El mundo de la medicina oncológica está de celebración tras un estudio publicado en la revista 'Nature' que da esperanzas a los casos de cáncer más complejos.
La investigación ha abordado la terapia CAR-T, un tratamiento del que se lleva hablando y estudiando tiempo, pero que ahora ha logrado un imposible: curar un cáncer que se consideraba incurable.
El citado estudio lo han llevado a cabo científicos de la Universidad de Stanford. Comenzaron su ensayo en 2020 con la participación de 11 pacientes con glioma difuso de línea media, un tipo de cáncer muy agresivo que afecta al sistema nervioso. El tumor no se puede extirpar en una operación y tampoco suele responder bien a los tratamientos habituales, por lo que se le considera prácticamente incurable. Hasta ahora.
Los resultados, publicados esta semana en 'Nature', han revelado que el tratamiento con la terapia CAR-T ha provocado la remisión total en uno de los pacientes de 17 años. El joven lleva 4 años sin la enfermedad detectable. Todo un hito en la oncología.
Drew, el joven 'milagro' de la terapia CAR-T, no tiene ni rastro del cáncer en su cerebro y ha podido cursar su primer año de universidad 4 años después del diagnóstico. Un caso histórico, pues lo habitual tras detectar este tipo de cáncer es que no se pase del año.
Y este no es el único resultado esperanzador. En 9 participantes su estado mejoró notablemente, de hecho en 4 de los casos el tumor se redujo a la mitad.
¿En qué consiste la terapia CAR-T?
Pero los investigadores son prudentes y no les gusta hablar todavía de "curación", aunque los resultados son muy prometedores.
"Este es todavía un terreno desconocido. No sabemos lo que puede ocurrir en el futuro pero por el momento no hay ninguna evidencia del cáncer en las pruebas de imagen. Parece haber desaparecido. Definitivamente espero que esté curado", ha puntualizado a 'El Mundo' Michelle Monje, investigadora líder del ensayo clínico.
La terapia CAR-T consiste en utilizar los propios linfocitos T del paciente para que ataquen a las células cancerígenas.
Utilizando la modificación genética, se les introduce a estos linfocitos una especie de anticuerpo que reconoce el antígeno tumoral y uno de los receptores de membrana de los linfocitos T.
Después se reproducen en un biorreactor hasta lograr una cantidad adecuada y se administran al paciente para que puedan atacar a las células malignas.
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