Corrupción, la antítesis de la verdad
miércoles 08 de abril de 2015, 16:28h
He tenido la
oportunidad de moderar un debate sobre "Pluralismo e Increencia" en el Colegio Mayor
Chaminade de Madrid, ante un auditorio de más de 200 personas. No deja de
sorprenderme que haya tanta gente dispuesta a escuchar y a reflexionar sobre
este asunto, por más que sea uno de los puntos más calientes de la sociedad
actual. En el debate, en el que participaron dos mujeres periodistas, jóvenes y
sobradamente preparadas, también estuvo el escolapio Carles Such. Y suya fue
una de las reflexiones que me hicieron pensar. La antítesis de la verdad, vino
a decir, no es hoy la mentira sino la corrupción. Y si San Juan hubiera estado
hoy entre nosotros, no hubiera dicho "la verdad os hará libres", sino "la
autenticidad os hará libres". La corrupción como lo que deshace la verdad, la
rompe. Lo auténtico enfrentado o por encima de lo verdadero.
Cierto que
la verdad es un concepto tan amplio y tan complejo, tan oscilante, a veces, que
no es fácil aprehenderla. Hay quien dice que la verdad cambia con el tiempo y
la verdad judicial, por ejemplo, puede no tener nada que ver con la verdad real.
"Tu verdad, no, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela" decía
Machado. Y en una Facultad de Ciencias de la Información, escuché a un profesor
decir a sus alumnos, convencido, que lo importante "no era que una noticia
fuera verdad sino que pareciera verosímil".
Ser
"auténtico" suena de otra manera y los jóvenes lo dicen con mucha frecuencia:
"Fulano es auténtico". Pero tampoco es fácil saber quién o qué es ser
auténtico. "La calidad o el carácter de verdadero o autorizado", según la Real
Academia de la Lengua. O ser uno mismo y del todo en cada situación, según
otras fuentes menos autorizadas. Pero mientras la verdad es discutible, la
autenticidad -al menos en algunos procesos- se certifica, obtiene un sello. Si
eso se pudiera hacer con los políticos y las personas, no sólo con las empresas
o con los productos, seguramente marcharíamos mucho mejor.
No obstante,
a lo mejor tiene razón Carles Such y hay que manejar más el concepto de
auténtico y un poco menos el de verdad. La verdad económica de Mariano Rajoy
-que es una verdad demostrable- no es la verdad de todos los que siguen en el
desempleo -que es otra verdad demostrable y no sólo estadísticamente sino desde
la desesperación-. Albert Rivera parece "auténtico" incluso cuando presenta un
programa económico que seguramente no cumplirá si alguna vez llega al poder,
cosa que no ha sucedido todavía. Pero esa autenticidad aparente le ha dado y le
va a dar muchos votos. Pablo Iglesias iba de más auténtico que los auténticos
de toda la vida, pero desde que se ha acercado a la casta y ha tenido que
explicarse de verdad, se ha escondido y ya ni parece que es de verdad. Sartre
decía que "quien es auténtico asume la responsabilidad por ser lo que es y se
reconoce libre de ser lo que es". Nada menos. Hay muchos que se han empeñado en
corromper la verdad y no sé si sabemos bien los que es la autenticidad. El lenguaje
que debería unirnos, a veces puede ser una barrera.