El final del que es sin duda el peor abono isidril de lo que llevamos de siglo, con y sin estadísticas, en cantidad y calidad, fue a la vez resumen y símbolo de lo que nos ha traído en suerte -léase desgracia- la Feria. Un nuevo petardo de los bicornes -léase bueyes- de Román Sorando, y de los dos sobreros, que sumar a los de Alcurrucén, El Parralejo, El Puerto de San Lorenzo, La Ventana del Puerto y las divisas toristas a excepción a medias de la de Victorino. Claro que a los moruchos que saltaron al ruedo venteño se unió una nada profesional falta de imaginación y actitud de un cartel de artistas que por tal catadura había despertado gran expectación: Diego Urdiales, Juan Ortega y Pablo Aguado. Había un teórico puesto para el triunfador de esta última de Feria a fin de sustituir a Morante en la corrida de Beneficencia de este domingo y, claro, no lo ocupará ninguno de la terna pasota, quedando, según un comunicado de empresa y Centro de Asuntos Taurinos, en un mano a mano entre los anunciados Sebastián Castella y Fernado Adrián.
El pasotismo de la terna todavía es peor si se tiene en cuenta que, además, son de lo mejorcito que hay con el capote. Y no es que dieran pocas verónicas, quia. Es que ni una alborearon, recibiendo a esas ruinas de bravura, noblotes y sin un feo gesto de peligro, salvo el sexto, pero tampoco intervinieron ni intentaron hacerlo en quites totalizando a lo largo de la tarde tantos como: ¡cero!
Dicho y escrito queda que con esas vergüenzas de bureles, además muy flojos, era misión imposible el lucimiento con la franela, sí. Mas con el percal, sabiendo que el cotarro les aguardaba ilusionado, aplicaron el pasotismo hasta sus últimas consecuencias. Otro cero patatero para ellos en cuanto a imaginación, entrega y deontología.
Diego Urdiales, en una de esas tardes espesas que a veces prodiga, le robó al que abrió la triste función algún retazo suelto por ambo pitones. Y aunque obró un poco más asentado con el genio del cuarto, que tiraba algún derrote defensivo, tampoco logró nada. El segundo toro o lo que fuera aquel mulo con cuernos como el resto de los lidiados se negaba a salir de chiqueros, y como le obligaron, se vengó después huyendo del penco y de los trastos de Ortega, quien tampoco se empleó mucho en intentar sujetarlo.
El otro añadía a tanto desafuero su invalidez en el último tercio: se cayó en el tercer muletazo y en el séptimo del sevillano, quien al menos abrevió. Aguado no mató ninguno de los de Sorando, devueltos por inválidos. Y quizás creyendo que estaba en ‘su’ Maestranza o en otros cosos donde tal detalle importa poco se enfadó sin disimulo con ostensibles miradas y gestos al palco.
Pero, no: pisaba la Monumental madrileña donde aún se valora poderle o intentar poderle al bicho en vez de cuidarle. Disimuló a duras penas el berrinche con el sobrero de José Vázquez que tenía casi seis años. Pero ya ni eso con el de Montalvo, que sacó genio y un punto de peligor y le desbordó de tan bochornosa forma que quien se enfadó, con razón en este caso, fue el público con una fuerte pitada.
FICHA
Cuatro toros de ROMÁN SORANDO, bien presentados en general, de diverso pelaje, flojos, mansos y descastados. 3º, sobrero de JOSÉ VÁZQUEZ, justo de trapío y también manso. 6ª, sobrero de MONTALVO, serio y cuajado y con genio. Los seis nobles. DIEGO URDIALES: silencio; silencio. JUAN ORTEGA: silencio; silencio. PABLO AGUADO: silencio; pitos. Plaza de Las Ventas, 8 de junio, 26ª y última de Feria. Corrida homenaje a la Policía Nacional en su 200 aniversario. Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de los policías fallecidos en acto de servicio. Lleno de no hay billetes (22.964 espectadores, según la empresa).