La directora de escena peruana Chela De Ferrari (recuérdese su adaptación de Hamlet para ocho actores con síndrome de Down), presenta en el madrileño Teatro Valle-Inclán una innovadora, libre y poética versión de 'La gaviota', protagonizada por un elenco mayoritariamente compuesto por actores ciegos y con discapacidad visual. Se trata de PattyBonet (Mascha), Paloma de Mingo (Polina), Miguel Escabias (Eugenio), Emilio Gálvez (Elías), Belén González del Amo (Nina), Antonio Lancis (Peter), Domingo López (Semión), Eduart Mediterrani (Konstantin), Lola Robles (Arkadina), Agus Ruiz (Boris), Macarena Sanz (Alicia) y Nacho Bilbao, que se encarga de la música en directo. Dicho de otra forma, nueve actores con discapacidad visual o ceguera, dos videntes y un músico y actor, todos ellos estupendos.
La discapacidad visual está ahí, pero ese no es el tema de ‘La gaviota’. De hecho, nos creemos que hay actores ciegos en escena, pero es difícil advertirlo de no haberse explicitado previamente por Alicia, la regidora encarnada por la siempre extraordinaria Macarena Sanz. A partir de ahí, y durante más de dos horas, el espectador habitual de teatro, por un lado, verá alterada su relación (digamos “natural”), con este arte y, por otro, y aún más importante, su relación con la ceguera y la discapacidad visual, que en muchos casos viene distorsionada por una serie de prejuicios (en el sentido etimológico del término, es decir, de juicios previos y sin base real), que aquí salen despedidos por los aires.
Como ha dicho Ferrari hablando sobre esta versión, “en Chéjov, los personajes son imperfectos, no hay ni buenos ni malos, y el autor no los juzga ni la salva del desamparo” Y es que, en realidad, todos, artistas y espectadores tenemos algo -a veces mucho-, de esos personajes. Por eso mismo, y desde el principio, ‘La gaviota’ empieza siendo una especie de ensayo en dónde la pieza no se sabe muy bien cuándo echa a rodar realmente: varios actores están en el patio de butacas, como un espectador más; la voz en off del teatro (“faltan tres minutos para que comience la función”), suena con el montaje ya en marcha, o la Regidora, Alicia, explicita ciertos pequeños truquillos (marcas en el escenario, texturas, recorridos, tacto, sonido…), para que la maquinaria interpretativa, esta vez con actores ciegos por medio, funcione como debe, a saber, como un reloj de precisión…
Todos los actores dejan de ser ellos mismos para meterse en la piel de una historia mantenida en su esencia en la que se puede ver a Konstantin (conmovedor Eduart Mediterrani), hijo de una teórica diva de las tablas, la actriz Arkadina (encarnada por la siempre segura Lola Robles).Konstantin está perdidamente enamorado de Nina (tierna, expresiva Belén González del Amo), actriz vocacional que está buscando su camino para hacerse un hueco en el mundo de la escena y que, a su vez, se enamora de Boris (soberbio Agus Ruiz), escritor y pareja de Arkadina. Son los cuatro personajes esenciales de un grupo más amplio (Mascha, Polina, Eugenio, Elías, Peter, Semión y el Músico), que veranea al borde de un lago y que, como cada verano, viene con la intención de sobreponerse al tedio, al aburrimiento, quizás al desamparo en el que están sumidas sus existencias. Allí cabe todo, la abulia, el enamoramiento, una gaviota disecada, el rechazo, los juegos de mesa, el baile, el karaoke, las dosis de rapé, los sueños rotos, la desesperanza y hasta la desesperación que lleva a Konstantin a plantearse acabar con su vida.
¿Drama, comedia, tragedia? Como la vida misma, de todo hay en la viña del Señor… Humor, añoranza, tristeza, compasión y, de vez en cuando, hasta alguna sonrisa. Todo cabe en una escenografía (obra de Alessio Meloni), que, inicialmente conforma un salón y unos muebles de estilo que, sin embargo, rápidamente y antes de comenzar la representación, es desalojada por los propios actores para dejar un espacio totalmente vacío. Sus cuerpos, sus sombras, sus sueños vagan en medio de una poética iluminación diseñada por David Picazo. Van vestidos elegantemente por Ana Tusell. El vídeo es de Emilio Valenzuela, el movimiento actoral y la coreografía es de Amaya Galeote, la música original y el espacio sonoro de Nacho Bilbao y el sonido de Kike Calvo.
“La luz no es el medio más adecuado para ver las cosas, sino ciertas cosas”, se afirma en la adaptación de Chela Ferrari que viene a ser algo muy parecido a lo que Max Estrella decía en Luces de bohemia de Valle-Inclán (“Los ojos son unos ilusionados embusteros…”), y es cierto porque la verdadera visión se encierra entre la inteligencia y el corazón, que tanto monta…
Es algo que descubrí hace más de dos décadas y que quise demostrar en un libro de entrevistas (más bien conversaciones, como reza el subtítulo), que titulé Con otra mirada y que, si quieres, puedes bajarte gratuitamente desde www.josemiguelvila.com
Una pieza sugerente, necesaria y, probablemente, más que sorprendente para la gran mayoría de espectadores.
‘La gaviota’
Texto: Antón Chéjov
Adaptación y dirección: Chela De Ferrari
Dramaturgistas: Luis Alberto León y Melanie Werder
Reparto: Patty Bonet, Paloma de Mingo, Miguel Escabias, Emilio Gálvez, Belén González del Amo, Antonio Lancis, Domingo López, Eduart Mediterrani, Lola Robles, Agus Ruiz, Macarena Sanz y Nacho Bilbao
Escenografía: Alessio Meloni
Iluminación: David Picazo
Vestuario: Anna Tusell
Música original y espacio sonoro: Nacho Bilbao
Sonido: Kike Calvo
Vídeo: Emilio Valenzuela
Coreografía: Amaya Galeote
Asesoría en accesibilidad: Lola Robles
Ayudante de dirección: Adrián Saba
Ayudante de escenografía: Mauro Coll
Ayudante de vestuario: David de Gea
Apoyo en inclusión: Mónica Arenas y Sandra Gamero
Fotografía: Bárbara Sánchez Palomero
Construcción de escenografía: May Servicios, Readest y Moquetas Roldán
Construcción de gaviota: Miguel Infante (Utilería-Atrezo S.L.)
Confección de vestuario: Gabriel Besa y Matías Zanotti
Realización de máscara: Eleni Chaidemenaki
Alquiler de vestuario: Peris Costume
Producción: Centro Dramático Nacional
Agradecimientos:Dirección de Promoción Cultural y Artística de la ONCE
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)