La experiencia de liquidación del Banco Popular, llevándose por delante a los accionistas, a los tenedores de híbridos y de convertibles, es la primera que se hace bajo el nuevo Mecanismo Único de Resolución y debe de ser registrada en la memoria. La liquidación del Banco de Madrid por motivos exclusivamente reputacionales fue la primera de un banco en España en los tiempos del euro, y a pesar de su pequeño tamaño mantuvo en vilo durante meses a muchos de los clientes que habían depositado sus ahorros en vehículos de inversión colectiva, legalmente fuera del balance de la entidad, e incluso así, atrapados por una desastrosa gestión del regulador en los meses que siguieron a la intervención. La liquidación del Banco Popular se lleva por delante algunos miles de millones de pequeños ahorradores que creían, equivocadamente, que invertir en títulos de banca era similar a poner su dinero en una hucha. Otros accionistas de grandes instituciones financieras, sistémicas algunas de ellas, se han librado de una liquidación tan drástica, pero es un claro aviso a navegantes. Los clientes de la entidad se han librado en esta ocasión, en lo que aparenta una componenda con tintes de interés político para limitar su alcance. Cualquiera que haya reducido su exposición al Popular en las últimas semanas, actuó bien. Que no se lleve a engaño, porque solo esa componenda le ha salvado de perder una buena parte de lo que sus saldos excediesen de 100.000 euros.