Un informe judicial ha sacado a la luz el escándalo de abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica en Pensilvania. Las cifras del horror apuntan a más de 300 sacerdotes "depredadores", que habrían abusado de más de un millar de niños, aunque casi todos los casos han prescrito después de haber sido encubiertos durante años por la Iglesia. Aunque la mayoría no puedan ser juzgados, la revelación de esta barbarie vuelve a abrir una crisis en el Vaticano, que nunca ha llegado a cerrarse ante la aparición de nuevos casos.
Ante el nuevo escándalo, el Papa Francisco ha redactado una carta en la que además de pedir perdón por el daño causado, llama a "garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad". El Papa comienza su misiva haciendo alusión al informe judicial que detalla los abusos sexuales sufridos por más de mil menores en Pensilvania.
"Si bien se pueda decir que la mayoría de los casos corresponden al pasado, sin embargo, con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas nunca prescriben. El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado. Pero su grito fue más fuerte que todas las medidas que lo intentaron silenciar o, incluso, que pretendieron resolverlo con decisiones que aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad", arranca la misiva.
El Papa asume "con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños. Hago mías las palabras del entonces cardenal Ratzinger cuando, en el Via Crucis escrito para el Viernes Santo del 2005, se unió al grito de dolor de tantas víctimas y, clamando, decía: «¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ".
En su carta, el Papa sostiene que "la magnitud y gravedad de los acontecimientos exige asumir este hecho de manera global y comunitaria. Si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y especialmente las víctimas de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor".
"Soy consciente del esfuerzo y del trabajo que se realiza en distintas partes del mundo para garantizar y generar las mediaciones necesarias que den seguridad y protejan la integridad de niños y de adultos en estado de vulnerabilidad, así como de la implementación de la 'tolerancia cero' y de los modos de rendir cuentas por parte de todos aquellos que realicen o encubran estos delitos. Nos hemos demorado en aplicar estas acciones y sanciones tan necesarias, pero confío en que ayudarán a garantizar una mayor cultura del cuidado en el presente y en el futuro", continúa el sumo Pontífice.
Además de esos esfuerzos, el Papa pide que "cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos. Tal transformación exige la conversión personal y comunitaria, y nos lleva a mirar en la misma dirección que el Señor mira. Es imposible imaginar una conversión del accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios".
"Es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables. Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión".
- Lea aquí la carta completa del Papa Francisco