Hoy tenemos el privilegio de conversar, en los estudios de Madridiario, con Adoración Casas Carpio, de nombre artístico, Dora Carpio, nacida en Tánger (Marruecos) y figura representativa de toda una generación de la danza española. Con una carrera que abarca décadas,
Dora pronto destacó por su técnica y su pasión por el baile, contribuyendo al desarrollo de diversas disciplinas de la danza. A lo largo de su carrera, participó en numerosas producciones y festivales, donde mostró su talento y creatividad en diversas facetas artísticas.
Además de su carrera como intérprete y coreógrafa, Carpio también se involucró en la enseñanza de la danza, formando a nuevas generaciones de bailarines. Su legado en el mundo de la danza sigue siendo valorado por su impacto en el mundo de la cultura y el arte.
Hablamos con ella sobre su trayectoria y el estado actual de la danza en España.
Breve resumen de la entrevista
Pepe Brías: Hola Dora, qué alegría tenerte con nosotros. Para empezar, cuéntanos un poco sobre tus inicios en la danza. ¿Cómo comenzó todo?
Dora Carpio: ¡Gracias a ti! Bueno, empecé muy joven, con solo 11 años en la Escuela Sindical de Formación Profesional. Allí estudié danza española y clásica. Aunque curiosamente, el flamenco no se hacía tanto en ese momento en las escuelas, tuve que buscar una academia aparte para aprenderlo bien. ¡Era como una pasión secreta! (risas)
Pepe: Es increíble pensar que incluso el flamenco, hoy tan internacional, no era lo principal. ¿Y cómo fue ese paso al Ballet Nacional?
Dora: Sí, en el 78 me presenté al Ballet Nacional y fui seleccionada. No fue fácil, pero ya tenía una carrera como bailarina. Antonio Gades, uno de los grandes, me vio en la compañía de Paco Romero y me animó a presentarme a las pruebas. Gades fue el director del Ballet Nacional en esa época y, junto con otros grandes como Cristina Ayos y Güito, formó un elenco espectacular. No era un ballet muy grande, pero sí con mucho talento y dedicación.
Pepe: Qué experiencia debe haber sido trabajar con nombres tan importantes. ¿Recuerdas algún momento especialmente exigente?
Dora: ¡Muchos! (ríe) Gades era un perfeccionista total, sobre todo con las luces. Podía estar toda la noche montando luces hasta que quedaran perfectas. Nos hacía quedarnos horas, pero eso sí, nos compensaban con horas extra. ¡Algo es algo!
Pepe: En el 86 te conviertes en solista del Ballet Nacional. ¿Qué diferencias notabas entre ser parte del cuerpo de baile y ser solista?
Dora: Bueno, el solista tiene un papel destacado dentro de las obras, con momentos de virtuosismo, pero sin el protagonismo total de los primeros bailarines. Sin embargo, a veces, como solista, haces papeles de primera bailarina. Yo he hecho muchísimos papeles de primera bailarina estando en la categoría de solista. Al final, la diferencia es más de nombres que de esfuerzo en escena.
Pepe: Me imagino que llegar a esos niveles debe ser difícil de distinguir para el público, ¿no?
Dora: Sí, es bastante subjetivo. Todos los que estamos ahí somos muy buenos, así que la diferencia a veces es mínima, pero lo que marca la diferencia es la capacidad de interpretación y el virtuosismo.
Pepe: Después de tantos años bailando, ¿cómo fue para ti seguir conectada con la danza desde otros roles, como el trabajo en prensa en el INAEM?
Dora: Fue una transición difícil, claro. Después de 20 años bailando en el Ballet Nacional, pasé a trabajar en el departamento de prensa del INAEM, donde estuve otros 20 años. Aunque no era lo mismo que estar en el escenario, me permitió seguir cerca del mundo que amo, manteniéndome al día con todo lo que pasaba en la danza.
Pepe: ¡Vaya! Y además, has trabajado fuera de España, como en Japón. ¿Qué tal fue esa experiencia?
Dora: Japón fue una etapa increíble. Fui varias veces y estuve más de seis meses en mi primer viaje, ¡con solo 16 años! Estaban muy interesados en el flamenco y en el clásico español. Era fascinante ver cómo absorbían todo. Hoy en día, Japón sigue siendo un gran demandante de danza española, aunque ahora China ha tomado el relevo.
Pepe: Después de tanto tiempo y experiencia, ¿sigues bailando?
Dora: ¡Claro que sí! Aunque ya no en el escenario, la danza es parte de mí. Hago yoga, danzas latinas... ¡Lo que me echen! Me moriré siendo bailarina, eso lo tengo claro.
Pepe: Muchas gracias por esta charla tan inspiradora, Dora. Nos quedamos con ganas de más, así que tendremos que hacer una segunda parte para hablar de cómo ves el futuro de la danza en España. ¿Te parece?
Dora: ¡Por supuesto! Estaré encantada de seguir compartiendo este mundo maravilloso que es la danza.
Para finalizar resaltamos que su energía y su pasión siguen intactas, que Dora Carpio sigue siendo una defensora de la danza española y que no deja de inspirar a generaciones futuras. Y mientras nos recuerda que, aunque no siempre estemos en el escenario, el arte de bailar nunca se apaga. ¡Esperamos con ansias nuestra próxima charla! Y daremos nuestra opinión sobre el nuevo proyecto de Muriel Romero, nueva directora de la Compañía Nacional de Danza desde el pasado 1 de septiembre.
Como decía el gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche "Cada día que no bailo es un día perdido". Y nuestra invitada, en este breve tiempo, nos ha mostrado la pasión por la Danza y nos ha recordado que debemos asistir a aquellos espectáculos de esta bella arte que además son tan nuestros.
Breve biografía
Adoración Casas Carpio (Dora Carpio) comenzó muy joven sus estudios de danza en la Escuela Sindical de Formación Profesional de Coros y Danzas, dependiente de la Obra Sindical de Formación Profesional a los once años, con el maestro Antonio Jareño Olmedo en danza española y Graciela Vázquez en danza clásica. Mas tarde continuó su formación en el Centro Amor de Dios, con los profesores María Magdalena, Pedro Azorín y Luis Fuentes y amplió su formación artística en las diferentes disciplinas con los siguientes maestros: Ballet con Alicia de la Corte, Ana Baselga, Aurora Bosch, Aurora Pons, Carmina Ocaña, Haidee Caycho, Juana Taft, Lola de Ávila, Luis Fuentes y Mirta Plá entre otros; escuela bolera con Ángel Pericet, Aurora Pons y María Magdalena; bailes regionales con Pedro Azorín; clásico español con Victoria Eugenia; flamenco con “El Güito”, “Manolete”, María Magdalena y Paco Fernández “La Tati” entre otros.
Su vida profesional se inicia a los dieciséis años en el Ballet Altamira, continuando en la Compañía de Paco Romero hasta su ingreso en el Ballet Nacional de España, donde accede mediante audición pública en el momento de su fundación, en 1978, siendo el director el genial Antonio Gades, para ascender a la categoría de solista en 1986. En el BNE desarrolla una vida profesional de veintidós años, durante los cuales trabajó a las órdenes de los distintos directores: Antonio Gades, Antonio, María de Ávila, José Antonio, Aurora Pons, Victoria Eugenia, Nana Lorca y Aída Gómez, a la vez que colaboró cedida en el ballet de Paco Ruiz y Luís Pérez Dávila ‘Luisillo’.
Para el Ballet Nacional de España coreografió Las Alegrías de la Lola, estrenada en el Teatro de Madrid en 1993, e interpretada por la bailarina Lola Greco.
En 1995 obtuvo el título oficial de Danza Española, otorgado por el Real Conservatorio Profesional de Danza, perteneciente al Ministerio de Educación y Ciencia.