Prosigue imparable el 42º Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Ahora y en los Teatros del Canal (Sala Negra), con un actor que estrena su primera pieza como director, Diego Garrido Sanz, con ‘Violencia’, un texto del joven cineasta norteamericano Fran Kranz, que hace tres años estrenó 'Mass' -también su ópera prima en la gran pantalla-, ahora adaptada y dirigida por primera vez para el teatro, de la mano de Garrido, y con una sensibilidad, una claridad, una fuerza y una seguridad sorprendentes.
El asunto que se fabula en ‘Violencia’, no es baladí. Probablemente más común hoy en los colegios, institutos y universidades norteamericanas, pero (¡quiera Dios que me equivoque...!), dentro de algunos años, desgraciadamente lo mismo los tenemos también por estas latitudes. El caso es que los padres de una de las varias víctimas de un tiroteo producido en un colegio de secundaria, seis años después del suceso, van a reunirse con los padres del chaval que disparó contra sus compañeros y, finalmente, se suicidó. El lugar del encuentro es un espacio neutral, posiblemente vinculado a las autoridades académicas o municipales del lugar y, aunque inicialmente parece que iba a ser moderado por un Facilitador -interpretado por el propio Diego Garrido-, los padres de ambos chicos acuerdan que ese encuentro sea confidencial y prefieren hacerlo a solas.
Ignacio Mateos y Cecilia Freire son los padres de Iván, el chico asesinado y Jorge Kent y Esther Ortega los de 'Jaime', el joven que se hizo con una pistola, y uno por uno y casi a quemarropa, fue matando a sus compañeros. Magnífica, excelente interpretación de los cuatro actores, llena de verdad y de tensión durante los noventa minutos aproximados de duración de la pieza. Esos sentimientos de rabia, de incomprensión, de venganza incluso, flotando permanentemente en un mar de dudas, de parte de los padres del chaval asesinado, se pone frente al también dolorosísimo tiempo de análisis, de no entender cómo ha sido posible llegar hasta allí, de recomposición del sentimiento de fracaso como educadores que no deja de abrumar a los padres del chico que ha sido capaz de acabar con la vida de varios de sus colegas y en su propia clase.
La sencilla escenografía (una mesa grande, redonda, blanca y varias sillas a su alrededor y, un poco más a la derecha una mesita con agua y café, y alguna silla más), es obra de Diego Garrido. La iluminación ha sido diseñada por David Picazo -intensa y concentrada en la mesa cuando ambas parejas se encuentran por vez primera después de haber cruzado varias comunicaciones por carta y WhatsApp, y más tenue cuando tras las confesiones a bocajarro de unos y otros les hace ponerse en el lugar del de enfrente. Viste a los personajes Conchi Espejo: ropa actual para todos, pero más descuidada la de los padres del chico asesinado, y más cuidada la de sus interlocutores.
No he visto a quién se debe la música inicial y final del montaje , con ese rasgueo intenso y estremecedor de guitarras que parecen calentar el ambiente, más anuncio de una batalla que de un armisticio, pero lo considero también un acierto porque marca la intensidad y la tensión de cuanto se vive allí, en esa muestra de acercamiento, de sincero intento de ponerse en el lugar del otro y que, al final, encuentra el punto del perdón, para unos, y de la aceptación de la realidad para otros. La violencia del joven asesino ya tenía antecedentes de puertas adentro (amenazas fuertes e intolerables del chico hacia su madre, a la que promete lanzar contra la pared si no se larga de la habitación y cesa de una vez su sermón habitual…).
Las redes sociales, la soledad de nuestros adolescentes, las presiones a las que se ven sometidos algunos dentro del ámbito escolar, la violencia que todo eso genera son muchas veces la olla a presión que, en determinadas circunstancias, puede estallar de la forma más inopinada e imprevisible. No son los chicos, ni los padres, sino toda una sociedad, toda una estructura económica y social la que, posiblemente, generen monstruos como los que a veces vemos surgir en las sociedades más avanzadas, y que son un claro indicador de que algo, o mucho, estamos haciendo muy mal.
La catarsis, la redención y el perdón final con que termina ‘Violencia’, se escenifica con la aparición de un Niño (muy bien Abel de la Fuente), que interpreta una melodía al piano y que comienza con cierto aire grotesco, haciendo el gesto con la mano de darse un tiro en la sien, y caer fulminado contra el suelo.
Este primer trabajo de director de escena de Diego Garrido anuncia ya, y claramente, que este no es un camino que el actor deba apartar de su quehacer, sino todo lo contrario. Auguramos un largo y merecidísimo recorrido a esta estremecedora y necesaria pieza.
‘Violencia’
Autor: Fran Kranz
Director: Diego Garrido
Intérpretes: Esther Ortega, Cecilia Freire, Jorge Kent, Ignacio Mateos, Diego Garrido y Abel de la Fuente
Diseño de luces: David Picazo
Diseño de escenografía: Diego Garrido
Diseño de vestuario: Conchi Espejo
Teatros del Canal, Madrid
12 al 15 de noviembre de 2024