Tantos años sentado, injustamente, en la balaustrada de la Fiesta, por fin se ha hecho justicia a Justo (Emilio de). Y no por su apellido, ¡quia!, sino por su torería, descubierta como tantas veces por nuestros vecinos franceses, donde la tauromaquia tiene mucha menos manipulación y los contratos se ganan en la plazas y no en los despachos ni con el intercambio de cromos como aquí. Cual ha acontecido también en la campaña que está a punto de finalizar con Octavio Chacón.
El extremeño hizo el paseíllo disminuido físicamente por su grave cornada en Mont de Marsan hace sólo una semana, pero tenía la moral a tope. Y la espada: qué forma de matar a los de su lote. Precisamente el estoconazo a ley y volcándose –nada que ver con el truco del 'julipie', por ejemplo- que endilgó a su primero le valió una oreja pedida tras florear de moqueros, aplicando la no escrita norma antigua de un espadazo, una oreja.
La faena no había alcanzado el culmen necesario para el premio, porque el burel echaba la cara arriba por ambos pitones pese a los intentos del coletudo de evitarlo. No obstante, siempre en el sitio, siempre con los pies atornillados y con ligazón, el cacereño, que había brillado con arrebatadas verónicas de recibo y ajustadas chicuelinas en el quite, logró estimables series con la pañosa. Y finalmente sumó el mérito definitivo: una estocada entrando por derecho para enmarcar y poner en las escuelas taurinas.
Con la soñada puerta grande a medio descerrojar, el coletudo supo aguantar en el platillo a su segundo, con cierta aspereza dentro de la bondad del encierro, y que también derrotaba. La faena fue a más cuando el animal se largó finalmente a la querencia de tablas y allí De Justo, siempre sin ventajas y la suerte cargada, no sólo le plantó batalla, sino que le ganó la guerra con un par de series en redondo plenas de valor y plasticidad.
Faltaba la rúbrica. Y llegó con otro cañonazo volcándose en el morrillo y enterrando el estoque hasta las péndolas, cayendo rodado el burel. Ahora no había ni una duda ni media de la justicia y justeza del trofeo que le abría esa soñada salida a hombros en la cátedra y que le consagra.
Importante y sobre todo distinta al sota, caballo y rey aburrido que nos llena la mayoría de las tardes fue la faena de Ginés Marín a su primero, un animal también rebrincado y al que fue sometiendo con el arma de olvidarse del encimismo y darle distancia. Lo citaba a 10 ó 12 metros y cuando llegaba lo recogía con templanza y le obligaba a seguir la pañosa por ambos lados. A lo que unió varios remates por bajo, un par de molinetes y un par de cambios de mano extraordinarios casi circulares con el animal embebido en la tela.
La lástima es que, a diferencia de De Justo, necesitó de un feo espadazo tendido y un golpe de verduguillo para despenar al bicho y todo quedó en una vuelta al ruedo que nadie protestó. En esas estaba el coletudo al inicio de su labor muleteril con el último cuando fue cogido, rematando al bicorne el cacereño.
También Román, con el lote de menor juego y fuerzas, sufrió una espeluznante voltereta de la que salió ileso de milagro ante su primero con el que se pegó un valerosísimo arrimón tras el percance. Poco le había dejado hacer el bicho, pero es que el siguiente, una fea mole paradójicamente muy pobre de astas y desacastadísima, ni eso.
FICHA
Toros de PUERTO DE SAN LORENZO y 1º y 3º de LA VENTANA DEL PUERTO, desiguales aunque bien presentados excepto el 5º, con peso y volumen pero justo de trapío y pitones; nobles, mansotes y manejables, con 2º y 5º descastados. EMILIO DE JUSTO: oreja; oreja; salió a hombros. ROMÁN. ovación tras aviso; silencio tras aviso. GINÉS MARÍN: vuelta al ruedo; herido por el 6º. Plaza de Las Ventas, 30 de septiembre, 3ª de la Feria de Otoño. Tres cuartos de entrada. Enfermería: Ginés Marín fue atendido de cornada en la mandíbula derecha de 5 cm que afecta al masetero y nervio facial. Pronóstico reservado.
Crónica del festejo anterior