Y es que aunque un recital de esos para recodar sea en definitiva un momento vital de lúbrica conexión con el universo, pareciera que hay mil barreras que superar para conseguir llegar ese ansiado estado de perfecta comunión con el artista y los otros miembros de la tribu. Porque nos enfrentamos, en definitiva, a todo tipo de comportamientos molestos y detalles irritantes que nos pueden terminan fastidiando los conciertos. Repasamos algunos.
Malditos teléfonos
Es difícil elegir por donde empezar, así que vayamos directamente contra los que levantan constantemente sus teléfonos móviles para hacer fotos y grabar el concierto. Es que luego no van a ver nada de lo que registran porque básicamente la calidad es regulera. Así que por favor, ¡basta ya! Una fotillo todos podemos entender que hace gracia, pero es suficiente con eso. Esos bracitos abajo ya, venga, aunque sea para revisar el Twitter, el Facebook o lo que os dé la gana (esto también puede resultar molesto si es constante, pero menos).
Jugadores de baloncesto
Esto es inevitable, nada se puede hacer contra los que miden más de 1,80 y se colocan, con todo su derecho, en el sitio que a ellos (o a ellas) les da la gana. Pero vamos a ver, todos hemos sentido en alguna ocasión que se nos ha puesto delante la persona de más estatura de todo el maldito concierto. A zafarse tocan.
Demasiada gente
Claro que si tienes delante a un armario empotrado pero estás en las primeras filas, resulta complicado moverse en busca de mejor visibilidad por culpa de las aglomeraciones. Tampoco se puede hacer gran cosa si te colocas entre los más acérrimos, pero el problema viene cuando el local de turno está excesivamente lleno. Todos tenemos en la cabeza sucesos trágicos y lamentables relacionados con aglomeraciones, pero en ocasiones sencillamente no queda otra que confiar en que todo saldrá bien.
Cerveza a precio de escocés
El que esto escribe recuerda como un auténtico récord los 11 euros que costaban los minis (vasos grandes de cerveza que supuestamente son de un litro pero en realidad es menos) en los últimos conciertos de AC/DC en Madrid. Precios desorbitados también por refrescos y esas botellas de agua tan necesarias en grandes conciertos veraniegos al aire libre o festivales. En contadas ocasiones el precio es asumido como razonable, pues por lo general estamos ante un auténtico atraco.
Borrachos e intoxicados
A pesar de los precios altos, nunca faltan en los conciertos los que se pasan de frenadas con las bebidas espirituosas y demás... y claro, una vez que se supera el punto de no retorno, se comportan de manera ciertamente molesta que por lo general se traduce en empujones, gritos a destiempo, bailes que no vienen a cuento y tonterías varias. Si das con uno especialmente torcido, todo puede irse al garete por muy bien que vayan las cosas hasta entonces. Si acaba en pelea, es ya hasta triste.
Los que se cuelan y empujan
Derivado del anterior punto, aunque no necesariamente relacionado, estarían esos que se intentan colar en la cola de la entrada o los que, directamente, entran los últimos pero tienen la firme intención de llegar a las primeras filas a base de perseverancia y empujones que empiezan siendo leves pero terminan convirtiéndose en descarados y desproporcionados. Así no.
Locuaces compulsivos
Esto es también un clásico. Estás esperando tu canción favorita, quizás esa balada que te recuerda a lo que sea que te recuerde para ponerte tontorrón, pero a tu lado hay (supongamos que más de dos) personas que no paran de hablar, de cotorrear y de comentar asuntos de dudosa relevancia que nada tienen que ver con la música. ¿Para qué pagar una entrada para ignorar el concierto? Es tan común que la pregunta prácticamente es un dramático grito de auxilio.
Los que no paran de gritar y pedir canciones
Si la masa de fans de tal o cual artista es especialmente ansiosa, el recital puede ser un auténtico infierno de gritos, aullidos y desmayos. En ocasiones toca aguantarse aunque te griten de todo en la oreja. Igual que, bueno, no queda más que tirar de paciencia y buen humor si alguien a tu lado se pasa todo el maldito concierto pidiendo su canción favorita. De que la toquen o no depende el desenlace feliz o fatal. Por cierto, una variante de este punto está en los que gritan entre canción y canción para hacerse oír, ya sea alguna gracieta o alguna estupidez.
Karaoke infernal
A los conciertos se puede ir a cantar, claro, salvo que sea una cosita recogida e íntima. Pero aunque sea un rato para dejarse llevar, igual hay que tener cierta consideración para no cantarle todas las malditas canciones al oído a la persona que tengas delante. Peor aún si lo haces mal. Peor aún si son, pongamos, canciones en inglés, y resulta que no te las sabes y las destrozas sin piedad. Amiguitos, no taladréis, por favor.
Ni se oye ni se ve
Pero eh, que en los conciertos a veces también hay otros detalles que dictan sentencia desde el minuto uno, como por ejemplo un mal sonido que no mejora de ninguna de las maneras. Eso es un bajón total. Igual que si estás en una sala que tenga, por ejemplo, columnas o palmeras (sic) o sencillamente que no esté pensada para actuaciones. O que en un estadio te toque una localidad lateral desde la que no veas literalmente nada. Son múltiples las posibilidades de mal rollo en este punto.
Aseos no aptos para una urgencia
Hay que tener un profundo conocimiento del artista de turno para acertar con el momento idóneo en el que acercarse al aseo. Si sabes que va a tocar una canción nueva o alguna rareza, lo ideal es correr para llegar antes que el resto. De lo contrario, el tiempo de espera puede ser desesperante. Esto es algo que en los conciertos en estadios puede realmente quitarte las ganas de vivir por falta de aseos suficientes para miles de personas.
'Juguetones'
Una costumbre bastante extendida en los conciertos más o menos masivos es por ejemplo tirar al aire el vaso vacío de cerveza después de haberlo vacíado debidamente. Pero siempre quedan unas gotitas que caerán sobre alguien. Tampoco faltan los idiotas que, por algún estúpido motivo, piensan que es divertido lanzarlo hacia el escenario, algo que puede provocar el consiguiente cabreo de los músicos (de la vieja costumbre punk de escupirse unos a otros no comentamos).
Asiento reservado
Este es un punto controvertido y siempre motivo de fricción, pues si estamos en un teatro o en las gradas de algún pabellón o estadio, siempre va a haber quien no pueda frenar sus ansias de bailar y ponerse en pie para darlo todo. Parece lógico que así sea en según qué tipo de música, pero aún en el rock más festivo hay gente que ya que ha pagado su asiento, quiere aprovecharlo sin por ello perder visibilidad. Supongamos que lo mejor es hablarlo entre todos los afectados y empatizar todo lo posible. ¡Organización, por dios!