www.diariocritico.com

Fernanda Orazi, actriz, directora y dramaturga: "El teatro está muy ligado a la experiencia de la muerte"

miércoles 24 de julio de 2024, 11:48h
A las puertas del verano 2024 acaba de estrenar en el madrileño Teatro del Barrio 'La persistencia', un monólogo con Ángela Boix, que le ha valido a su dramaturga y directora, Fernanda Orazi, encaramarse a lo más alto de los dos rankings teatrales más seguidos de la cartelera de la capital, Tragycom y Godot, ya en la primera semana de su exhibición. Sencilla, humilde, risueña, tranquila, incluso escéptica, podría ser la perfecta modelo del estoicismo del siglo XXI (“No espero nada de la vida”), pero hay una pasión que le pierde, el teatro, que a sus 49 años no le ha abandonado desde que era adolescente.
Fernanda Orazi
Ampliar
Fernanda Orazi (Foto: Luz Soria)

Pablo Remón, uno de sus dos directores de culto habituales, junto a Pablo Messiez, ha dicho de ella que “Orazi piensa, respira y vive teatro”, y es así. Paseando, viajando en metro o autobús, en medio de una tertulia de amigos, incluso durmiendo, Fernanda no deja de seguir dando vueltas en su cabeza al montaje que lleva entre manos, o al que quiere montar más pronto que tarde. Para ella, en la vida todo es teatro. “Soy superobsesiva. Es, al mismo tiempo, mi fuerza y mi debilidad”, afirma esta inmensa actriz, directora, maestra y dramaturga argentina, ya entre nosotros desde hace casi dos décadas. Y cuando le digo que una colega suya, buena amiga mía, me dice que es una “genia”, ella nos confiesa medio azorada que no puede dejar de sentir cierto pudor, y aunque es mejor recibir adjetivos como ese, “en cuanto puedo procuro salir huyendo; no me gustan las adulaciones excesivas porque me hacen sentir muy incómoda y casi me asfixian…” (y la artista se ríe abiertamente…).

Nada tímida sino todo lo contrario, dialogante y abierta, Orazi muchas veces se arrepiente de haber hablado demasiado: “extrovertida sí, pero nada invasiva, me expongo demasiado, no me protejo, y esto viene desde siempre. En el colegio ya era yo la que seguía hablando, discutiendo y, claro, al final era también quién se comía todos los marrones”. Pero si había que reclamar por algo, hacer algo, hablar con alguien…, allí estaba yo la primera”.

Ya en España (más adelante hablaremos del cómo y el porqué de su decisión), y tras varios y continuados éxitos como actriz, sobre todo en montajes de Messiez y Remón, y tras algunas direcciones de pequeño formato, en espacios alternativos, casi domésticos, su salto al Teatro de la Abadía con su particular versión de la Electra de Sófocles, le valió un reconocimiento unánime de crítica y público: “Electra, como La persistencia, fue un proyecto que surgió sin dinero, sin producción y después de dos intensos años que se iniciaron con la pandemia en los que estuve estudiando la tragedia en profundidad. Lo hice con actores que llevan pasando por mis talleres hace varios años y con los que había trabajado ya en otras obras… En una de esas estaba en uno de mis entrenamientos actorales con Leticia Etala y Javi Ballesteros, y más tarde con Juan Paños y Carmen Angulo. En principio pensaba hacer algo con Chejov, pero, después de un viaje a Argentina y de releerme Electra, los sorprendí diciéndoles que dejábamos a Chejov para meternos con Sófocles y, después de la sorpresa inicial todos aceptaron que siguiésemos por ese otro camino. En solo 20 ensayos (es la ventaja de conocerse mucho), el lenguaje de la obra ya estaba planteado. En ellos fui quitando y añadiendo escenas, repitiendo, anotando… Y así, con la obra ya a punto, invité a unas pocas personas a acudir a uno de los ensayos, entre otros a Ronald Brouwer, de La Abadía. Le gustó mucho y, poco después nos programaron…”.

Sin fotos de actriz, sin videobook, sin representante…

Artista muy particular, absolutamente entregada a la causa del teatro, sin embargo, no cuenta ni con fotos de actriz, ni con página web, ni videobook, ni siquiera representante, rompiendo así con todas las convenciones de cuantos actores y actrices que en el mundo son: “¡Odio las fotos de actriz, con la manito en la cara…! Las odio con toda mi alma. Todo el mundo me dice desde que vivo acá que me haga esas fotos para promocionarme, que me busque un representante… En el fondo se trata de una fe generalizada entre mis colegas en la que yo no creo. Y digo más, para mí, todas esas cosas no tienen nada que ver con mi actividad. Yo quise siempre dedicarme a actuar, no a hacerme fotos de guapa. En todo eso, a mí hay algo que me perturba. Era como lo de que debería intentar hacerme con el acento español. Todo el mundo me insistía. Yo no soy así, y si me hubiera ido mal, me habría hecho cargo. Y lo dice alguien que no es rica, que tiene que trabajar cada día para comer, para pagar mi alquiler. Hay una voz en mi interior que me dice que por qué tengo que hacer algo en lo que no creo, que no me mola y, además, que no puedo sostener. Y con esto no juzgo a nadie en absoluto; no tengo ninguna mirada juiciosa sobre eso”.

Por el contrario, está presente en todas las redes sociales (Instagram, Facebook, X…), y las consulta con cierta frecuencia y de vez en cuando pone alguna foto del montaje en el que está trabajando en ese momento, o “alguna bobada” si está por Argentina, pero “para lo que me sirven de verdad es para seguir anunciando mis talleres de entrenamiento para actores. Eso sí que funciona por Instagram y la gente me escribe… Pero esto no tiene nada que ver con lo otro, eso que parece que la gente ha decidido que tiene mucho que ver con la imagen de ser actriz… Para mí se circunscribe a actuar y a ensayar, a investigar sobre el lenguaje de la actuación…”. ¿Pensar también?, le apuntamos, y la dramaturga, actriz y directora apunta que pensar ya está incluido en la propia actuación. “Cuando estás en relación con la actividad teatral inevitablemente emana el pensamiento”.

Filosofía

El día que quedo con Fernanda me asomo un momento a su perfil de X y leo: “Apuntes. Cuadernito. Lo que dice otro es lo que nos golpea y nos transforma. Lo que rumiamos con esa cosa llamada ‘yo mismo’ no nos transforma, nos aísla”. Siempre me dije que Orazi es una filósofa metida al teatro o, quizás, una actriz filósofa, que no sé muy bien si es exactamente lo mismo. Lo cierto es que la artista siempre ha querido estudiar Filosofía: “Dos veces he hecho el acceso a la universidad. La primera en Argentina, la segunda en España. Aquí, además, he podido empezar a estudiar Filosofía en la UNED. Me he matriculado de varias asignaturas durante un par de años, pero no consigo llegar a examinarme porque no tengo tiempo. Y el precio por asignatura se incrementa notablemente en las segundas o terceras matriculaciones”. Pero vamos, además de literatura y poesía, siempre he leído a filósofos, incluso desde que era chica y aún sin entender nada. A los 15 o 16 años acudía al colegio con algún libro de Nietzsche o de Ciorán debajo del brazo ¡y eso que no llevaba ni cuadernos, ni carpetas nunca! Era una alumna perfectamente odiable. Justamente lo contrario de lo que hacía cuando iba a clases de teatro, a dónde siempre acudía con mis libritos y en dónde supongo que acabé siendo una perfecta pedante” (vuelve a reírse desinhibida y abiertamente de su ocurrencia).

Hace ahora 19 años que llegó a Madrid, en la última gira de su compañía teatral argentina, capitaneada por Ciro Zorzoli, para quedarse un par de meses y, de paso, contactar con un par de amigos compatriotas. Al final, se fue quedando y así han transcurrido ya casi dos décadas. Hija de italiana emigrada a Argentina con apenas dos años, Orazi tiene también pasaporte italiano y en aquel primer viaje a Europa y con billete de avión pagado hasta Madrid, la vuelta la dejó abierta durante unos meses y, finalmente, ni siquiera llegó a utilizarla. “Yo tenía entonces 30 años y me sentí tan bien en Madrid por la sola posibilidad de ser un poco otra. Tenía ante mí la posibilidad de cambiar incluso la personalidad…” (vuelve a soltar una inmensa carcajada). Cuando se le acabaron los ahorros se puso a trabajar en un bar: “Salía a las dos o las tres de la madrugada y, sin conocer muy bien Madrid, me ponía a caminar, me perdía y muchas veces llegaba al mismo lugar del que partía. Era verano y era el peaje que pagaba por creer que también aquí las calles serían largas y rectas, en cuadrícula, como en Buenos Aires. ¡Me encantaba, terminaba fascinada de esos largos y aventureros paseos! Me gusta mucho la gente y la cultura españolas”.

Económicamente casi independiente desde los 17 años, Fernanda ha hecho de todo para poder sobrevivir. Cuidó a ancianos en un geriátrico; atendió a chicos de la calle recogidos en un hogar, a través de un programa que puso en marcha la municipalidad del barrio en donde vivía, al principio ni le pagaba y luego lo hacía en especie, con bonos de supermercado que luego Fernanda transformaba en bolsas llenas de productos que llevaba a casa; más tarde, ya con 19 o 20 años, montó sus primeros talleres de teatro para esos mismos adolescentes: “Iba ganando así un poco de plata y eso me permitía también pagarme los talleres y seminarios a los que quería acudir. Pero paralelamente ya hacía otras cosas, al mismo tiempo que acudía a la Escuela de Arte Dramático de Buenos Aires. Trabajé en una zapatería, estuve empleada en un shopping, en una panadería, en una joyería, fui también secretaria de un psiquiatra, vendedora de pólizas de seguros médicos… Y en España, además de camarera, hice de animadora de fiestas infantiles…”. Y así hasta que se decidió a ejercer de forma sostenida como maestra de actores porque vio en esta actividad una forma más sostenida y estable de atravesar los desiertos que inevitablemente surgen entre actuación y actuación cuando se termina un montaje.

Aunque se conocían mutuamente, hasta que Fernanda no llegó a España no había trabajado nunca con su paisano Pablo Messiez. “En Buenos Aires estaba pensando únicamente en mi compañía y apenas si tenía contactos fuera de ella. Pablo creo que vino a España en 2007, con Veronese y fue ahí donde nos conocimos. Dos años más tarde se vino a vivir también aquí. Entonces yo estaba trabajando como coordinadora en el Teatro Pradillo, le escribí y le ofrecí que, si tenía alguna obra me contase. Después nos vimos, me ofreció actuar en una de sus obras (ya nos habíamos visto mutuamente actuar sobre el escenario), y estrenamos en el Pradillo Muda… A partir de ahí hicimos un montón de obras juntos, y para mí fue relindo porque fue como volver al teatro de texto porque hasta entonces yo hacía un teatro más posdramático y más vinculado a la danza”.

"La escena no tiene una lógica de escritura"

Para la artista de origen argentino, que uno acabe llevando o no un texto al lenguaje teatral tiene mucho que ver con la forma de relacionarse con el teatro: “yo, cuando leo un texto siempre digo que aquí hay o no hay escena, hay teatro o no hay teatro. Y la hay sólo si existe un compromiso radical con ese lenguaje, el de la escena. Yo puedo agarrar una novela y lo que no puede ser es que el lenguaje de la escritura sea el dominante en la escena. La escena no tiene una lógica de escritura; su lógica es otra. Por eso cuando se vuelve dominante la naturaleza de la lectura para uno mismo, ahí hay algo que perdió el teatro. Eso mismo me lleva en los talleres a invitar a mis alumnos a “atontar” el texto volverlo algo menos solemne y hacerlo tan tonto como uno mismo. Cualquier cosa que se quiera imponer al lenguaje de la escena, que se acabe haciendo dominante, acaba con toda su potencialidad teatral”.

Admite Orazi que hay tantos niveles de lectura sobre un montaje teatral como miradas que confluyen en él: “Hay un momento en el que la obra ya no le pertenece a uno. Si alguien me dice que ha visto tal o cual cosa sobre mi obra, yo no le puedo decir que no es eso lo que yo quería expresar. Para esa persona, para ese crítico también, la obra es lo que le ha despertado, lo que ha resonado en él. Y, en realidad, eso es lo que tiene que pasar. El dramaturgo tiene que contar también con esa multiplicidad de miradas… Por eso a mí no me gusta que nadie venga a ver mis ensayos, que nadie venga a opinar sobre ellos. No me interesa para nada. Pero yo trabajo siempre con la premisa de que va a haber una multiplicidad de miradas pero nunca trabajo para complacerlas. Después, claro, yo las soporto, y esa es la parte trágica de mi trabajo: soportarlas como una maldición o como una bendición. Pero eso ya es después de mi creación; en el durante del proceso creativo, esas miradas sólo sirven para interferir”.

El trabajo de creación -y eso lo explicita muy bien Orazi en La persistencia-, idealmente podría ser infinito. Pero claro, en algún momento hay que parar, “hay que echar la guillotina -dice la artista-, hay que poner una especie de muro en donde las cosas que seguimos haciendo, en lugar de ir para adelante, empiecen a generar significados hacia adentro de la obra. Es un bucle infinito el texto; es un bucle infinito la actuación; es un bucle la dirección… Por eso soy tan fan de La Zaranda, por su relación con la palabra, y por su facultad de hacer estallar el texto en muchas direcciones. La Zaranda hace resonar esas cosas en su teatro. No las representa, las hace resonar, golpear, vibrar en el alma del espectador… Ese lenguaje es puramente teatral”.

La naturaleza manipuladora de la escena

Planteamos a Orazi que es lo que a su juicio influye más en la captación del interés del espectador, las palabras, los gestos, las miradas, el cuerpo, ¿qué contribuye a hipnotizarlo, a atraparlo más intensamente? Para ella, “es todo eso y, además, la naturaleza manipuladora de la escena, en un sentido que a mí me parece que hay que reivindicar. Manipuladora en tanto que una mueve todo eso hacia lugares. No basta con poner la palabra, el gesto, el cuerpo, etc., sino que hay que ir moviendo la nota, la vibración del gesto, de la palabra, de la mirada y del cuerpo para manipular, llevar, conducir las cosas hacia unas atmósferas, unas temperaturas, unos estados que son aquellos donde uno quiere que vibre la obra... Todo eso, puesto en relación con la mirada del otro es el teatro. Actuar es escribir expresivamente. Desde el momento en que uno se pone a mirar algo voluntariamente, ahí aparece la expresión. Y, a partir de ahí vamos manipulando, vamos moldeando esa expresión… Yo tuve un maestro que decía que a veces en escena tenemos una experiencia que es una perla, que es oro y todo el tiempo volvemos a la escena para poder volver a encontrarnos otra vez con ella”.

“El teatro está muy ligado a la experiencia de la muerte -continúa afirmando la artista argentina-. Vengo pensando en la muerte desde que era pequeña... La experiencia escénica multiplica la vida, y ya que no podemos extender la vida hacia adelante porque entonces aceleraríamos el encuentro con la muerte, podemos multiplicarla hacia arriba o hacia abajo, en otras direcciones, por ejemplo, a través del teatro. Hay algo que digo en La persistencia que pienso siempre y es que la actuación me conmueve. Y siempre que actúo pienso también que todos los que es tamos allí vamos a morir... Eso me parece muy hermoso y, además, me conmueve profundamente. Y, desde luego, lo suficiente para que esa experiencia sea lo más intensa posible”.

Antonio Machado dijo y Paco Ibáñez cantó que Bueno es saber que los vasos nos sirven para beber, lo malo es que no sabemos para qué sirve la sed. Sabemos para qué sirve el teatro, pero ¿Para qué sirve la crítica teatral?... “Me encanta este tema -nos dice-. Creo que se hace crítica porque se hace teatro. Por la misma razón, porque hay una especie de necesidad de retorno de esa experiencia. Es una forma de crear algo, una performance, a partir de otra experiencia previa. A veces, leyendo una crítica, uno llega a entender algo de su propia obra. A mí me gusta que exista y, aunque hay muchos estilos de crítica que no me interesan nada, otros sí.

Filosofía y dramaturgia, planteamos a la artista, en el fondo tienen un mismo objetivo, el de conocer el alma humana hasta en sus más íntimos escondrijos. “Para mí es lo mismo pensar que actuar —nos responde—. Al menos tal y como yo pienso el pensar. Nada que responda a la lógica de ese sistema de arrinconamiento binario (bueno y malo, blanco y negro, conmigo o contra mí…), como dice una amiga mía. Lo pienso como esa experiencia de pensar que es como divina, como parte de una búsqueda de una necesidad de tener una experiencia intensa con las cosas. No sé si busco conocer algo; más bien pretendo entrar más adentro de ese algo. Una de las frases más conocidas de los poemas de Alejandra Pizarnik dice que ‘la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos’. De adolescente no paraba de repetirla cuando me encontraba ante una experiencia que me calaba íntimamente. A veces no sé si estoy descubriendo algo o estoy creándolo. Y la filosofía es también eso, desplegar algo que antes no existía, crearlo de alguna manera, y no descubrir algo que estaba velado hasta el momento en que el filósofo ha sido capaz de expresarlo”, al contrario, el expresarlo es crearlo.

A pesar de que Orazi sigue admirando a Alejandra Pizarnik, no alberga ni remotamente la idea de poder reencarnarse algún día (si es que eso es posible), en la poeta. De hecho “tampoco cuando veo una película o una obra de teatro que me encanta, no fantaseo con trabajar con ese director. Simplemente quiero verla”. Ya que plantea su relación con el cine, le pregunto en qué medida está interesada por él y por la televisión: “No soy cinéfila, y el poco contacto que he tenido como actriz con él, a través de varios cortos en los que he intervenido, y en algún personaje muy secundario que he hecho también en algún largometraje… Pero siempre he sentido que el del cine no es mi mundo, al mismo tiempo que me encantaría intervenir en alguna película, pero haciendo algún personaje que tenga chicha. El cine está mucho mejor pagado que el teatro. En éste cobras una cantidad razonable si tenéis la suerte de caer en el CDN, y eso sucede en el mejor de los casos una vez por temporada. Por el contrario, hace un par de años, me salieron ocho sesiones en una serie y con lo que cobré pude pagarme dos asignaturas de Filosofía y dedicarme exclusivamente a estudiarlas y a crear Electra durante tres o cuatro meses. Pero, como sabes, no estoy dispuesta ni a tener representante ni a hacerme un videobook, ni fotos de actriz, razones por las cuales tengo bastante difícil llegar a protagonizar largo alguno…” (y una vez más se ríe de sí misma con ganas).

Y, para ir cerrando ya esta primera parte de la entrevista, nos surge una pregunta que lanzamos de sopetón a Fernanda: ¿Qué esperas de la vida? “nada. No espero nada. Acojo lo que viene”. Ya lo dije, gran actriz, directora y dramaturga, y modelo de estoica.

Cuestionario común (F. Orazi)

¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?

Siempre algo emocional. Algo afectivo relacionado con otro. Soy muy frágil en todo lo referido a las personas que quiero.

¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?

Soy muy intuitiva. Mi orden sólo lo entiendo yo. Para los demás, tanto como actriz como directora soy muy caótica. Sin embargo, yo creo tenerlo todo controlado, aunque con la edad seguramente esto va mermando… Ahora apunto más de lo que apuntaba cuando era más joven.

¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?

Antes me molestaba porque sentía que me tenía que molestar. Ahora, sin embargo, ya no me molesta. No me indignan ya esas cosas. En otras épocas la gente hablaba en medio de la función. Ahora es que estamos muy susceptibles.

¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?

Es lo que está pasando ahora. Hay de todo. Y, en todo caso, hablar de izquierdas y derechas se ha vuelto ya un poco antiguo. Hoy se ha convertido en una pose, una provocación. Del mismo modo que antes uno se decía punk o hippie… A mí no me interesa lo que la gente piensa, sino lo que hace.

¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?

¿Qué es suficiente?, ¿en relación a otras épocas del mundo? En mi experiencia, nuestra presencia es bestial en muchos ámbitos. Si es, o no, suficiente habría que decirlo en relación a algo, contra algo… Lo que es verdad es que en el ámbito social y político han tenido casi siempre mucha más injerencia o protagonismo hombres.

¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?

Me pregunto recurrentemente cuándo me vuelvo a vivir a Argentina… Acá estoy muy feliz y agradecida, pero pienso volver en algún momento.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios