Es María Prado una joven e interesante dramaturga y directora de escena que ahora acaba de estrenar ‘Impulsos (BPM)’ en la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero de Madrid. El texto surge en el marco de Escritos en la Escena del laboratorio Rivas Cherif que promueve el Centro Dramático Nacional.
Si en su anterior montaje, Un universo (Solo), María Prado abordó asuntos tan profundos como el espacio, el tiempo, los recuerdos íntimos y el cruce de esos universos personales con el otro universo, el que configura el gran misterio del cosmos (https://www.diariocritico.com/teatro/un-universo-solo-critica), en ‘Impulsos (BPM)’ se adentra en otro asunto radical de nuestra existencia: hasta qué punto podemos ejercer la libertad de expresión; en qué medida somos nosotros los dueños de las palabras, o son estas quienes adquieren vida propia una vez que salen de nuestras bocas para acabar haciéndonos rehenes de su insondable alcance… Así las cosas, no es extraño que cualquiera –más aún si se trata de una creadora del lenguaje, como es el caso de María Prado-, que comience a funcionar la autocensura, el cuidado con lo que dices porque no sabes muy bien a quién puede molestar o a quién puedes herir con tus palabras.
Aunque el montaje bien pudiera encuadrarse dentro del género comedia, las sonrisas se van helando poco a poco en los 70 minutos de duración del espectáculo, en una sucesión continua de escenas cotidianas de corta duración en las que el espectador se ve identificado e interpelado desde el primer momento: un maestro y un alumno en el aula, una madre que intenta fijar los límites del juego a una hija, el discurso de un político, una madre conduciendo y recibiendo la presión del hijo para saber cuánto tiempo falta para llegar al destino, o un anónimo que recibe la autora un día cualquiera en forma de carta que contiene una amenaza expresa (“Eres una puta y te voy a matar”)…
En el escenario, con una pantalla al fondo, dividida por varios rectángulos definidos por líneas azules, unos cuantos taburetes y sillas están diseminados por ahí. (La escenografía y el vestuario son obra de Paola de Diego). En ellos, siete actores, papeles en mano, andan leyendo, estudiando quizás, las palabras que van a manejar e la función que andan preparando. Son los estupendos Beatriz Grimaldos, Rebeca Matellán, Luna Paredes, Fernando de Retes, Efraín Rodríguez, Alejandro Saá y Carmen Valverde. Todos permanecen en escena de principio a fin del montaje, poniendo voz y cuerpo a los conflictos que se plantean con el uso y el abuso de la palabra: “¿Quieres preguntar ahora?”, “… ¿Te parece el mejor momento para preguntar?”, ¿“…Dónde aprendiste a decir eso? ¡Yo no te he enseñado esas palabras!”, “… ¡Es mi obra!... No es apología, es crítica”.
Palabras sobre las palabras, reflexión sobre el uso del lenguaje, de los límites a la libertad de expresión, no ya los marcados por la ley en caso de conflicto grave, sino también en las relaciones cotidianas… Y, ya ni siquiera la palabra, sino el tono y la intencionalidad con las que se pronuncian. La comunicación parece que lleva implícito un cierto grado de violencia porque no hay mensaje inocente y, además, porque el más inteligente va a sacar más y mejor tajada del juego cotidiano en el que nos vemos sumidos los animales sociales… Este es el conflicto sobre el que ha reflexionado María Prado en un montaje atípico, que se aleja del clásico planteamiento, nudo y desenlace. El núcleo está aquí en el nudo, es decir, en la revisión permanente y cotidiana que habríamos de hacer todos y cada uno de nosotros para intentar descubrir en qué medida somos también generadores de violencia a través de la comunicación con los demás. Claro que, a partir de ahí, surge la autocensura. Más aún si el campo que se pisa es ese de las redes sociales, las más de las veces minado y con cargas de profundidad…
Un problema que, en última instancia y llevado al extremo, derivaría en la absoluta incomunicación entre todos nosotros, y en el mejor en hacer un uso razonable y acorde a las leyes de la libertad de expresión (otra cosa es que encontremos un consenso social en la fijación de esos límites), en el campo de lo público, y del uso del sentido común y la empatía, en las relaciones interpersonales.
Reflexiones como estas brotan espontáneas tras acudir a ‘Impulsos (BPM)’, que la autora y directora ha planteado en escena con la violencia y la determinación necesarias para que el espectador despierte del buenismo y la inocencia iniciales con las que pueda entrar en la Sala de la Princesa, y que seguramente se verán cuestionados a su salida.
'Impulsos (BPM)'
Texto y dirección: María Prado
Reparto: Beatriz Grimaldos, Rebeca Matellán, Luna Paredes, Fernando de Retes, Efraín Rodríguez, Alejandro Saá y Carmen Valverde
Escenografía y vestuario: Paola de Diego
Iluminación: Roberto Rojas
Espacio sonoro: Irene Maquieira
Vídeo: David Martínez Sánchez
Ayudante de dirección: Eva Redondo
Producción: Centro Dramático Nacional
Un trabajo de investigación dramatúrgica del Laboratorio Rivas Cherif
Teatro María Guerrero, Madrid
Primer periodo de exhibición: del 1 al 10 de febrero de 2019
Segundo periodo de exhibición: del 19 de febrero al 3 de marzo de 2019
Trailer: http://cdn.mcu.es/espectaculo/impulsos-bpm-escritos-en-la-escena-ii/