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El laberinto israelí

miércoles 16 de octubre de 2024, 08:57h

Ha pasado ya un año desde que el 7 de octubre de 2023 se produjera en tierras de Israel el mayor atentado perpetrado por Hamás contra el estado judío que costó la vida a más de 1.200 personas y el secuestro de varios centenares. La emergencia nacional propició que la oposición israelí se uniese al presidente Netanyahu para formar un nuevo gobierno de unidad nacional.

Hamás sabía muy bien que su acción no iba a quedar impune pero había que hacer algo sonado para evitar que Netanyahu siguiera sumando aliados árabes a su rediseño de Oriente Medio en el que ya contaba con acuerdos firmados con Egipto, Jordania, Emiratos o Marruecos, y ya tenía a Arabia Saudí –tradicional enemigo de Irán-, a las puertas de sumarse a los llamados “Acuerdos de Abraham”.

Los nueve millones de israelíes (la gran mayoría judíos, pero hay también un 20 por ciento de árabes en su población), han respondido de forma implacable contra Gaza y doce meses después del atentado son ya más de 42.000 los gazatíes muertos -el 2% de la población-, de los cuales más de 11.000 son niños, más de 10.000 los desaparecidos, y más de un millón el número de desplazados.

En estos últimos meses, sin embargo, el foco del conflicto se ha desplazado de Gaza hasta el Líbano, en dónde el Ejército de Israel combate ahora a la milicia chií libanesa de Hezbolá, abierta simpatizante de Irán, principal valedor de la guerrilla palestina en Líbano, de quién recibe apoyo político y militar. El intercambio de bombardeos entre los dos países ha dejado más de 1.000 fallecidos en territorio libanés.

El conflicto aún se acentuó más después de la ofensiva israelí contra la embajada iraní en Damasco (Siria) en la que murió, entre otros, uno de los comandantes con mayor rango de la Guardia Revolucionaria, el general de brigada Mohamed Reza. La respuesta de Irán no se hizo esperar y muy pronto atacó con centenares de misiles balísticos y aviones no tripulados el territorio israelí que, sin embargo, este país pudo contener sin que apenas causasen daños entre la población civil.

Pero, además de Irán, el gobierno israelí tiene abiertos otros frentes más de guerra como son Cisjordania, Siria, Yemen e Irak. Todos ellos forman parte del “Eje de la Resistencia, nombre con el que se conoce a la alianza formada por Irán junto a las milicias chiitas de Irak, Afganistán o Siria (entre otros territorios de Medio Oriente), que también son apoyados por Rusia y Venezuela, integrados en este grupo a pesar de que estos dos últimos no son países islámicos.

Enfrente tienen a Israel y a su hasta ahora incuestionable aliado, Estados Unidos, aunque la intensidad del apoyo norteamericano a Israel puede verse sustancialmente modificado en función de los resultados electorales a la presidencia de los Estados Unidos que se celebrarán a principios de noviembre próximo.

El hecho es que han transcurrido ya 76 años desde que en 1948 se produjera el primer enfrentamiento entre israelíes y palestinos poco después de que en las Naciones Unidas fuese acordado el establecimiento de dos estados, Israel y Palestina, un mandato que nunca se pudo llevar a cabo. Desde entonces ha llovido mucho pero, en el fondo, nada ha cambiado: La guerra de los Seis Días, la del Yom Kipur, la Intifada, Hamas, Hezbolá, el muro de Cisjordania y otra vez el Líbano. Demasiados episodios, muy prolongados en el tiempo y las cosas están igual que al principio porque ni Israel acepta la soberanía palestina sobre los territorios ocupados, ni Hamas e Hezbolá están por la convivencia con sus vecinos sino todo lo contrario, quieren que Israel sea borrado totalmente del mapa de Oriente Medio.

Imperialismos

Y a este panorama se le suman, por un lado, las viejas aspiraciones imperialistas de Teherán, la cuna del chiismo, permanentemente enfrentado a sus rivales árabes suníes, y por otro a Vladimir Putin, bañado en la nostalgia del imperio soviético que pretende resucitar como nuevo imperio ruso a base de conflictos contra chechenos, georgianos y, desde hace dos años y medio, también contra ucranianos. Chiismo para unos y comunismo para otros, lo cierto es que ambas causas han logrado concitar el apoyo de buena parte de la izquierda progresista mundial también contra Israel. Una izquierda que, sin embargo, no ve más imperialismo que el de Estados Unidos. Y se le olvida, consciente o inconscientemente, el de China que, poco a poco, y a base de manejar la economía mundial, acabará logrando sus objetivos de monopolizar Asia y hacer dependiente de sus manufacturas a más de medio mundo.

¿Y Europa? Ni está, ni se le espera. El viejo continente, y más en concreto la Europa de los 27, sigue sumida en sus eternas discusiones burocráticas e idiológicas y cada vez pinta menos en un mundo global, con intereses cambiantes, que exigen tomas de posición inmediatas y no sujetas a eternas e infructuosas y estériles discusiones que, al final, ni siquiera logran adoptar una posición común en conflictos como el que ahora se está viviendo en Oriente Medio, cuyo final es impredecible, y que una vez más pillará a contrapié a los dirigentes europeos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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