, es distinta cada día y, aunque mantenga muchas cuestiones iguales, siempre el resultado es diferente. Pero la esencia hay que mantenerla siempre, salvo que sea un proyecto cuya esencia sea el cambio permanente, claro”.

El montaje teatral se concreta siempre sobre un escenario, pero la escritura, sin embargo, es siempre la base de la que parte. Escritura que, como todo, puede estar sujeta a la censura o a la autocensura. ¿Hay que poner límites a la libertad de expresión artística? He ahí la cuestión que, para María, “es un asunto esencial. Precisamente en una de mis últimas clases hablamos del tema con los alumnos. Es un tema de vigente y en permanente actualidad que, desde luego, a mí me preocupa. Precisamente mi obra 'Impulsos (BPM)' trata este asunto y pretendía con él reavivar este debate sobre la libertad de expresión, que va mucho más allá del consenso general de su existencia. Hay muchos temas en torno a ella que no están tan claros (blanco o negro), como por ejemplo la cuestión sobre la violencia que pueden causar los discursos de odio. Existe, por otro lado, el peligro de la autocensura porque llega un momento en que las limitaciones a la libertad de expresión pueden afectar a tu propia libertad de decir. Y eso, me parece, es algo con lo que estamos lidiando ahora mismo”. Nosotros, en su día, dijimos sobre el montaje "... Palabras sobre las palabras, reflexión sobre el uso del lenguaje, de los límites a la libertad de expresión, no ya los marcados por la ley en caso de conflicto grave, sino también en las relaciones cotidianas… Y, ya ni siquiera la palabra, sino el tono y la intencionalidad con las que se pronuncian...".

Y apostillando lo ya dicho, María Prado continúa afirmando que “lo que pesa mucho es la idea de pensar si lo que estás haciendo es pertinente hacerlo allí, en un lugar con tanta proyección, cómo se va a recibir, etc. En ‘Impulsos’ tomé la decisión de hacer exactamente lo que quería hacer. Fuese o no la obra más popular del año o que todo quedara en una investigación. Decidí tirar por ahí, para bien o para mal, y no me he arrepentido en ningún momento”. Pero -la interrumpimos-, ¿quién conoce el secreto para hacer de una obra que sea la más popular del año, como dices? “No se sabe, es cierto -contesta-, pero sí que hay elementos conocidos que contribuyen a ello y, en sentido contrario, también aquellos que, a priori, no van a tener una lectura tan asequible, igual genera una dramaturgia más experimental... A mí, desde luego, nunca me ha interesado crear textos ininteligibles. Pero tampoco que sean especialmente confortables o que te pongan en lugares conocidos. Me gustan los puzzles dramatúrgicos”.

Nos preguntamos también si esa censura y/o autocensura se da más, menos o en igual modo en el teatro público y en el privado. Prado confiesa haber tenido siempre “muy buenas experiencias en el teatro público. No puedo decir que haya tenido cortapisa alguna en él. Y, por el contrario, lo que sí he tenido siempre han sido medios, mucho equipo y mucha sensación de estar arropada para poder decir y contar como yo quería. En el caso de Impulsos, en el CDN, fue tal cual. No tuve en ningún momento presión ni orientación alguna para ver qué tipo de obra iba a hacer. Sí la posibilidad de hacer talleres, de elegir elenco y de elegir también la forma de trabajar. La experiencia me sirvió mucho de investigación, y trabajé los textos con todos, vi con todos qué significa la censura para ellos en un diálogo permanente, y no me encontré en ningún momento censura alguna para ver por dónde estaba yendo con la obra ni tutoría alguna al respecto”.

La admiración de María por uno de sus maestros, Juan Mayorga, es evidente; también por Lucía Carballal, como antes nos ha confesado aquí mismo. Pero, ¿qué otros maestros de la escena siguen dejando huella en su escritura? Son muchos los dramaturgos que nos cita: “Admiro mucho la dramaturgia británica y estoy muy metida en ella. Exploro a muchos dramaturgos del Royal Court. Hace ya tiempo que no voy por allí a ver cosas, pero sigo atenta a sus publicaciones desde aquí. Sigo a autores británicos como Alice Birch, Sarah Kane, Ella Hickson… Y en España hay también muchos dramaturgos de mi generación, incluso más jóvenes, que me interesan mucho y a los que sigo habitualmente”.

Última pregunta a María antes del cuestionario final que pasamos a todas nuestras invitadas: ¿Qué habría que cambiar en el sistema para conseguir que el teatro sea una fuente más estable de trabajo, para que su difusión fuera mayor y el interés del público crezca más cada día? “En España hay mucha falta de cultura teatral. En los colegios apenas si se tratan los autores teatrales emblemáticos y, como mucho, se mencionan sus obras, pero se diría que no se les da mucha importancia. Luego, claro, tampoco el prestigio que puedan tener las profesiones relacionadas con el teatro es el que debiera. Creo también que, de alguna manera, esta es una estrategia de poder, el hecho de relegar a la cultura al sitio que se le relega… En realidad, en España hay sólo unas cuantas ciudades en las que se puede ver teatro de forma continuada. En Europa (mira, por ejemplo, lo que sucede en Alemania), hay países que tienen un sistema implantado que da mucha más importancia al hecho teatral, y lo llevan a todas las ciudades”.

Entre tanto, bien está que María siga disfrutando con Fernando de Retes, su pareja (físico, actor, director de escena y dramaturgo a la vez), con quién también hablaremos algún día… y Lúa, su hija, una de cuyas fotos aparece en el Instagram de Fernando, que posiblemente haya hecho la misma María, y que da esta respuesta tan hermosa a la pregunta de qué es la felicidad: “estar así contigo, esperando tranquilamente que pasen las nubes mientras nos contamos historias”.

Cuestionario final

María Prado (Foto: David Sagasta)

¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?

Hay muchas cosas. Me cuesta decirte sólo una (¡Ríe abiertamente!)… Quizás lo peor, cualquier peligro cercano a Lúa, mi hija…

¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?

Esa es una dicotomía infernal. Creo que debe de haber intuición, y eso es fantástico, pero también organización posterior. Recuerdo mucho a Vicente Fuentes, que lo tuve de maestro de verso en La Joven de la CNTC, que nos decía, parafraseando a esa máxima que nos aconsejan siempre a los actores de ser orgánicos, y Vicente nos decía que “¡muy orgánicos, muy orgánicos… Lo que hace falta es que os organicéis!”. Hay siempre un tira y afloja entre los dos extremos. Muchas veces me pongo a escribir lo que me brota en el momento, como una necesidad, pero, después, hay que sentarse despacio a organizarlo que tienes y buscarle un sentido…

¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?

Sí, me molesta. Con el tiempo me he vuelto más tolerante con las llamadas que, de pronto, se meten en el patio de butacas, pero lo de consultar las pantallas sigue molestándome. No tanto a quién le suena el móvil porque eso puede pasarle a cualquiera, pero lo de la pantalla es siempre una falta de respeto al trabajo que hay en el escenario …

¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?

Yo diría que no… También tiene mucho que ver con las definiciones que cada uno de nosotros tengamos de los términos derecha, izquierda, conservador y progresista… La izquierda tiende más hacia el progresismo, y la derecha a conservar el statu quo.

¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?

Es absolutamente insuficiente. Ha habido avances con el feminismo, pero hacen falta muchísimos más. Tanto en presencia como en mil temas más que estamos viendo que es necesario hablar sobre ellos y sacarlos adelante. Y en el ámbito de la creación, se nos suele relegar a ciertos sitios. Por ejemplo, con el tema de la paridad muchas veces las salas pequeñas de los teatros públicos son para las creadoras, las grandes son para ellos. Institucional y socialmente hay una mayor atención al tema, pero hace falta llegar mucho más lejos.

¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?

De entre todas las que me formulo, quizás la más recurrente sea ¿cómo diferenciar entre lo que quiero y lo que necesito?

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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