No siempre las comparaciones son odiosas. Cual puede acontecer con la terna de la última novillada del abono isidril. Pues si uno de los coletudos, Alejandro Chicharro, con dos magníficas faenas de toreo clásico preñado de sentimiento, destacó sobremanera, por sus méritos propios, aún mayor puede valorarse si se compara con sus desangelados compañeros, Lalo de María y Pepe Luis Cirugeda. Máxime cuando todos tuvieron enfrente unos bureles de Guadaira con los dos remiendos de Torrehandilla, casi tan desangelados por sosos, blandos y de escaso juego, aunque no les plantearon ningún problema.
Ya en su anterior comparecencia en la Monumental el pasado día 1 de mayo, en la miniferia de la Comunidad, y pese a ser su debut, Chicharro no se limitó a apuntar, sino que con un trofeo en cada novillo descerrojó la soñada Puerta Grande. Un aldabonazo que ratificó ahora en San Isidro y quizás habría repetido salida a hombros de haber acertado con las armas toricidas. Pero da igual, el de Miraflores de la Sierra ha demostrado que no es flor de un día y pide paso y sitio en los carteles.
¿Cuáles son sus argumentos? Pues la pregunta tiene una fácil respuesta: los del toreo eterno, que debe llevar prendido en su alma a pesar de su juventud y su presentación con picadores hace tan sólo poco más de un año. Y esos argumentos los expresó por partida doble, con la única pega para que la plaza hubiera estallado de la flojera de sus enemigos, que no es cuestión baladí. Pero que fue capaz de superar con su sentido global del toreo.
Lejos del posmodernismo que aplican la mayoría de sus colegas, entre ellos y en grado máximo De María y Cirugeda, el madrileño, con su pequeña muletilla que hace casi imposible abusar del pico, siempre se coloca bien y casi siempre carga la suerte. Eso llevó a cabo en dos faenas similares sobretodo en cortas series de naturales de buen trazo, varios citando de frente, con poso y reposo, alargando las cortas embestidas de los bichos, a los que muy pronto sacó al tercio para evitar su tendencia a tablas.
Al tercero tras unos templadísimos redondos, rodilla en tierra, por el pitón derecho; al otro, improvisando un inicio de tres estatuarios, la trincherilla, el cambiado y el de pecho. Y siempre pasándoselos muy cerca. Claro, se insiste en que faltó la emoción del novillo con poder, pero de no haber pinchado una vez antes de la estocada en su primero y tres golpes con el verduguillo en el que cerró festejo, la estadística se habría sumado a un triunfo con el que ha vuelto a superar con muchísima nota el examen en la cátedra.
Un examen que suspendieron sus compañeros De María y Cirugeda, dignos -o indignos- representantes del cite fuera de cacho y abuso del pico. El francés moliendo a pases, o lo que fuera aquello, a sus dos obedientes enemigos, sin un ápice de profundidad ni sentimiento y demasiada 'vulgarité'. Lo mismo que el gaditano, que aburrió en grado máximo en el de su presentación con picadores en Madrid, y que iba por el mismo camino de inicio con el otro hasta que el animal se quedó tan parado que los de Guisando eran Ferraris a su lado.
FICHA
Novillos de GUADAIRA, justos de presentación con 3º chico; noblotes muy sosos y flojos. 5º de TORREHANDILLA, bien presentado, flojo y descastado. 2º y 4º, sobreros de TORREHANDILLA tras ser devueltos por inválidos los del hierro titular, bien presentados y noblotes. LALO DE MARÍA: silencio; silencio. PEPE LUIS CIRUGEDA: silencio tras aviso; silencio. ALEJANDRO CHICHARRO: petición y vuelta tras aviso: ovación tras aviso. Se desmonteraron en banderillas Juan Carlos Rey, Rafi Goria y David Adalid. Plaza de Las Ventas, 28 de mayo. 17ª de Feria. Dos tercios de entrada (18.547 espectadores, según la empresa).